Una Justicia Superior a la letra de la Ley.

Una Justicia Superior a la letra de la Ley.

DOMINGO 6 del Tiempo Ordinario. Ciclo "A". 13 de Febrero de 2011.En el Evangelio de hoy continuamos con el Sermón de la Montaña, que habíamos comenzado hace dos domingos con el discurso de las Bienaventuranzas El centro de esta predicación del Señor, es el Amor y la primacía de éste sobre la Ley.
Por eso deja claramente establecido que no ha venido a abolir la Ley antigua, sino a perfeccionarla. De allí la insistencia en decir: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados... Pero yo les digo: ...” Con este plan, varias veces repetido, el Señor anuncia los progresos más esenciales que viene a introducir en la historia de la Salvación. Estos progresos están basados más en el amor que en el cumplimiento de la Ley Antigua. El amor es mucho más exigente que la Ley, que los israelitas de entonces trataban de cumplir al pie de la letra. Por supuesto, el contenido de este discurso impresionó a la gente que lo escuchó. Veamos algunos de los perfeccionamientos que el Señor nos presenta como preceptos de la Nueva Ley: Al antiguo precepto de “No matarás”, agrega el insulto, la ira, la agresión, el desprecio, el resentimiento contra alguien. Lo explica con más detalle: “Cuando vayas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda”.
¿Hacen esto la mayoría de los católicos? Cuando participamos en Misa y comulgamos ¿hemos perdonado realmente a los que nos han hecho daño? ¿Hemos pedido perdón a quien hemos ofendido? ¿Nos hemos liberado de los resentimientos que tenemos contra los demás? El Rito de la Paz que se realiza justo antes de la Comunión indica precisamente esto a lo cual se refiere el Señor. ¿Nos damos “fraternalmente” la Paz, como indica el Celebrante? En ese momento las personas que tenemos “próximas” representan al “prójimo”, al “hermano” de que nos habla el Señor en este pasaje. Y ese gesto no significa un saludo banal. Ese gesto significa algo muy concreto y exigente: que no tenemos nada contra nadie, que nuestro corazón está limpio de rencor, de resentimiento y que, por tanto, puedo comunicar la Paz que Cristo nos da. Sólo así, reconciliados plenamente con el hermano, podemos entonces comulgar y “presentar nuestra ofrenda”, en las condiciones que el Señor nos indica.
Otro perfeccionamiento a la Antigua Ley se refiere a que, aunque no se materialice algún acto que vaya contra la Ley, ya con sólo el deseo, hemos introducido un mal que crece como una mala raíz. Nos enseña a decir la verdad, sin jurar en vano. Insiste en la presencia del maligno en la mentira. La valoración de la verdad espiritual es fundamental en su doctrina.
El amor que supera a la ley, se centra en lo íntimo de la persona, sin quedarse en un intimismo. Para comprender y vivir esta Nueva Ley es necesario que el cristiano esté abierto y se deje penetrar de la Sabiduría Divina. La Sabiduría de Dios, nos dice San Pablo, es: “… misteriosa y secreta, que Él preparó para nuestra gloria...lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman.” Esta es una visión del cielo. El lo vio, y eso es lo que nos da a conocer de lo que vio: una real experiencia mística.
Los preceptos del Señor no son imposibles ni demasiado difíciles. Canta el Salmo 118: “Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón”.


(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule.
marioandresdimo@hotmail.com - Cel. (09)77477825
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