¡EL ESPÍRITU SANTO NOS CAPACITA PARA SER PERSONAS ACTIVAMENTE CREYENTES!

¡EL ESPÍRITU SANTO NOS CAPACITA PARA SER PERSONAS ACTIVAMENTE CREYENTES! Domingo Solemnidad de Pentecostés- Ciclo "B" - 27 de Mayo de 2012 - El nombre “Pentecostés” indica los cincuenta días que separan la Venida del Espíritu Santo de la Resurrección del Señor. En esta fiesta celebramos la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles. Pentecostés marca el comienzo de la actividad apostólica en la Iglesia, porque fue justamente al recibir al Espíritu Santo que los Apóstoles comenzaron a cumplir el mandato que Jesús dejó antes de su Ascensión al Cielo: predicar su mensaje de salvación a todos (Mt. 28, 19-20) Algo parecido a ese mandato leemos en el Evangelio de hoy, el cual nos narra una de las apariciones de Jesús resucitado a los Apóstoles (Jn. 20, 19-23): “‘Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo’. Dicho esto, sopló sobre ellos y el dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo’” ¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es nada menos que el Espíritu de Dios; es decir, el Espíritu de Jesús y el Espíritu del Padre. El es la presencia de Dios en medio de nosotros los hombres. El Espíritu Santo es el cumplimiento de esta promesa de Jesús: “Mirad que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). Se ha comparado el Espíritu Santo con la brisa y con el fuego. Porque, en efecto, El es como una suave brisa que, como nos dice el Señor “sopla donde quiere” (Jn. 3, 8). Ahora bien, si el Espíritu Santo es la brisa, nosotros debemos ser como las velas de una barca, siempre en posición de ser movidos por esa brisa; es decir, debemos ser perceptivos a las inspiraciones del Espíritu Santo y dóciles a éstas, para poder navegar por esta vida guiados por El hacia nuestra meta definitiva. También se ha comparado el Espíritu Santo con el fuego. Porque, en efecto, el Espíritu Santo también se manifiesta así: como fuego, como calor abrasador, como calor en el pecho... El fuego que ardía en el corazón de los peregrinos de Emaús, mientras oían hablar a Jesús resucitado era el Espíritu Santo: “¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” se dijeron los discípulos de Emaús en cuanto Jesús se les desapareció. (Lc. 24, 32). Vemos en la Primera Lectura que el Espíritu Santo se presentó como una ráfaga fuerte de viento y descendió en forma de lenguas de fuego a los discípulos reunidos en torno a la Santísima Virgen el día de Pentecostés (Hech. 2, 1-11). El Espíritu Santo nos asiste a cada uno de nosotros en nuestro peregrinar a la meta a que hemos sido llamados: el Cielo prometido a aquéllos que cumplan la Voluntad de Dios. Al Espíritu Santo se le atribuyen muchas funciones para con nosotros los hombres, siendo tal vez la principal, la de nuestra santificación. Es Él quien, con sus suaves inspiraciones, nos va sugiriendo cómo transitar por el camino de la santidad. El Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad. Así nos dijo Jesucristo: “Tengo muchas cosas más que decirles, pero ustedes no pueden entenderlas ahora. Pero cuando venga El, el Espíritu de la Verdad, el los llevará a la verdad plena ... El les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn. 16, 12 y 14, 26). Así que el Espíritu Santo es Quien nos lleva a conocer y a vivir todo lo que Cristo nos ha dicho; es decir, nos lleva a conocer y a aceptar el Mensaje de Cristo en su totalidad: nos lleva a la Verdad plena. Es tan importante la acción del Espíritu Santo en nuestra vida que, nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (1 Cor. 12, 3-7.12-13) que ni siquiera podemos reconocer a Jesús como Dios, si no nos lo inspira el Espíritu Santo. “nadie puede llamar a Jesús ‘Señor’ si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. En esto consiste el don de la Fe. Es un regalo de Dios, del Espíritu de Dios. También sabemos por esta lectura y por la experiencia cristiana que el Espíritu Santo nos capacita para cumplir la tarea de evangelización que, como bautizados, todos tenemos que realizar. Y es el Espíritu Santo el que hace comunidad entre nosotros, seamos quienes seamos, vengamos de donde vengamos. El Espíritu Santo, como el viento “sopla donde quiere”, le dijo Jesús a Nicodemo (Jn. 3, 8). Como dice San Pablo en la Segunda Lectura: no importa la raza, ni la condición (“judíos o no judíos, esclavos o libres”), hemos sido llamados para formar el Cuerpo Místico de Cristo. Y en éste, cada uno tiene un tipo de función, a la cual Cristo nos ha llamado. En Pentecostés conmemoramos la Venida del Espíritu Santo a la Iglesia y rogamos porque ese Espíritu de Verdad se derrame en cada uno de nosotros, que formamos parte de la Iglesia. En efecto vemos también en esta Segunda Lectura cómo actúa el Espíritu Santo en la Iglesia. “Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. Y nos da el Espíritu Santo diferentes funciones a cada uno, como los diferentes miembros de un cuerpo tiene cada uno su función, pero todos formamos un mismo cuerpo: el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Antes de Pentecostés recordemos que los Apóstoles eran temerosos y tímidos, torpes para comprender las Escrituras y las enseñanzas de Jesús. Pero veamos en la Primera Lectura (Hech. 2, 1-11) y continuando a lo largo del libro de los Hechos de los Apóstoles cómo, luego de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, cambiaron totalmente: se lanzaron a predicar sin ningún temor y llenos de sabiduría divina, se les soltaron las lenguas con un nuevo poder de lenguaje dado por el Espíritu Santo, llamando a todos a la conversión, bautizando a los que acogían el mensaje de Jesucristo Salvador. Forman discípulos y comunidades, asisten a los necesitados... sufren persecuciones, llegando a la santidad e, inclusive, hasta el martirio.

¡CON CRISTO PODEMOS HACER LA VOLUNTAD DE DIOS: RECREAR AL MUNDO!

¡CON CRISTO PODEMOS HACER LA VOLUNTAD DE DIOS: RECREAR AL MUNDO! DOMINGO 5 de Pascua - Ciclo "B" - 6 de Mayo de 2012 - El Evangelio de hoy nos trae estas palabras: Vid y ramas. Poda y fruto. Quema y gloria. Palabras que resumen y describen esa bellísima parábola de Jesús: “Yo soy la vid y ustedes las ramas” (Jn. 15, 1-8). La vid es la planta de la uva, una enredadera, con muchas ramas... y también con muchos ramos de uvas, si es que esa vid da buen fruto. ¿Cómo dar buen fruto? Jesús nos lo explica muy claramente: “quien permanece en Mí y Yo en él, ése da fruto abundante, porque sin Mí nada pueden hacer”. Significa que debemos estar unidos al Señor, como la rama al tallo de la vid. Es evidente, incluso para los que no saben de agricultura ni de viñedos, que si una rama se separa del tallo de la planta, ¡por supuesto! no puede dar fruto, pero además de eso, pierde toda alimentación, termina por secarse y morir. Es lo que le sucede a cualquiera de nosotros que pretenda marchar de su cuenta por esta vida terrena que -creámoslo o no, querámoslo o no- nos lleva irremisiblemente a la vida en la eternidad. Y esa vida en la eternidad será de Vida y de gloria o será de muerte y de condenación, según hayamos permanecido unidos o no al tallo de la vid, que es Jesucristo. En efecto, nos dice esto el Señor en este Evangelio: “Al que no permanece en Mí se le echa fuera, como a la rama, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde”. Palabras fuertes, pero reales, indicativas de qué espera a quienes se separan de Jesús. ¿Cómo estamos unidos a Jesús? San Juan nos explica esto en la Segunda Lectura:”Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos que El permanece en nosotros” (1 Jn. 3, 18-24). Hacer en todo la Voluntad Divina. En esto consiste la unión entre Dios y nosotros: en que hacemos lo que El desea. Y lo que El desea para nosotros es nuestro máximo bien. Lo que nosotros deseamos para nosotros mismos, no siempre es para nuestro bien. San Juan nos advierte en esta carta de que no podemos “amar sólo de palabra, sino de verdad y con obras”. Y ¿cuáles son las obras? Bien claramente había dejado Cristo expresado lo que son las obras: “No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre del Cielo (Mt. 7, 21.) Las obras, entonces, es hacer la Voluntad de Dios. Orar es necesario, muy necesario. Decir “Señor, Señor” es importante, muy importante. Pero esa oración –si es verdadera, si es sincera- nos lleva con toda seguridad a conformar cada vez más nuestra voluntad con la de Dios, hasta que llegue un momento en que no haya separación entre la Voluntad Divina y la nuestra, porque conformamos nuestra voluntad a la de Dios. A esa “unión de voluntades” se refiere San Juan cuando nos dice en su carta que “si nuestra conciencia no nos remuerde es porque nuestra confianza en Dios es total”. ¡Claro! Cuando lleguemos de veras a confiar totalmente en Dios y en su providencia para nosotros ¿qué nos va a reprochar nuestra conciencia? Nada, pues ya vivimos en Dios. Pero para llegar a eso hace falta mucha oración, muchas purificaciones y sanaciones interiores, muchos actos de entrega a la Voluntad de Dios. La Primera Lectura (Hech. 9, 26-31) nos refiere que las recién fundadas comunidades cristianas “progresaban en la fidelidad a Dios”. “Fidelidad” es otra manera de denominar al cumplimiento de la Voluntad Divina. Quien es fiel a Dios, cumple su Voluntad. Y nos dice este libro de los Hechos de los Apóstoles, el cual nos va narrando en este tiempo pascual los sucesos del comienzo de la Iglesia, que adicionalmente esas comunidades “se iban multiplicando animadas por el Espíritu Santo”. Es decir, esa fidelidad a Dios por parte de los integrantes de las primeras comunidades cristianas iba haciendo crecer a la Iglesia que Cristo había fundado. Buena lección para nosotros, Católicos del siglo 21, que fuimos llamados por Juan Pablo II a una “Nueva Evangelización” y que estamos siendo llamados por Benedicto XVI a la re-evangelización del mundo. ¿Cuál fue el secreto de la primera evangelización? La fidelidad a la Voluntad Divina por parte de los primeros cristianos. Si imitáramos esa fidelidad a la Voluntad de Dios, el Espíritu Santo, que es el alma y el verdadero protagonista de la Evangelización, irá haciendo su labor de santificación y de multiplicación de los miembros de esta Iglesia de hoy, que tanto necesita fortalecerse, motivarse, purificarse, animarse, preservarse y aumentarse, PARA RECREAR al mundo en justicia, misericordia, verdad y amor. Hay otra idea que aparece por duplicado en el Evangelio y en la carta de San Juan: “Si permanecen en Mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá”, dice Jesús en el Evangelio. Y San Juan en su carta: “Pues que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de El todo lo que le pidamos”. ¿Qué significa esta seguridad que se nos da al pedir en la oración? Significa que la capacidad de intercesión del orante depende, ante todo, de la conformación de su voluntad con la de Dios. Pero significa algo más: cuando una persona se encuentra en esta conformidad de voluntades –la propia con la divina- está unida de tal forma a Dios que no está pidiendo cosas tontas, inconvenientes o innecesarias, sino que es capaz de pedir aquéllas cosas que el Señor quiere otorgarle, la mayoría de ellas referentes a su santificación o a la santificación de otros. El alma así unida a Dios en su voluntad, pide –como dice Cristo en su Evangelio- aquellas “cosas buenas que el Padre Celestial da a quienes se las pidan” (Mt.7, 11).

    Presentación

    En nuestro país, el grupo Edwards y COPESA son los conglomerados con mayor cantidad de medios de comunicación. La información que recibimos día a día a través de la televisión, los periódicos y las principales revistas forman nuestra manera de ver e interpretar el mundo que nos rodea desde con marcados elementos ideológicos, de los cuales ni siquiera nos damos cuenta.

    Desde esta perspectiva, generar espacios para compartir aquello que nos des-alinea y nos des-aliena de la cultura y la ideología oficial, constituye una necesidad para aquellos que aspiramos a construir una "realidad" diferente, basada en valores humanistas, centrados en la solidaridad y que acogen la potencialidad creativa que existe en cada uno de nosotros.

    El objetivo de esta página web es, precisamente, constituirse como un medio de comunicación y de expresión generado por personas comunes y corrientes, pero que buscan conectarse con lo grande que hay dentro de ellas mismas y entregarlo a los demás a través de la palabra escrita.