Lógicas de Mercado y Universidades Católicas

Lógicas de Mercado y Universidades Católicas

Cristhian Almonacid Díaz

En muchos de los debates actuales sobre educación (pero también en otros debates del quehacer nacional) se repite constantemente la expresión “lógicas de mercado”. Entonces uno se pregunta ¿Qué quiere decir aquella expresión? ¿Cuál es esa lógica? ¿Cuáles son los juicios y prejuicios que nos ubican en el espectro de su significado y sentido? Y claro, nuestras respuestas de seguro tendrán un abanico suficientemente antagónico como para acordar su demonización por un lado, como para propugnar su alto beneficio, por otro. Lo que explica esta variopinta valoración es la comprensión que tengamos del mercado y su efecto en la configuración de la sociedad. Es decir, no existe una lógica de mercado (en singular), sino más bien “lógicas de mercado” (en plural).

En este sentido, si el mercado lo entendemos asociado exclusivamente a los conceptos de beneficio y ganancia, tendremos que la lógica de mercado se definirá como “la maximización de utilidades, en el menor tiempo y con la menor inversión de recursos posible”. Per se, dicha lógica no es negativa, pero se vuelve negativa cuando ella se superpone a otros principios con arraigo humanizador. En cambio, existirá otra lógica de mercado cuando aceptemos que sea susceptible de incubar otros principios que harían de la actividad económica un bien superior, como lo son: la honestidad productiva, la competencia leal y legal, el bien común, la justicia (en sus tres niveles: conmutativa, distributiva y social), el progreso humano y económico, entre otros. En definitiva, entre lógicas y lógicas, las distinguiremos según estén diferenciadas y determinadas por la valoración ética que supongan.

Esta posibilidad se debe a que el mercado es una actividad humana y en cuanto tal, susceptible exigencias éticas. Así es, la ética es el horizonte que otorga a la actividad económica la obligación de gestionar sus procesos respondiendo a determinadas estructuras morales. Estas exigencias, en la medida que se cumplen, permiten a la actividad económica tener una repercusión positiva en la sociedad, ratificando su rol en el camino del progreso social. Ella exige que la acción económica, más allá del cumplimiento de la ley, esté siempre en referencia a las personas involucradas, en la perspectiva última de su desarrollo humano. Es decir, aquellos que se dedican a una actividad económica requieren ser conscientes que sus acciones la realizan personas, que están al servicio de otras personas, para favorecer u obstaculizar la maximización de la excelencia humana.

En este orden de cosas, tenemos a la Universidad Católica, que como institución responde a una misión y una vocación educativa, que la erige como un agente de promoción de humanidad. “Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común” (Ex corde, 12). Por su vocación contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y otros servicios ofrecidos a la comunidad. En este sentido la Universidad no sólo presta un “servicio económico” con la capacitación de profesionales, sino que también es una institución que genera investigación y busca metódicamente la verdad, convirtiéndose por consecuencia en una institución formativa y humanizadora. Dicho servicio por tanto, no es meramente instrumental, sino que es una tarea esencial en la configuración de su ser y hacer.

Para realizar aquella misión se le exige como condición de supervivencia entrar en lógicas de mercado, pues de no ser así, la pura intencionalidad filantrópica y diaconal no permitiría su existencia y manutención institucional. En este sentido, mi tesis es que no sería posible la subsistencia de una entidad de servicio educativo sin los recursos económicos y estructuras financieras que le permitieran la concreción de su misión, con los estándares de calidad que el medio exige. La Universidad Católica se ubica entonces en un ámbito de acción en el que debe conjugar principios y valores científicos-educativos con reglas de mercado. Lo que significa, que es de suma relevancia que dicha institución sea responsable en la gestión de sus recursos y suficientemente hábil para mantener su equilibrio económico y sanidad financiera.

Entonces la pregunta clave es: ¿Debe la universidad católica organizarse según un modelo empresarial? Según mi punto de vista sí, pero con condiciones diferenciadoras. Veamos por qué. Según la RAE una empresa es una organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos. Es decir, el lucro dentro de márgenes de legalidad y justicia, es una motivación para la optimización de las estructuras organizativas, que funcionarán con mayor eficiencia según sean las metas que se esperan lograr. En este sentido, para una Universidad Católica el lucro no debe significar la pura utilidad por la utilidad, sino un beneficio económico necesario para la mantención de sus fines y la proyección de su servicio en lógica de calidad. Si tenemos entonces una universidad que es eficiente en la gestión de sus bienes, esta podrá reinvertir en su propio mejoramiento como institución educativa. Estamos, entonces, ante una “empresa educativa”, es decir, ante una tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo organizativo. Dicha tarea, le exigirá, por supuesto, conjugar coherentemente las estrategias financieras y los fines que persigue.

Como ejemplo descriptivo, para la promoción de la investigación académica existirán condiciones marco y requisitos esenciales:

a) Una mejor relación docentes-alumnos, es decir, a más estudiantes, una cantidad de docentes proporcionalmente adecuada.

b) Inversión en horas para la investigación y su consiguiente menor asignación horaria para la docencia, lo que redunda en un crecimiento en la experiencia y desarrollo del investigador.

c) Que la investigación realizada tenga un impacto positivo en la formación de los estudiantes y la preparación de sus competencias profesionales.

Y ¿Cuánto cuestan estos requisitos? Sin ser experto en economía ni en administración supongo que a mayor calidad del cuerpo docente (doctorados, experiencias investigativas, proyectos adjudicados), mayores serán los costos y mayores los esfuerzos para retención de los académicos de calidad, en la agresiva competencia del mercado laboral académico. ¿Será justo exigirle a un profesor de calidad, abandonarse a su pura vocación académica en desmedro de su sustento justo y retributivo? Parece que no.

Caben entonces dentro de las lógicas de mercado para nuestra Universidad Católica, ciertas estrategias económicas necesarias que le permite competir en igualdad de condiciones con otras instituciones universitarias privadas y que evidentemente poseen otros fines.

Perviven en la Universidad Católica lógicas que no se ajustan a formas de mercado, totalmente eficientes y rentables (datos entregados por el Vicerrector de Administración y Finanzas), que quisiera mencionar a modo de ejemplo:

1.- Las utilidades que la Universidad logra, no son retiradas por su propietario (la Iglesia) sino que se reinvierten en la misma Universidad.

2.- En sentido inverso, la autonomía institucional, no contempla que su propietario asuma eventuales pérdidas o desfinanciamientos.

3.- El financiamiento tiene como principal objetivo la optimización de un servicio educativo que responda a la mayor calidad posible.

4.- La Universidad sostiene carreras que pueden no rentabilizar ni autofinanciarse, por su relevancia al servicio de la sociedad y a la Iglesia (ej, PRyF).

5.- La Universidad financia todas las condiciones necesarias para permitir que sus estudiantes accedan a todos los beneficios estatales posibles (asistentes sociales y departamento de bienestar estudiantil).

6.- La Universidad otorga, Créditos Suplementarios, a la misma tasa del Crédito Solidario.

7.- El 75% de sus estudiantes pertenece a los primeros 3 quintiles socioeconómicos.

8.- El incremento de arancel se ajusta al IPC anual, y siempre dicho incremento es menor que los incrementos en los costos fijos.

Una Universidad Católica, tiene entonces una identificación educativa que traspasa el interés económico. Es una opción del ideario, propia de la entidad que ha estado presente en la historia, la organización y las orientaciones formativas que la institución posee. Habrá entonces que exigir en derecho que dicha opción no sea nominal y cosmética, sino una opción real y efectiva. Y para que lo sea, es de perogrullo que dicha opción sea de la comunidad universitaria en su conjunto. Las autoridades siendo responsables en el manejo y la gestión de los recursos, los administrativos, siendo diligentes en la concreción de sus tareas de atención a los académicos y estudiantes, los académicos, ofreciendo un servicio docente e investigativo de calidad y excelencia, ajustándose a sus exigencias contractuales y los estudiantes comprometidos con sus responsabilidades académicas y económicas con la Universidad de la que forman parte.

Sugerencias Bibliográficas:

1.- Höffe, Otfried, Ciudadano económico, ciudadano del estado, ciudadano del estado, ciudadano del mundo, Katz editores, Buenos Aires, 2007.

(Es un importante filósofo alemán en la actualidad, es profesor de filosofía en la Universidad St Gallen, Suiza. Tiene importantes trabajos en torno a Aristóteles y Kant y es reconocido intelectual en la filosofía política y en las reflexiones en torno a la cuestión de la ciudadanía en los contextos contemporáneos)

2.- Agustín Domingo Moratalla, Calidad Educativa y Justicia Social, PPC, Madrid

(Destacado profesor de Filosofía del Derecho, Moral y Política en la Universidad de Valencia. Muy comprometido con la reflexión y la formación ética en contextos educativos)

3.- Benedicto XVI, Carta encíclica “Caritas in Veritate”, 2009.
(Carta encíclica destinada a la reflexión sobre la necesidad de construcción de un nuevo orden social y económico, inspirado en la caridad y la verdad)

¡HOY, TAMPOCO TENDREMOS OTRA SEÑAL SALVÍFICA QUE NO SEA LA PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO!

¡HOY, TAMPOCO TENDREMOS OTRA SEÑAL SALVÍFICA QUE NO SEA LA PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO!



DOMINGO 3 del Tiempo Ordinario - Ciclo "B" - 22 de Enero de 2012 - Cuando Dios escoge... escoge. Eso lo han sabido muchos santos. Pero nadie lo supo mejor que Jonás, ese interesante y pintoresco personaje del Antiguo Testamento que según nos cuenta el libro que lleva su nombre, pasó tres días dentro de un gran pez. ¿Podrá ser verdad esto? Cuesta pensar en algo así. Pero lo desconcertante es que el mismo Jesús se refiere a la estadía forzada de Jonás dentro de un gran pez para tratar algo tan trascendental como su futura Resurrección. ¿Iba el Hijo de Dios a citar un mito, y con el sentido y la precisión que lo hizo? ¿Por qué no? Estaba dentro de un contexto cultural muy distinto al nuestro y era una forma de enseñar rescatando una verdad de fondo. “Estos hombres de hoy son gente mala; piden una señal, pero no la tendrán. Solamente se les dará la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, así lo será el Hijo del Hombre para esta generación” (Lc 11, 29-30).

Sin embargo, de Jonás lo más importante no fue si realmente pasó o no tres días dentro de un gran pez, sino que no quería hacer lo que Dios le pedía. Dios lo escogió para que se convirtiera él y para que -por la elección que Dios hizo de él- muchos también se convirtieran.

El Señor escogió a Jonás y a este profeta no le valió de nada escapar en un barco para huir de Dios. El barco se vio metido dentro de una tormenta. Jonás es lanzado al agua al conocerse que la causa de la tormenta es la huída de Jonás. Y luego de ser tragado por un pez o ballena, es lanzado por el animal cerca de las costas de Asia Menor para que de allí fuera a la ciudad de Nínive a predicar lo que el Señor le pedía. El Señor buscaba que la gran ciudad de Nínive se convirtiera de sus vicios y pecados. (Para dar una idea del tamaño de esta ciudad, baste con el dato que nos da la Escritura: se requerían 3 días para recorrerla a pie). Aquí hay un lenguaje simbólico que tiene una intención teológica final: llamarnos a un cambio de vida y a recibir el Reino de Dios.

Jonás predicó lo que el Señor le indicó: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”. Sin embargo, sorprendentemente, los habitantes de Nínive se convirtieron y creyeron en Dios, e hicieron penitencia todos. Dios, entonces, no destruyó la ciudad.

Otros elegidos de Dios son más dóciles que Jonás. Tal es el caso de los primeros discípulos escogidos por Jesús. Nos cuenta el Evangelio de San Marcos (Mc. 1, 14-20) que cuando Jesús, viendo a Andrés y a su hermano Pedro echando las redes de pescar en el lago de Galilea, les llamó para hacerlos “pescadores de hombres,...y ellos dejaron las redes y lo siguieron.” Respuesta inmediata y obediente al llamado del Señor. Los escogidos de Dios son instrumentos suyos para la conversión que Dios desea realizar en medio de su pueblo, es decir, en cada uno de nosotros. Y la conversión siempre exige un cambio de vida: incluye, primero que todo, dejar el pecado. Pero no basta esto. Es necesario pasar a una segunda fase: “creer en el Evangelio”. Y creer en el Evangelio significa vivir según el Evangelio. No basta conocer la teoría del Evangelio: es necesario vivirlo en la práctica.

Es necesario cambiar la mentalidad negadora de lo trascendente que hoy nos vende el mundo consumista, esa mentalidad mercantil a la que estamos muy acostumbrados. ¿Cuál es la mentalidad del materialismo consumista? Aquélla que nos lleva a quedarnos en lo superficial y a olvidarnos de lo eterno que le da un sentido definitivo a las vivencias cotidianas, a preferir lo sensorial sin un sentido ético que lo integra a una plenitud vital, a conformarnos con lo humano mutilado y a descartar lo divino que lo desarrolla, a creer que los momentos de la vida se perderán en la nada y a olvidarnos del Evangelio, en definitiva, a consumir por consumir placeres sin un gozo espiritual que le da plenitud a lo material y orgánico..
Sin embargo, el Señor nos dice: “El Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Ciertamente el Reino de Dios está cerca, pero sólo será una realidad cuando, arrepentidos y convertidos, creamos y vivamos según el Evangelio. Será una realidad histórica cuando vivamos según la Voluntad Divina, cuando -como rezamos en el Salmo (#24)- el Señor “nos descubra sus caminos”. Y, una vez descubiertos los caminos del Señor, podamos seguirlos con docilidad. San Pablo nos recuerda en la Segunda Lectura (1 Cor. 7, 29-31) que “este mundo que vemos es pasajero”, y que “la vida es corta”. Y nos aconseja cómo conviene que vivamos desapegados de este mundo pasajero y de esta vida corta: “los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran como si no compraran; los casados, como si no lo estuvieran”. Es decir: “estar en el mundo sin ser del mundo” (cfr. Jn. 17, 14-15). Y cuando el Señor nos llame, no hay que seguir el ejemplo de Jonás: duro para responder. Hay que imitar a otros: a Pedro, Andrés, Santiago, Juan…. Ellos, sin pensarlo mucho, dijeron sí enseguida y siguieron al Señor.

¡JESÚS, ES EL MESÍAS Y NO NOS ANULA COMO PERSONAS, NOS LIBERA Y SALVA PARA SER LIBRES Y FELICES!

¡JESÚS, ES EL MESÍAS Y NO NOS ANULA COMO PERSONAS, NOS LIBERA Y SALVA PARA SER LIBRES Y FELICES!

DOMINGO 2 del Tiempo Ordinario - Ciclo "B" - 15 de Enero de 2012 - San Juan Bautista preparaba al mundo de su época y de su región para el momento de la revelación de Jesucristo, el Mesías prometido, esperado por el pueblo de Israel, se revelara públicamente.
El Bautista predicaba la conversión, el cambio de vida. Y el Bautismo que impartía era un Bautismo de conversión; era como la aceptación de la conversión que se realizaba en aquéllos que, motivados por su predicación, deseaban cambiar de vida. En esa preparación del camino del Mesías, San Juan Bautista predicaba, bautizaba y, además, tenía algunos discípulos. En el Evangelio de otro Juan, San Juan Bautista nos ha dado esta bellísima revelación: “Yo no lo conocía (a Jesús, el Mesías prometido), pero Dios, que me envió a bautizar con agua, me dijo también: ‘Verás al Espíritu bajar sobre aquél que ha de bautizar con el Espíritu Santo, y se quedará en él. ¡Y yo lo he visto! Por eso puedo decir que éste es el Hijo de Dios” (Jn. 1, 33-42). Nos dice el Evangelio de hoy lo que sucedió al día siguiente de esta confesión. Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos: Andrés y Juan, y al ver que Jesús iba pasando, les dijo: “Este es el Cordero de Dios”. Cuando los dos discípulos oyeron al Precursor del Señor identificar a Jesús como el Mesías tan esperado por el pueblo de Israel, lo buscaron para seguirlo. Ellos sabían de Quién se trataba, pues eran discípulos de San Juan Bautista que los había preparado para la venida del Mesías. De allí que inmediatamente siguieron a Jesús.
La Segunda Lectura de San Pablo (1 Cor. 6, 13-15.17-20) nos recuerda la importancia de la virtud de la templanza, ya que “nuestros cuerpos son miembros de Cristo”. Por ser miembros del Cuerpo Místico de Cristo y porque nuestros cuerpos son “templos del Espíritu Santo”, nos recuerda San Pablo que debemos vivir alejados de las fornicaciones. Y nos recuerda una cosa importantísima, la cual expone con mucha convicción: “No son ustedes sus propios dueños, porque Dios los ha comprado a un precio muy caro”. Y esto lo refiere especialmente al cuerpo. ¡Qué apropiadas estas palabras en nuestro mundo actual, en el que creemos que se puede hacer lo que sea con el propio cuerpo! Y termina diciendo el Apóstol: “Glorifiquen, pues, a Dios con el cuerpo”.
En la Primera Lectura del Primer Libro de Samuel (1 Sam. 3, 3b-10.19) vemos al joven Samuel, siendo llamado por Dios. Pero Samuel no reconocía al Señor: creía que quien lo llamaba era el sacerdote Elí, a quien servía en el Templo. A la tercera llamada Elí comprende que es el Señor quien está llamando a Samuel. Y le instruye a responder a Dios con aquella bellísima frase, tan útil en la oración: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Y nos dice esta lectura que el Señor estaba con Samuel y todo lo que el Señor le decía se cumplía. Es el Sacerdote Elí quien instruye a Samuel para conocer la voz del Señor y para entregarse a Dios. Sucede algo similar con San Juan Bautista y sus discípulos. La actitud del Precursor no puede ser más elocuente: San Juan Bautista muestra el Mesías a sus seguidores: “Este es el Cordero de Dios”. Y luego él mismo desaparece.
¿Cuál es la enseñanza de este episodio? En el apostolado y en la evangelización debemos mostrar continuamente a Jesús a los demás y no podemos estar mostrándonos nosotros mismos. ¿Qué significa esto? ¿Significa que para ser reales portadores y mostradores de Jesús debemos, como el Bautista, desaparecer también nosotros?
Todo cristiano es llamado a seguir a Cristo en la santidad y en el apostolado y la evangelización. Pero también en las actividades religiosas –y también en otras menos importantes- corremos el riesgo de querer lucirnos, de buscar poder, de pretender ser apreciados por lo que hacemos. Sin embargo, como personas necesitamos legítimamente ser apreciadas, pero no como mesías. Dios no anula a nadie para manifestarse. Se puede reconocer a Jesús como el Salvador y seguirlo como lo siguieron Juan y Andrés, sin aplastar ni opacar a nadie. El bautista desapareció en el sentido que él simplemente no era el mesías. Y sus discípulos, Andrés y Juan comenzaron a caminar detrás de Jesús. Y éste, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscan?” Ellos quieren conocer al Mesías y El les pregunta sobre sus intenciones, porque de nada vale seguir al Mesías si no estamos dispuestos a entregarnos a El del todo. Esta es la clave: Él es el centro absoluto, es el único salvador. No nos anula, nos salva, nos libera; no pretendamos anularlo con nuestro egoísmo. Entonces, ellos le preguntan: “¿Dónde vives?” En realidad querían saber dónde buscarlo, cómo reunirse con El, cómo conseguirlo en algún momento posterior. Pero Jesús los sorprende, pues de una vez los invita a venir. Nos dice en su Evangelio uno de estos dos discípulos, Juan, que eso sucedió a las cuatro de la tarde y que se quedaron con Jesús el resto del día. Y luego ellos hacen lo mismo que San Juan Bautista. Andrés fue a buscar a su hermano Simón y le informa que han encontrado al Mesías. Y lleva a Pedro a donde Jesús. Notemos la cadena: Elí enseña a Samuel. Juan Bautista lleva a Juan y a Andrés a Jesús. Andrés lleva a Pedro. Y así sucesivamente. En esto consiste el apostolado y la evangelización. Unos llevamos a otros a Jesús.

¡EN LA SABIDURÍA HUMANA QUE BUSCA A DIOS, SE MANIFIESTA JESUCRISTO, EN EL PASADO, HOY Y SIEMPRE!

¡EN LA SABIDURÍA HUMANA QUE BUSCA A DIOS, SE MANIFIESTA JESUCRISTO, EN EL PASADO, HOY Y SIEMPRE!

Solemnidad de la EPIFANÍA del SEÑOR - Tiempo de Navidad - Ciclo "B" - 08 de Enero de 2012. Los Tres Magos-sabios representan la manifestación de Jesucristo, Dios y Señor de todos los hombres, a todas las razas. Por eso la fiesta que recuerda la visita de los tres sabios al Dios-Hombre, al Rey de Reyes, se denomina “Epifanía”, que significa “manifestación”.
La importancia de esta festividad va mucho más allá de lo pintoresco y atractivo de esta historia que recoge el Evangelio de San Mateo. Dios-Padre ha inscrito en el corazón de todos los seres humanos el deseo de buscarle. Y Dios responde a ese anhelo que hay en cada uno de nosotros Sus creaturas. Y responde, mostrándonos cómo es El y cuál es el camino para llegar a El, con Su Hijo Jesucristo, que se hace hombre, y nace y vive en nuestro mundo en un momento dado de nuestra historia. (cfr. Juan Pablo II, En el umbral del Tercer Milenio). Jesucristo es la respuesta de Dios a nuestra búsqueda de Él. Es el Salvador del género humano. Es el “Rey de Reyes”. Es el Dios humanado, el Dios-Hombre. Eso lo supieron los Magos que vinieron de oriente hacia Belén, buscándolo. Dios se les reveló de alguna manera para estimularlos a realizar un largo viaje, no exento de muchas dificultades, cada uno desde su sitio de origen. Ellos habían recibido una inspiración del Señor que los impulsaba a buscar a ese “Rey” que era mucho más que los poderosos de la tierra, ya que Su Reino era mucho mayor que todos los reinos de la tierra. Recibieron una llamada divina para ponerse en marcha y luego la Estrella del Señor los guiaba por el camino hacia Belén. Por eso dicen los Magos: “Hemos visto Su Estrella en Oriente y venimos a adorarlo” (Mt. 2, 2).
Magos para la época de Jesús no eran los que hacían magia, sino los que estudiaban los astros y otras ciencias. Los Magos, guiados por las maravillas de la naturaleza, los descubrimientos de la ciencia y la iluminación de las escrituras divinas, encontraron al Rey de los Judíos, al Mesías esperado. La ciencia no puede estar en contradicción con la verdad. Por eso los Magos encontraron la Verdad que buscaban a través de la ciencia, iluminados por las Sagradas Escrituras y siguiendo la guía divina hacia Belén. En efecto, después de muchas vicisitudes, llegaron “al lugar donde estaba el Niño”. Allí volvieron a ver “la Estrella y se llenaron de inmensa alegría” (Mt. 2,10).“Vieron al Niño que estaba con María Su Madre y postrándose, le adoraron” (Mt. 2, 11). Es decir, al llegar ante la presencia de Dios-hecho-Hombre, caen postrados ante tal majestad y grandeza. Caen, adorándolo. Los Tres Magos ofrecieron regalos al Dios-Hombre: oro, que representa nuestro continuo amor de entrega al Señor; incienso, que simboliza nuestra constante oración que se eleva al Cielo, y mirra, que significa la aceptación paciente de trabajos, sufrimientos y dificultades de nuestra vida en Dios.
Esta breve historia de la Sagrada Escritura nos muestra que Dios se revela a toda raza, pueblo y nación. Se revela en Jesucristo, Dios Vivo y Verdadero, ante Quien no podemos más que postrarnos y adorarlo. La historia de los Magos de Oriente nos muestra cómo Dios llama a cada persona de diferentes maneras, sea cual fuere su origen o su raza, su pueblo o su nación, su creencia o convicción. El toca nuestros corazones para que lo reconozcamos en Jesucristo como nuestro Señor, nuestro Superior, nuestro Rey. Como a los Tres Magos, Dios nos llama, nos inspira para que le busquemos, se revela a nosotros en Jesucristo. Y nuestra respuesta no puede ser otra que la de los Reyes: buscarlo, seguir Su Camino, postrarnos y adorarlo, ofreciéndole nuestra entrega a Él, nuestra oración y nuestros trabajos.

    Presentación

    En nuestro país, el grupo Edwards y COPESA son los conglomerados con mayor cantidad de medios de comunicación. La información que recibimos día a día a través de la televisión, los periódicos y las principales revistas forman nuestra manera de ver e interpretar el mundo que nos rodea desde con marcados elementos ideológicos, de los cuales ni siquiera nos damos cuenta.

    Desde esta perspectiva, generar espacios para compartir aquello que nos des-alinea y nos des-aliena de la cultura y la ideología oficial, constituye una necesidad para aquellos que aspiramos a construir una "realidad" diferente, basada en valores humanistas, centrados en la solidaridad y que acogen la potencialidad creativa que existe en cada uno de nosotros.

    El objetivo de esta página web es, precisamente, constituirse como un medio de comunicación y de expresión generado por personas comunes y corrientes, pero que buscan conectarse con lo grande que hay dentro de ellas mismas y entregarlo a los demás a través de la palabra escrita.