OTRO MANIFIESTO

EN LA ANTIGÜEDAD O EDAD MEDIA ESTO CASI ERA IMPOSIBLE: 1.- SÍ SOMOS CATÓLICOS EN LO ESENCIAL, ESTAMOS UNIDOS EN LO QUE ES ESENCIAL O NECESARIO PARA SER CONSECUENTES CON NUESTRA IDENTIDAD CATÓLICA; 2.- PERO, TAMBIÉN EXISTE LO PERSONAL Y LO OPINABLE EN TEMAS ÉTICOS, SOCIALES, CULTURALES, INCLUSO RELIGIOSOS Y POR SUPUESTO EN LO POLÍTICO; EN ESTO HAY LIBERTAD, TOLERANCIA Y RESPETO A LA DIVERSIDAD SIN PERDER LO ESENCIAL CATÓLICO. 3.- PARA ENTENDER, ESTA VISIÓN DESDE EL PLURALISMO, HAY QUE SER MADURO Y SEGURO DE SÍ MISMO: EL FANÁTICO RELIGIOSO O POLÍTICO EN REALIDAD NO ESTÁ SEGURO DE SUS OPINIONES O CREENCIAS, NECESITA IMPONERLA A LOS DEMÁS. 4.- PODEMOS CONCORDAR EN MUCHAS COSAS, PERO TAMBIÉN DISCREPAR EN NO POCOS CASOS Y ES SANO Y DESEABLE SÍ SOMOS DE CONCIENCIA DEMOCRÁTICA. 5.- OPINO A CONCIENCIA Y NO CREO TENER ALGÚN TIPO DE DERECHO PARA INTENTAR IMPONER MIS OPINIONES A LOS DEMÁS; PERO CON ESTE MISMO CRITERIO, PIDO TOLERANCIA, AMPLITUD DE JUICIO A LOS DEMÁS Y CONSIDERO QUE LA INTOLERANCIA EN TODAS SUS FORMAS ES UN ANTI-VALOR QUE DAÑA LA CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA. 6.- TENER IDENTIDAD NO ES INTOLERANCIA; ANULAR LO NECESARIAMENTE PROPIO POR INTERESES POLÍTICOS O ECONÓMICOS ES DEGRADANTE Y REFLEJA UNA SUMA DECADENCIA MORAL. 7.- DIALOGAR PARA COEXISTIR EN DEMOCRACIA Y DIVERSIDAD ES LO ÉTICO EN SENTIDO CIVIL Y CRISTIANO.

Propuestas de Educación de Conferre a los candidatos presidenciales

Propuestas de Educación de Conferre a los candidatos presidenciales Conferencia de Superiores y Superioras Mayores de Religiosos de Chile a los nueve candidatos a la presidencia de la república de Chile. 1. Presentación Como parte de la sociedad chilena comprometida con la educación históricamente (desde 1595), y ante las nuevas expectativas sociales, en la etapa de Elecciones Presidenciales, la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Chile, CONFERRE, con sus más de 690 Centros Educativos, en manos de las diferentes congregaciones religiosas, desea hacerse presente y hacerse oír como grupo preocupado que desea compartir, aportar y colaborar en la búsqueda común de una educación de mayor calidad e inclusividad. Ello lo hacemos, por sentido de servicio público al País y a la educación; por la responsabilidad que demanda el tener en nuestras instituciones católicas el 16% del alumnado de Chile; por fidelidad a las familias que confían en nosotros; porque nuestro compromiso docente que tiene su razón de ser en la entraña misma del Evangelio, desde donde trasmitimos los valores transcendentes de justicia y esperanza a todos y porque nuestra trayectoria en la historia de la educación en Chile es larga y debe seguir ofreciendo una educación de mayor calidad académica y humana en función de forjar una mejor y más humana convivencia nacional. 2. El camino recorrido Somos conscientes de los avances y logro habidos en educación en las dos últimas décadas. Durante este tiempo se avanzó en cobertura y se implementaron políticas orientadas a la equidad y calidad, con el propósito de acortar la brecha entre los diferentes grupos sociales; se elaboraron y aplicaron programas de reforma curricular; se crearon incentivos colectivos (SNED), incentivos individuales, se encontraron estrategias asertivas como las de la LEY SEP y se inició el funcionamiento de una nueva Institucionalidad (Ley de Educación-2008). Estamos totalmente de acuerdo con la necesaria supervisión, tanto de la Superintendencia de Educación como de la Agencia de Calidad. Ambas instituciones van a dar consistencia a nuestro sistema educativo en la medida que sea efectivamente un modo de promover la colaboración y el mejoramiento de las escuelas y colegios . Compartimos, por otra parte, los reparos y cuestionamiento de una orientación punitiva y abrumadora en procedimientos de estas supervisiones que hemos experimentado estos meses. Es importante avanzar hacia la instauración de ambientes de más confianza, colaboración y simplicidad para poder dar mejor educación . El crecimiento y desarrollo originado por la cobertura educativa creó expectativas en los estudiantes y legítimas aspiraciones en los padres. El propio sistema dejó en evidencia nuevas metas por lograr. Los propios avances fueron generando conflictos. Se produjo un quiebre social con las aspiraciones forjadas en los jóvenes y sus familias. Las medidas para resolver el problema, o el desencanto de los más vulnerables, se consideraron demasiado tarde y aún son insuficientes. Los indicadores de este malestar siguen estando hoy en la calle, sumándose al conflicto el crecimiento de la brecha de las desigualdades, el mercado de los aranceles, el endeudamiento de las familias y todo tipo de problemática social. 3. Justicia y calidad Vivimos momentos delicados en educación. Momentos de grandes aciertos y de grandes ambigüedades. Todos tenemos que revisar nuestras expresiones y compromisos, nuestro sentido de transparencia y nuestras opciones por los más necesitados. En esta búsqueda e intento por comprender y entender la diversidad, no podemos desoír entre las múltiples voces ciudadanas, los anhelos de justicia, de igualdad de oportunidades, de encontrar mejores cauces que contribuyan al bien común, y el deseo de ensanchar los límites personales y sociales. Asumimos el desafío de caminar a una mayor integración social y calidad evangélica en nuestros establecimientos “pagados” que son la minoría. Todos tendremos que revisar nuestro estilo de integrar, de incluir y valorar la calidad, no sólo centrada en resultados tipo Simce-PSU, sino también en otros aprendizajes imprescindibles. Lo objetivo en educación se resume en el derecho de todos a recibir y acceder a una educación con calidad. Los cuatro pilares de esta educación descansan en el aprender a ser, aprender a convivir, aprender a hacer y aprender a aprender. ¿Por qué seguir midiendo la calidad por el hacer? 4. Un mejor apoyo estatal y subvención Consideramos imperativo el mejoramiento de la subvención fiscal, tanto para la educación pública como también en igualdad de condiciones para la educación particular subvencionada que ejercemos como sostenedores en muchos colegios y escuelas en Chile. Confiamos de igual modo en que, progresivamente, vamos a ir mejorando y buscando todos alternativas y formas más adecuadas de entrega de la subvención escolar. Llamamos a considerar un modo de financiamiento más integrador y equitativo, que facilite el funcionamiento de los establecimientos, su estabilidad económica y el desarrollo de sus proyectos. 5. Valoración de los docentes En este deseo de diálogo constructivo, tienen un lugar muy importante los docentes, principales actores de las innovaciones educativas, agentes del cambio. Se ha avanzado y se siguen dando pasos en capacitación, evaluación y desarrollo docente. Pero hay que buscar y encontrar nuevos mecanismos de valoración, reconocimiento económico y social para devolver a la sociedad la imagen de un profesor respetado y creíble. Un desafío urgente y prioritario, si apostamos por la calidad, es el fortalecimiento de la vocación y carrera docente. 6. Fortalecimiento de la enseñanza técnico profesional Abogamos por un desarrollo y una fuerte inversión para mejorar la educación técnico profesional. Urge fortalecer la calidad de la formación técnica en todos los centros educativos; de tal modo, que los recursos permitan vincular la formación con un ámbito laboral que asegure a los estudiantes las competencias de calidad requerida para desempeñarse con un buen nivel en la especialidad elegida. Solamente así se conseguirá hacer de la Enseñanza Técnico-Profesional una alternativa de formación laboral prestigiada y reconocida socialmente, y el País podrá responder a la demanda de profesionales técnicos que hoy tiene. 7. La familia y su espacio participativo Queremos subrayar el rol esencial de la familia chilena en la educación. Consideramos que todo el proyecto educativo del País gira a su alrededor: sus expectativas, sus esperanzas, sus frustraciones, sus carencias, su sufrimiento implícito y explícito. No es posible la calidad de la educación escolar si no se cuenta con la colaboración y compromiso de las familias. En todo proyecto educativo la familia debe tener definido su espacio de formación, integración y colaboración. El colegio no solo se debe entender como compromiso de los padres sino que también como centros de apoyo. 8. La Educación: un proyecto de País Sabemos bien que el proyecto sobre educación tiene que ser de largo alcance y a largo plazo; debe consensuarse y convertirse en política nacional. Proponemos desarrollar un plan de trabajo de la educación chilena que transcienda el del Gobierno de turno; este trabajo requiere que el futuro Gobierno proponga y desarrolle una Política de Estado con consenso nacional para estructurar un acuerdo educativo de a lo menos 10 años. Las experiencias exitosas en educación señalan que un rasgo importante para mejorar consiste en tener programas a largo plazo que incluyan la superación de la desigualdad, un alto profesionalismo, el aseguramiento de la calidad y el respeto de la libertad de enseñanza. 9. Educar en responsabilidad moral y social. Es primordial que reforcemos nuestra pasión por lo que es verdaderamente humano, educando en responsabilidad moral y social, en el marco de un humanismo solidario y de valores transcendentes. Estamos dispuestos a dar pasos y a apoyar los avances en educación que estén al servicio de la dignidad humana y ciudadana de los educandos. Deseamos llegar a una educación que garantice y fortalezca el desarrollo del ser humano, donde se hagan visibles la justicia, la responsabilidad social, la fraternidad y la ciudadana. 10. Conclusión Hemos querido poner en manos de ustedes, los candidatos presidenciales, nuestras preocupaciones, nuestra visión educativa y nuestras búsquedas, nuestras opciones y nuestra oferta como educadores. De ustedes esperamos una mirada social objetiva sobre cada uno de los puntos que aquí se explicitan. No tenemos otros intereses que los fundamentados en la justicia, el compromiso social y transcendente, la equidad, la igualdad y la opción evangélica por los más vulnerables. Deseamos un tipo de educación que no segregue a ninguno de los actores sociales, tanto los que tienen la responsabilidad de educarse como los que tienen la misión de educar. Todo lo aquí expuesto será entregado en todos nuestros Centros Educativos religiosos del País, para su reflexión con las distintas comunidades educativas. http://www.conferre.cl/detalle.php?id=NTky

"Quedarse solo, no querer ir a votar, el individualismo masificado, el auto-engaño político, la idea fuerza de la gratuidad y el humanismo cristiano comunitario"

"Quedarse solo, no querer ir a votar, el individualismo masificado, el auto-engaño político, la idea fuerza de la gratuidad y el humanismo cristiano comunitario" 1.- Quedarse políticamente solo, pareciera ser el castigo terrible que los partidos aplican con suma dureza a los militantes que se atreven a “soltarse” DE ESTAS MÁQUINAS DE PODER AL SERVICIO DE GRUPOS CON APELLIDOS ILUSTRES…Tomar conciencia de esto es básico. Por lo mismo, es el momento de salir de esta soledad y organizar lo que sea más útil: un grupo cultural, un nuevo movimiento, etc. para iniciar un proceso de empoderamiento político y cultural desde la realidad local y valores identitarios. 2.- Un sector importante de la población no tiene interés en votar y esto no cambiará fácilmente, por decirlo así, pensando que esta situación cambiará algún día. Algunos los quieren obligar a votar con el voto obligatorio. Seguramente aumentarían los votos de algunos “parásitos” que viven a la sombra de grupos de poder y partidos políticos. Abría que darle un contenido más claro al rechazo a este sistema neo-liberal para promover el voto nulo. Pero, ¿por qué hay gente que no vota? Seguramente, algunos no tienen sentido de responsabilidad social… ¿cuántos?...Otros dejaron de votar, los menos o ¿los más?, porque rechazan el sistema y han captado que los políticos actuales tienen menos poder que un rico capitalista o son mediocres, etc. Mucha gente no piensa demasiado la política, está prostituida: quiere cosas. En algunas poblaciones que alguna vez fueron de izquierda o de centro, el político que reparte más “cosas” tiene un sucio voto. Ahora es la gratuidad la idea fuerza. Despierta un apetito voraz pensar en “cosas gratuitas”. Esto pareciera ser una forma de entrar al “pleno consumismo” pagando con el dinero que no se tendría que destinar a educación, por ejemplo. 3.- ¿Qué proyecto político actual promueve efectivamente y masivamente lo “comunitario” como alternativa socio-cultural al individualismo y consumismo del sistema neo-liberal chileno imperante? La Iglesia Católica chilena ¿qué está aportando? Documentos y un mediocre trabajo pastoral, con algunos testimonios heroicos de consecuencia, etc. Usando el lenguaje como un camuflaje, lo que ofrecen los grupos de poder de los partidos es: más bienestar material. ¿Quién promueve valores necesarios para modificar gradualmente el contexto anti-solidario actual? Se utilizan los nombres de líderes sociales cristianos del pasado, para mantener una ilusión de consecuencia ideológica o política. Muchos saben que atreverse a promover valores en el campo de la política es correr un riesgo muy grande. Una persona del montón que vive miserablemente de la política no se atreve a enfrentar el individualismo masivo que ha invadido casi todos los ámbitos de la sociedad chilena, porque tiene mucho que perder, si no logra ser un “líder contra-corriente exitoso”. La mayoría de la gente desconfía de los políticos, quiere cosas concretas, no sigue ideales como en los pasados años 60, porque no ve en estos “mercaderes del poder” a líderes carismáticos. Saben que una figura mediática seudo-carismática, les puede repartir “cosas”, “cierta gratuidad” y algunos beneficios relativamente importantes, pero, también saben que este “ente sonriente” se tendrá que “acostar con el sector privado” y los multimillonarios seguirán disfrutando de negocios muy convenientes para ellos, pero no necesariamente para el pueblo, en especial los más pobres. La gente lo sabe, pero canta con Luís Miguel: “miénteme con un beso que parezca de amor, necesito creerte…” Hoy, un líder político que saluda en la calle, sonríe, reparte algunos juguetes en una población, le compra calzones a una niña embarazada, besa a un homosexual, etc. es popular, es lo mínimo que se espera de él, porque lo demás es ilusión y si puede repartir más beneficios, la gente cae en la idolatría y los más miserables y vulnerables frente a la demagogia son los que más se “auto-engañan” con esta manipulación. Por otro lado, el cinismo frente a temas valóricos de algunos o algunas, es impresionante: ejemplo, condenar el aborto y justificar la tortura o muerte por razones políticas o promover el aborto y condenar la tortura o muerte sufrida por razones políticas. 4.- ¿Qué posibilidades tiene una auténtica política humanista cristiana comunitaria en Chile? Con realismo, las mínimas, para ser optimista, a pesar de todo. No hay una red nacional visible de personas que realmente quieran hacer una política cristiana comunitaria, no en la medida de lo posible, sino más bien, confiando en la ESPERANZA CRISTIANA COMO FUERZA HISTÓRICA y ser líderes y activistas contra-corriente. Esto no es utópico o anti-histórico, porque en la idiosincrasia chilena hay un cristianismo o humanismo de raíz cristiana que está latente, pero necesita de CRISTIANOS o HUMANISTAS consecuentes y humildes para reconocer y rectificar los errores cometidos, y que en definitiva, potencien una nueva etapa del humanismo cristiano comunitario en Chile, en diálogo con la diversidad, pero suficientemente autónomo para no quedar bajo un control denigrante de sectores sectarios y manipuladores que terminan por destruir la identidad y razón de ser de un social cristianismo comunitarista del siglo XXI. Para todo esto se hace necesario pensar bien para concretar eficazmente una acción política y cultural. En el contexto de la post-modernidad las utopías excluyentes son alienantes y claramente nefastas. La inclusión socio-cultural-religiosa, respeto a la diversidad y fidelidad a la identidad y valores fundamentales es la tarea del pensamiento y de la acción de un catolicismo no traicionado. Todo se debe orientar para construir una praxis socio-cultural-política consecuente y coherente: la reflexión teológica, la filosofía política, la ética, la tecnología, la espiritualidad, etc. Es nuestra tarea histórica que está vigente, pero hay que asumirla con rigor, pasión y esperanza cristiana. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

POEMA POLÍTICO PARA ESTE DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE 2013... JUEVES, 14-11-2013. AUTOR: MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA-.

POEMA POLÍTICO PARA ESTE DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE 2013... JUEVES, 14-11-2013. AUTOR: MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA-. ¡PASAN LOS RESTOS DE MARCHAS DE OTROS TIEMPOS! PASAN CON SONRISAS FANTASMALES Y SALUDOS DE CARTÓN Y HUMO, PIDIENDO VOTOS CON DISCURSOS GASTADOS, CON OLOR A PRÓCERES Y MUERTOS SAGRADOS. MIENTRAS EL CONSUMISMO LES CARCOME LOS HUESOS. ¡SON DESPOJOS DE LUCHAS QUE NO HAN SABIDO SEGUIR GANANDO! SON MUERTOS VIVIENTES QUE VIVEN DE LA SANGRE Y CARNE DE QUIENES NO SABEN QUE MUCHOS DE LOS NUEVOS LÍDERES VOTARÁN NULO O NO IRÁN A VOTAR POR ESOS MUERTOS QUE APARENTAR ESTAR VIVOS Y SER CRISTIANOS Y DEMÓCRATAS. ALGUNOS MUERTOS VIVIENTES NO PUEDEN RECORDAR, ESTÁN MUERTOS, QUE LOS QUE GOBIERNAN NO SON LOS QUE DICEN QUE GOBIERNAN NI OTRO TIPO DE SIRVIENTES DEL SISTEMA. LOS AMOS DEL MUNDO Y DIOSES DEL MERCADO NO NECESITAN DE ELECCIONES, DICEN ESTE ES EL LÍMITE Y PUNTO; LAS SONRISAS SEUDO-CARISMÁTICAS SE CONGELAN Y SE ACABARON LAS REFORMAS RADICALES Y ESO ES TODO.

POEMA POLÍTICO PARA ESTE DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE 2013... JUEVES, 14-11-2013. AUTOR: MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA-. ¡PASAN LOS RESTOS DE MARCHAS DE OTROS TIEMPOS! PASAN CON SONRISAS FANTASMALES Y SALUDOS DE CARTÓN Y HUMO, PIDIENDO VOTOS CON DISCURSOS GASTADOS, CON OLOR A PRÓCERES Y MUERTOS SAGRADOS. MIENTRAS EL CONSUMISMO LES CARCOME LOS HUESOS. ¡SON DESPOJOS DE LUCHAS QUE NO HAN SABIDO SEGUIR GANANDO! SON MUERTOS VIVIENTES QUE VIVEN DE LA SANGRE Y CARNE DE QUIENES NO SABEN QUE MUCHOS DE LOS NUEVOS LÍDERES VOTARÁN NULO O NO IRÁN A VOTAR POR ESOS MUERTOS QUE APARENTAR ESTAR VIVOS Y SER CRISTIANOS Y DEMÓCRATAS. ALGUNOS MUERTOS VIVIENTES NO PUEDEN RECORDAR, ESTÁN MUERTOS, QUE LOS QUE GOBIERNAN NO SON LOS QUE DICEN QUE GOBIERNAN NI OTRO TIPO DE SIRVIENTES DEL SISTEMA. LOS AMOS DEL MUNDO Y DIOSES DEL MERCADO NO NECESITAN DE ELECCIONES, DICEN ESTE ES EL LÍMITE Y PUNTO; LAS SONRISAS SEUDO-CARISMÁTICAS SE CONGELAN Y SE ACABARON LAS REFORMAS RADICALES Y ESO ES TODO.

ENSAYO

ENSAYO LITERARIO-SOCIAL LA DIALÉCTICA SOCIAL EN LA “REGLA DE ORO”. 1.- Queremos reconocer una vez más, la validez ética y moral de la Regla de Oro, para luego hacer una breve lectura socio-ética de nuestra sociedad actual, tensionada por los intereses dominantes que reducen a los pueblos a ser meros productores y consumidores de bienes que tienen como destino final el enriquecimiento de minorías explotadoras y depredadoras que han perdido el sentido social y ecológico de lo humano. Por un lado están los que funcionan como los dueños del planeta y por otro lado están los habitantes de la tierra que no pueden construir una nueva sociedad centrada en la persona y su vida trascendente, produciéndose un conflicto más que milenario que nutre la historia de todos los pueblos. Es en la denuncia de los abusos y explotación, donde está configurada la utopía de esta nueva forma de convivencia más fraternal y justa, pues lo que se cuestiona es el “acaparamiento del bienestar” por unos pocos, la imposición de leyes opresivas, la falta de una real participación en los asuntos públicos, la existencia de clases sociales dominantes abusivas, la utilización de la cultura, educación y religión para justificar la explotación del hombre por el hombre, etc. En medio de este drama nos preguntamos: ¿Qué tan válida es la Regla de Oro? ¿Qué tan universal es? ¿Qué es la Regla de Oro? No pretendemos dar respuestas complejas, es más bien una visión de lo esencial de este conflicto. 2.- En la colección de citas y frases célebres se denomina también a “La Regla de Oro, como la Regla Dorada o la Ética de la Reciprocidad es la moral común que une las grandes religiones y que constituye el gran patrimonio de la humanidad” . Para ello hay un respaldo de las siguientes citas bibliográficas: Citas por libro: Evangelio - Jesucristo –San Pablo. "Por tanto, todas aquellas cosas que quisierais que los hombres os hagan, obradlas asimismo con ellos: pues ésta es la ley y los profetas". Mateo 7:12 "También, así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos". Lucas 6:31. "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Gal.6:7 Analectas de Confucio. En respuesta a la pregunta "¿Hay algún valor de acuerdo con el cual pueda actuarse a lo largo de la vida?", Confucio respondió: "El dicho acerca de la consideración: Nunca obres con los demás lo que no quieras que obren contigo". 15:23 Mahabharata "No debería comportarse de forma que sea desagradable para uno mismo: ésta es la esencia de la moralidad". XIII, 114, 8. "No hagas a los demás lo que no es bueno para ti." XIII, 115, 22. Escrituras budistas "Un estado que no sea agradable o placentero para mí, tampoco lo será para él; y ¿cómo puedo imponer a los demás un estado que no me resulta agradable ni placentero para mí?" Sanyutta Nikaya V, 353.35-342.2. Escritos zoroastrianos, Gãthãs "Lo que es bueno para todos y para uno, para quien quiera: eso es bueno para mí. (...) Lo que sea bueno para mí, eso mismo debería juzgarlo para todos". 8ª Gãthã, Yasna 43:1. Libro de Tobías, Antiguo Testamento "Lo que no desees para ti, no lo hagas con los demás" 4.15 Talmud "No obres con los demás aquello que no desees que obren contigo." Rabino Hillel, Shabbat 31a. Corán "Ay de los que escatiman, esos que, cuando se miden con la gente, dan la medida completa, más cuando miden o pesan para ellos, la soslayan." 83:1-3, Muhammad Hadiz de Al-Bukhárí "Ninguno de vosotros tiene fe si no desea para su hermano lo que desea para sí". Al-Bukhárí, Citado en Maulana Muhammada 'Ali, A Manual of Hadith, cap. II, nº9. Palabras Ocultas "¡Oh, hijo del Espíritu! En verdad, has de saber, que quien exhorte a los hombres a ser justos en tanto que él mismo cometa iniquidad no es de los Míos, aunque lleve Mi nombre (...) ¡Oh hijo del Ser! No atribuyas a ningún alma lo que no desearías que te atribuyesen a ti, ni digas lo que no haces. Éste es Mi mandamiento para ti, cúmplelo”. Árabe 28-29. Bahá'u'lláh Kalimát-i-Firdawsiyyih "Escoge para tu prójimo lo que escoges para ti mismo". Tablas 6:20. Bahá'u'lláh Kitáb-i-Íqán "No debería desearles a los demás lo que no desee para sí, ni prometer lo que no haya de cumplir." 215. Bahá'u'lláh Súratu'l-Mulúk "No cargues ningún alma con lo que no desearías que cargasen sobre ti, ni le desees a nadie ninguna de las cosas que no deseáis para vosotros mismos". Pasajes 66:8. Bahá'u'lláh Kitáb-i-Aqdas "No deseéis a los demás lo que no deseéis para vosotros mismos". Kitáb-i-Aqdas 148. Bahá'u'lláh El mensaje de Silo "Cuando tratas a los demás como quieres que te traten te liberas" El Mensaje de Silo, El Libro, Cap. XIII "Los principios", Principio 10 "Nos proponemos dar creciente cumplimiento a esa regla que nos recuerda tratar a los demás como queremos ser tratados" El Mensaje de Silo, La Experiencia, Ceremonia de Reconocimiento "Aprende a tratar a los demás del modo en que quieres ser tratado" El Mensaje de Silo, El Camino, Parrafo 5°. 3.- Para nosotros está suficientemente demostrado que la Regla de Oro tiene una validez universal. Pero, lo que nos interesa mencionar aquí, sin pretender decir algo nuevo, es que siendo tan reconocida es también ignorada o transgredida con suma facilidad o se hace ilusoria en una sociedad de clases dominantes y clases subordinadas o explotadas. No es una novedad que un rico y poderoso abuse de su posición social y poder. Este es un hecho social permanente que no necesita ser demostrado, porque es demasiado evidente. Con todo lo dicho, no buscamos demostrar con estas reflexiones, la validez de un análisis estructural-dialéctico de lo social y tampoco podríamos demostrar lo contrario. Porque, sería necesario realizar otro tipo de análisis u investigación que está fuera de nuestro propósito. Pero, es notable redescubrir una y otra vez el conflicto que se da entre los que tienen mucho poder y bienes y los que luchan por sobrevivir en medio de un sistema opresivo. En esta situación hay sin duda una dialéctica social permanente. Es un dato empírico. 4.- Dos siglos antes de Cristo, Jesús, hijo de Sirac, escribió en Sirácides 13, 1-24: “El que toca la pez, se mancha, el que convive con el orgulloso, se hará como él. No tomes sobre ti carga pesada, con el más fuerte y rico que tú no convivas. ¿Por qué juntar cántaro con caldero? Este le chocará y aquél se romperá. El rico agravia y encima se envalentona, el pobre es agraviado y encima ha de excusarse. Si le eres útil, se servirá de ti, si eres torpe, te abandonará. Si tienes algo, vivirá contigo, y te despojará sin fatigarse él. ¿Ha menester de ti? Tratará de engañarte, te sonreirá y te dará esperanzas; buenas palabras te dará y dirá: “¿Qué te hace falta?” Te avergonzará en sus festines, hasta despojarte dos, tres veces, y para terminar se burlará de ti. Después, si te ve, te dejará a un lado, y meneará la cabeza ante ti. Guárdate de dejarte engañar, y de ser humillado por estúpido. Cuando te llame un poderoso, quédate a distancia, que tanto más te llamará. No te presentes por ti mismo, no sea que te rechace, ni te quedes muy lejos, para no pasar inadvertido. No pretendas hablar con él de igual a igual, ni te fíes de sus muchas palabras. Que con su mucho hablar te pondrá a prueba, como quien pasa el rato, te examinará. Despiadado es quien no guarda tus palabras, no te ahorrará ni golpes ni cadenas. Observa y ponte bien en guardia, porque caminas junto a tu propia ruina. Todo viviente ama a su semejante, y todo hombre a su prójimo. Todo animal según su especie se une, a su semejante se adhiere el hombre. ¿Cómo podrá convivir lobo con cordero? Así el pecador con el piadoso. ¿Qué paz puede tener la hiena con el perro? ¿Qué paz el rico con el indigente? Caza de leones son los onagros en el desierto, así los pobres son presa de los ricos. Abominación para el orgulloso es la humildad, así para el rico es abominación el pobre. El rico que vacila es sostenido por sus amigos, al humilde que cae sus amigos le rechazan. Cuando el rico resbala, muchos le toman en sus brazos, dice estupideces, y le justifican; resbala el humilde, y se le hacen reproches, dice cosas sensatas, y no se le hace caso. Habla el rico, y todos se callan, y exaltan su palabra hasta las nubes. Habla el pobre y dicen: “¿Quién es éste?” y si se equivoca, se le echa por tierra. Buena es la riqueza en la que no hay pecado, mala la pobreza al decir del impío”. Este es un texto inspirado que refleja la experiencia vital de los sabios de Israel, la sapiencia del Antiguo Testamento. 5.- Para nosotros está suficientemente demostrado que hay un conflicto social en la base misma de la historia humana. Hay intereses contrapuestos. “así los pobres son presa de los ricos” como lo dice Jesús, hijo de Sirac. Esto significa que vivimos condicionados por diversos conflictos que nos tensionan y nos hacen enemigos de clase, enemigos ideológicos, incluso la misma espiritualidad religiosa se contamina con nuestras odiosidades y fanatismos que reniegan del sentido mismo de la “religación espiritual”: el amor al prójimo como a sí mismo y a Dios como fuente de todo amor. De acuerdo a esta situación existencial podemos deducir que un análisis lúcido de este conflicto que está en la dinámica misma de nuestra existencia humana personal y colectiva es pertinente en la medida que establece las líneas gruesas de este proceso de desamor y desencuentro. 6.- Nos preguntamos: ¿Tiene sentido promover como criterio ético-social la Regla de Oro para asumir este conflicto social que se redescubre una y otra vez? 7.- Algo tan simple como es la Regla de Oro: “haz a los demás lo que tú quieres que te hagan a ti” o “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”, es a la vez algo tan profundo y radical que una mente humana alienada o perdida en una insensibilidad individualista, no puede comprender y ni siquiera entender toda la carga negativa que conlleva tratar al Otro como inferior y no como a un igual o prójimo. No necesitamos esperar siglos de desarrollo filosófico o cultural-religioso para experimentar en nuestra vida concreta que el amor al prójimo como a sí mismo es un fundamento que al ser realmente asumido haría de nuestras sociedades, ambientes de fraternidad, de libertad y solidaridad. Y en nuestra Iglesia este amor realmente asumido, superaría los restos de autoritarismo clerical que tanto daño están causando en estos momentos en nuestra Iglesia Católica. Porque los bienes se pueden poseer en un ambiente solidario sin perder lo personal o sin anular a la persona frente a la colectividad y la autoridad se puede ejercer sin prepotencia ni privilegios principescos. 8.- Si esta Regla de Oro se aplicara en todas sus posibilidades en nuestras estructuras sociales, políticas, económicas y culturales nuestros problemas serian otros. Es en la posibilidad que tiene un hombre o una mujer de ser más humanos y superar las alienaciones del individualismo deshumanizador, donde se encuentra en toda su realidad el misterio del Ungido que reintroduce en el seno de la humanidad una situación de salvación aceptada desde la libertad más radical de la persona. El Ungido, encarnado en una mujer y esencialmente a través de ella encarnado en toda la humanidad, en la medida que ningún ser humano es intrínsecamente perverso, hace posible que la historia cotidiana íntima y pública sea en todos sus momentos una historia de salvación que puede ser negada o aceptada libremente. 9.- De todos los condicionamientos que fijan las posibilidades humanas, el que produce Dios es el que siempre supone el pleno ejercicio de la libertad humana. ¿Podemos ignorar el condicionamiento que significa para nuestro desarrollo personal la realidad de nuestro temperamento estructuralmente biológico? ¿Podemos ignorar el condicionamiento sociocultural donde hemos nacido, crecido, envejecido y algún día moriremos? ¿Seriamos los mismos si hubiésemos nacido en otra época y en medio de otro grupo étnico? Entonces ¿existe la libertad? Es en medio de este mismo contexto donde podemos encontrar una o varias respuestas a esta pregunta. Porque no es lo mismo protestar, por ejemplo, en una dictadura como la que está instalada en China comunista, donde una protesta estudiantil termina en una masacre o en el Chile de hoy, donde a pesar de todo, se puede reclamar, protestar públicamente y no amanecer muerto flotando en un rio, como lo fue durante la dictadura de Pinochet. Son hechos como estos u otros los que demuestran que hay espacios de libertad en la vida personal y colectiva que debieran hacen la diferencia principal entre una democracia basada en la tolerancia y respeto a la diversidad y un sistema político totalitario basado en la exclusión. Sin embargo, este tema no es tan simple, porque la libertad tiene otros aspectos más ontológicos, que no trataremos aquí en todas sus posibilidades. Pero, queremos afirmar que la libertad interior es fundamental para poder hablar de una persona capaz de generar hechos históricos y sociales con un significado existencial temporal y trascendental. Este aspecto sobre la libertad es muy relevante para continuar estas reflexiones que rescatan el valor relativo de un análisis dialéctico de nuestra convivencia y existencia personal. Dios respeta esta libertad, incluso en la misma encarnación de su Hijo, el Ungido, el Cristo. La libertad es esencial en la historia de la salvación de la humanidad. 10.- Cuando la Regla de Oro es anulada por el individualismo de los grupos de poder, se produce una situación de injusticia que repercute en todo el conjunto de la sociedad. El hombre común, la mujer sencilla de nuestras poblaciones marginales, nuestros campesinos y jóvenes que no siempre han tenido una formación crítica para apreciar y darse cuenta de lo que está pasando en nuestra sociedad; ven con mucha claridad la injusticia que está implicada en sus sufrimientos, explotaciones y abusos que padecen de parte de las minorías poderosas de este mundo. Estas personas ven como algunos se disfrazan de pobres y desde templos de mármol ubicados en el centro mismo de los barrios de la clase dominante, predican un espíritu de pobreza que está en la punta de la lengua, pero no en la vivencia cotidiana de estos predicadores anacrónicos por no decir alienados. La pobreza real de miles de personas que viven en casas húmedas, con sueldos miserables, con problemas de salud y diversos sufrimientos como enfermedades terminales que no pueden atenuar porque no tienen el dinero suficiente para comprar alguna droga que disminuya el dolor, clama al cielo (que algunos se ufanan de no mirar para poder ver, según ellos, la realidad temporal) y denuncia a los que se han enriquecido aplastando a miles de personas. En estos momentos en Chile hay unas 400 familias que reúnen todo el poder económico del sector privado y que determinan en buena medida la política nacional. ¿Qué importancia puede tener que esta gente crea en un Dios que sea amor y toda bondad? ¿Qué le podría decir esta pretendida creencia religiosa a los chilenos(as) más pobres, incluso que viven en la extrema pobreza y que se sienten maltratados por la vida y olvidados por un Dios amor? Esto lo vio muy bien san Francisco en el siglo XIII, y siendo hijo de un rico mercader o comerciante burgués se hizo pobre con los pobres, no se disfrazo de pobre. La Iglesia de hoy necesita el reflorecimiento de un franciscanismo auténtico que le cambie no tan solo el rostro sino la praxis de muchas de sus áreas pastorales y sobretodo el cambio espiritual y ético de muchos que han hecho de las practicas rituales una mera apariencia que no tiene nada de autentico espíritu de pobreza. Sin embargo, no podemos desconocer los diversos testimonios de vidas solidarias que están presentes en la Iglesia Contemporánea. Conclusiones: 11.- Frente al sistema global que todo lo está invadiendo como un nuevo imperio que busca reemplazar al ciudadano por un consumidor idiotizado ¿Que podemos hacer los que queremos subordinar el tener al ser? Primero, no podemos renunciar a esta convicción que emerge de la exigencia misma del proyecto de vida cristiana: las personas son el centro de la vida social; Segundo, la autenticidad de nuestra vivencia de fe, está expresada en la Regla de Oro, como dimensión política del amor al prójimo que nunca puede desaparecer de la existencia cristiana. Tercero, el fruto histórico de la contemplación que se vive en los Monasterios Carmelitas u otras espiritualidades contemplativas es la fraternidad y solidaridad que va creando nuevas formas de unidad, que buscan realizar el bien común que siempre se preocupará que la dignidad de las personas sea respetada, haciendo efectivo los derechos humanos y el acceso a mejores condiciones de vida que a medida que sean más humanas, más justas y más comunitarias, harán posible el desarrollo de una cultura del Espíritu que busca la plenitud y la felicidad de todos los hombres y mujeres que viviendo la Regla de Oro en todas sus posibilidades preparan la venida definitiva del Reino de Dios. 12.- Nuestra breve conclusión es: Promover como criterio ético-social la Regla de Oro para asumir el conflicto social que se redescubre una y otra vez, tiene sentido asumiendo el Evangelio como una propuesta de liberación histórica que nos lleva a una nueva convivencia que busca superar el dominio de clases, plenamente realizada en la comunión plena con Dios, más allá de la historia. Es un proceso humano y divino, abierto, plural, tolerante y siempre perfectible. Mario Andrés Díaz Molina. Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

DÍA DE LA MADRE, FUERA DEL CONSUMISMO.

EL DÍA DE LA MADRE... ¿CURSI?...LO QUE ENCIERRA UN VALOR NUNCA SERÁ CURSI...EL CONSUMISMO OCCIDENTAL HA DESVALORADO LA NECESARIA VIDA AFECTIVA DE LA PERSONA, AL INTENTAR REDUCIR TODO A UN NEGOCIO DE BIENES DE CONSUMO... MUJERES, USTEDES SON MADRES DESDE QUE NACIERON; PORQUE TIENEN UN PUSTO DE VISTA FEMENINO QUE AL SER ESCUCHADO POR TODOS: HOMBRES, NIÑOS(AS), JÓVENES, ETC. NOS HACE MÁS SABIOS Y SENSIBLES PARA VIVIR ASUMIENDO EL BIEN. MATERNIDAD ES SABIDURIA QUE DA VIDA Y VALORES PARA VIVIR. ¡FELIZ DÍA DE LA MADRE! ¡AQUÍ ESTOY CON MI MADRE ENFERMA! ¡ELLA SIEMPRE HA ESTADO CONMIGO! ¡GRACIAS MADRE, DONDE ESTUVISTE Y ESTÁS, SIEMPRE ENCONTRÉ Y ENCUENTRO A DIOS!

POESIA LIRICA PARA EL DIA DE LA MADRE.

1.-‘El Rosario de mi madre’, de Salvador Rueda. Este hombre de letras español cultivó, entre otros géneros literarios, la poesía. De entre sus muchos poemas destaca uno dedicado a su progenitora, ‘El rosario de mi madre’, del que incluimos un extracto a continuación: "Donde los dedos al rezar pusiste, como quien reza a Dios ante el santuario, en mis horas de enfermo solitario voy poniendo los besos que me diste." 2.- ‘Madre, llévame a la cama’, de Miguel de Unamuno. Uno de los escritores de mayor renombre de la Generación del ’98, Unamuno se dedicó, sobre todo, a la novela, escribiendo obras tan famosas como ‘San Manuel, bueno, mártir’. También produjo poesía, y dedicó el poema ‘Madre, llévame a casa’ a su madre. Uno de sus versos lee así: "Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama, que no me tengo de pie. Ven, hijo, Dios te bendiga y no te dejes caer." 3.- ‘Madrecita mía’, de Gabriela Mistral. Poetisa y diplomática chilena, Gabriela Mistral fue la primera persona de Sudamérica en recibir el Premio Nóbel de Literatura. Escribió un gran número de poemas dedicados a su madre, entre los que se encuentra ‘Madrecita mía’. A continuación incluimos uno de sus versos: "Madrecita mía, madrecita tierna, déjame decirte dulzuras extremas. Es tuyo mi cuerpo que juntaste en ramo, deja revolverlo sobre tu regazo." 4.- ‘Madre e hijo’, de Eugene Field. Escritor norteamericano que vivió durante la segunda mitad del S: XIX, Eugene Field destacó por su gran producción poética. De entre las muchas obras que escribió sobresale el recopilatorio ‘Poemas de la Infancia’, en el que se incluye ‘Madre e hijo’, poesía a la que pertenece el siguiente verso y en la que establece una paralelismo entre la figura materna y una rosa: "Una noche una gota de agua cayó al interior del capullo de una rosa, 'Oh pequeña mía, bien te quiero yo a ti, ¡quédate aquí siempre, en dulce reposo!'" 5.- ‘¡Ay Mamá!’, de Nicomedes Santa Cruz. Periodista, músico, herrero, poeta, Nicomedes Santa Cruz fue un hombre polifacético. Nacido y fallecido en Perú, Nicomedes cuenta con una prolífica obra a sus espaldas. Uno de sus poemas, ‘¡Ay Mamá!', lo dedicó a su madre, y en él la llama desesperadamente: "A la sombra de una palma Quise librarme del sol, Quise libarme del sol Y me estoy quemando el alma... Estoy perdido en Brasil Entre cimbreantes palmeras. ¡Ay mama, si tú me vieras, si tú me vieras, si tú me vieras...! ¡Ay mama!" 6.- ‘A mi madre’, de Vicente Riva Palacio. Abogado, militar, periodista, este mexicano repartió su tiempo entre múltiples actividades. A la que menos tiempo dedicó fue, precisamente, a la poesía, aún a pesar de lo cual escribió grandes poemas. Entre ellos está éste, ‘A mi madre’, del que incluimos un verso a continuación: "¡Oh, cuán lejos están aquellos días en que cantando alegre y placentera, jugando con mi negra cabellera, en tu blando regazo me dormías! ¡Con que grato embeleso recogías la balbuciente frase pasajera que, por ser de mis labios la primera con maternal orgullo repetías!" 7.- ‘Las manos de mi madre’, de Alfredo Espino. Poeta salvadoreño, Espino murió siendo muy joven. Tras su fallecimiento se publico un libro, ‘Jícaras Tristes’, a modo de recopilación de todas las poesías que había escrito hasta el momento. ‘Las manos de mi madre’ es una de esos poemas, y en él Alfredo Espino se dirige a su madre de la siguiente manera: "Manos las de mi madre, tan acariciadoras, tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras. ¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman, las que todo prodigan y nada me reclaman! ¡Las que por aliviarme de dudas y querellas, me sacan las espinas y se las clavan en ellas!" 8.- ‘Caricias’, de Gabriela Mistral. Esta poetisa chilena ganadora del Premio Nóbel de Literatura escribió un gran número de poemas a su madre. En todos ellos destacaba la ternura que empleaba para dirigirse hacia ella, y los recuerdos de la infancia que evocaba sin cesar. El siguiente verso pertenece al poema ‘Caricias’: "Madre, madre, tú me besas, pero yo te beso más. Como el agua en los cristales, caen mis besos en tu faz... Te he besado tanto, tanto que de mi cubierta estas y el enjambre de mis besos no te deja ni mirar..." (Fuente: http://fiestas.practicopedia.lainformacion.com/dia-de-la-madre/los-mejores-poemas-para-el-dia-de-la-madre-10360) La madre sigue siendo una fuente de inspiración, en medio del “incendio transmutador del consumismo” que intenta reducir los valores más esenciales en un bien de consumo, incitando a lucrar con estas riquezas espirituales. El día de la madre, no se escapa de esta perversión de los valores humanos y religiosos. Pero, los valores son objetivos y como el oro, robado o comprado honestamente, es oro en sí mismo y valioso como metal noble; el día de la madre, en sí mismo es un reconocimiento necesario que nos confirma que seguimos conservando valores como la gratitud, la bondad y el sentido de la dignidad. Todo esto encierra una madre, sobre los defectos que como mujer pueda tener. Lo más grande que los creyentes podemos desear a una Madre, es la bendición de Dios. ¡Qué Dios bendiga a todas las Madres del mundo, una de ellas, es la Madre de Dios! Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

UNA PROFECÍA DEL HUMANISMO CRISTIANO.

UNA PROFECÍA DEL HUMANISMO CRISTIANO. La denuncia de la injusticia globalizada sigue vigente, no se puede justificar la deshumanización de la economía de mercado que se ha apoderado del mundo post-moderno. Se ha cumplido la profecía del humanismo cristiano que advertía que el olvido de Dios nos lleva a la negación de la dignidad del ser humanos y la negación de los valores humanos nos lleva a la destrucción del medio ambiente, donde la humanidad vive y se encuentra con Dios. ANTI-CANTO DEL IMPERIO. Los ojos aéreos del imperio, vigilan a los parias de Dios, vigilan el despertar de los pueblos. Sus satélites espías cohabitan, con los dioses de la guerra. Los huérfanos de poder, no poseen la energía originaria. El agua apetecible de sus norias, sube a la boca del imperio, y desciende ennegrecida al vientre de la tierra. Sus bosques autóctonos, agonizan bajo la lluvia ácida. Sus jardines interiores hieden a aguas servidas. La abundancia de los mercados, se pudre en el hambre de los últimos menesterosos. Los consumidores son glorificados y seducidos por los dominadores. El mercado apátrida se pasea ebrio y excitado por las plazas de barrio alto de la aldea global. Del Libro: “Cantos y Anti-Cantos del Ungido y da la Última Cumbre”. De Mario Andrés Díaz Molina. Poema 10. Pág. 12. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

CANTOS Y ANTICANTOS DEL UNGIDO Y DE LA ÚLTIMA CUMBRE

CANTOS Y ANTICANTOS DEL UNGIDO Y DE LA ÚLTIMA CUMBRE Hace unos días llegó a mis manos un ejemplar del texto “Cantos y Anticantos del Ungido y de la Última Cumbre, de Mario Díaz Molina[1]. Es un texto novedoso por varias razones. En primer lugar, la estructura es compleja. El volumen convoca diversos registros escriturales que van desde el comentario o la crítica literaria, al manifiesto, al texto poético –texto que origina y al que remite este comentario- para culminar en el ensayo. Quiero entender esta diversidad como una apelación, como un llamado a dialogar con nuestro horizonte de expectativas, tan definido por la noción de género. Es, en este sentido, una novedad. La propuesta central, entiendo, está signada por el texto poético, en torno al cual se inscriben –y del que se hacen parte- los demás textos. Es éste un extenso poema, de carácter narrativo, compuesto por 19 cantos y anticantos que presentan una visión muy personal, muy cristiana, de la salvación, refractada desde la conciencia del sujeto poético. Se inicia la obra con el alumbramiento del Ungido y su mirada se vuelca hacia al misterio; la encarnación del Dios de los cielos y su inserción en la condición humana: “La preñez de mi Madre Fue, es y será la encarnación Divina de la salvación del mundo…” Los cantos que lo conforman lo sitúan en directa apelación a una de las formas escriturales de la tradición bíblica, aunque, en uno de los logros del texto, el tono es más bien crítico. La perspectiva del sujeto poético se desplaza notoriamente desde la humildad propia de la visión cristiana tradicional, a una suerte de manifestación y reconocimiento – sin concesiones, afortunadamente- gesto muy contemporáneo, de la individualidad. Sugestivas y potentes son las imágenes que resultan de tal desplazamiento: “He sido fuerte, paciente y bello. Di vigor a la flaqueza, sostuve a los vacilantes (…) A pesar de la iniquidad y desolación, Sobre mis huellas imborrables, flota mi voz inefable. Un pequeño resto bebe en mi cáliz agridulce…” Los Anticantos, por otro lado, introducen la tensión- contrapunto bien logrado- que apoya la visión descarnada del Ungido y establecen el diálogo con nuestro tiempo. El bien y el mal asoman develando los valores y antivalores de la época. Presente y pasado, cosmovisión en revisión, en diálogo y hecha texto. El tono profético de los cantos transmuta en denuncia recuperando un profundo sentido social, esencia y fundamento cristiano: “Los magnates dejan que se pudra la sombra de Dios, en sus altares cloacales (…) se despojan de sus propias existencias incendian sus paraísos babélicos. Las estrellas besan sus rostros, la luna los acuna, pero ellos no lo saben…” Encarnación, descenso y ascenso marcan los tiempos del viaje poético. La vuelta al origen, a la unidad, último momento, asoma como posibilidad. Posibilidad ligada al juicio, a la mirada honesta y a la asunción de la responsabilidad y de nuestras miserias. Trabajo lúcido y arriesgado, el texto nos lleva a la reflexión, a la pregunta por el origen y de camino, se erige en metáfora del tránsito terreno. Objetivo ambicioso, salvado por la honestidad, fuerza y actualidad de las imágenes. Tras los versos, asoma una voz clara y enérgica. Lectura poco común en estos días, a más de alguno identificará. Claudio Godoy Arenas Director Escuela de Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación UCM [1] Profesor de Religión y Filosofía de la UCM, el autor ha recibido reconocimiento en diversos certámenes literarios. Es éste su primer libro, publicado en los talleres de Impresos del profesor, Linares.

EL NUEVO PAPA FRANCISCO Y LA REFORMA DE LA IGLESIA.

EL NUEVO PAPA FRANCISCO Y LA REFORMA DE LA IGLESIA. “Muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son creyentes. De corazón les doy la bendición en silencio, respetándoles, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios” Esto les dijo el Papa Francisco a los miles de periodistas congregados en el aula Pablo VI del Vaticano. Una bendición tolerante y bondadosa. Un lenguaje conocido con un espíritu nuevo. Muchas esperanzas despierta el nuevo Papa Argentino. El entusiasmo se asoma de nuevo en la Iglesia. Es otro signo de los tiempos actuales. Alguien dijo: “Decidir llamarse Francisco en sí mismo tan revelador como escribir una larga y sesuda encíclica”. “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, ha asegurado. Admitió que la Iglesia tiene “sus virtudes y sus pecados”. Jorge Mario Bergoglio Sívori, tiene gestos de sencillez y actitudes que están marcando una renovación, desde los primeros momentos de ser elegido Papa. No se hablará de entronización del Sumo Pontífice, sino de Iniciación del “Ministerio Pretino”, porque la Jerarquía de la Iglesia es Espiritual y no política o monárquica. Un Papa latinoamericano (por vez primera), jesuita (por vez primera), de una orden religiosa y llamado Francisco (por vez primera). “En síntesis, un Papa franciscano-jesuita-roncalliano”. Todos signos de una proyección inmensa que se propaga por toda la Iglesia. Un Papa sencillo que conecta con el pueblo. “Parece como nosotros”, dice la gente. Escribe un articulista: “Un Papa que trae aire fresco a la Iglesia y que, como Juan XXIII, aparta a los “profetas de calamidades” y confía la barca de Pedro a las sencillas manos de Francisco. Un Papa que arroje el miedo a las tinieblas exteriores, que vuelva a dar confianza a los teólogos, que ilusione a los curas, monjas y frailes, que ponga a remar a los laicos, que democratice la Iglesia y que coloque en el sitio que le corresponde a la mujer. El Papa de la revolución tranquila. El Papa de los pobres y de los sencillos. El Papa Francisco”. Fuente: Artículo de José Manuel Vidal en elmundo.es Impresiona un poco, (conociendo su radicalismo ideológico) lo que afirma Leonardo Boff, un Teólogo liberacionista, del Papa Francisco. No acepta la campaña de ciertos sectores políticos argentinos contra el Papa. Dice: “Él salvó a muchos perseguidos” “No me constan las denuncias sobre él y su relación con los militares. Hasta ahora, no se investigó nada concreto. Al contrario, (él) salvó y escondió a muchos perseguidos por la dictadura militar” “Me oriento por las palabras de Pérez Esquivel, (premio nobel de la Paz) quien fue duramente torturado y conoce bien a Bergoglio”. Afirmó el ex-sacerdote franciscano. Espera que el tema del celibato sea revisado. Y sostiene que la reforma de la Iglesia es lo que se puede esperar del Papa Francisco. No lo califica de conservador y cuestiona la utilidad de hablar de conservador o progresista. Son muchas las expectativas que se están configurando entre los fieles católicos y personas no-católicas. Esto hay que discernirlo bien. A mí me dice mucho el nombre Francisco, el año pasado publiqué un ensayo donde me refiero a la situación de la Iglesia en el mundo: “En estos momentos en Chile hay unas 400 familias que reúnen todo el poder económico del sector privado y que determinan en buena medida la política nacional. ¿Qué importancia puede tener que esta gente crea en un Dios que sea amor y toda bondad? ¿Qué le podría decir esta pretendida creencia religiosa a los chilenos(as) más pobres, incluso que viven en la extrema pobreza y que se sienten maltratados por la vida y olvidados por un Dios amor? Esto lo vio muy bien san Francisco en el siglo XIII, y siendo hijo de un rico mercader o comerciante burgués se hizo pobre con los pobres, no se disfrazo de pobre. La Iglesia de hoy necesita el reflorecimiento de un franciscanismo auténtico que le cambie no tan solo el rostro sino la praxis de muchas de sus áreas pastorales y sobretodo el cambio espiritual y ético de muchos que han hecho de las prácticas rituales una mera apariencia que no tiene nada de autentico espíritu de pobreza. Sin embargo, no podemos desconocer los diversos testimonios de vidas solidarias que están presentes en la Iglesia Contemporánea”. De mi libro: “Cantos y Anti-Cantos del ungido y de la Última Cumbre”. Poemas y Ensayos. pág. 33. Para mí, repito, es muy significativo el nombre Francisco que adoptó el nuevo Papa. Pero, no hay que olvidar que por reforma de la Iglesia, entienden algunos algo muy diferente a lo que representa un San Francisco o el Concilio Vaticano II. Un ejemplo, concreto: recuerdo a un joven estudiante universitario que calificaba de retrógrados a los católicos que no aceptaban las relaciones sexuales entre simples pololos, usando preservativos. Decía ser coordinador juvenil de una Parroquia, donde, según él, era natural entre los jóvenes tener una vida sexual muy activa. Para este catequista, el Papa Benedicto XVI, era “un viejo de mierda”. Este líder juvenil promovía entre sus compañeros un lenguaje violento y descalificador. Afirmaba estar en la Iglesia para luchar contra la “derecha católica”. Otros que participan en grupos de Iglesia, muy parecidos, se dicen progresistas porque siguen un supuesto “magisterio paralelo”, donde los temas sociales o morales tienen una valoración muy diferente a la Enseñanza de la Iglesia Universal. Esto estará presente en este proceso que está emergiendo, pero se siente en el ambiente, que la voz profética del Papa Francisco tiene una fuerza asistida por Dios. Es un signo de estos tiempos. La Iglesia inicia una nueva etapa de renovación. El desafío es de todos los católicos del mundo. ¡Qué así sea! Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule. (Título en trámite)

ANACRONISMO POLÍTICO.

ANACRONISMO POLÍTICO. Un anacronismo (del griego ἀνά ‘contra’ y χρόνος ‘tiempo’) se refiere a algo que no se corresponde o parece no corresponderse con la época a la que se hace referencia. Aplicándolo más específicamente a nuestro tema: anacronismo político, es proceder fuera del tiempo político-administrativo que corresponde al Chile de hoy: año 2013. Hay líderes políticos que parecen desconocer la legislación vigente. Hablan como políticos de los años 60, cuando el Estado tenía un poder de control y fiscalización mucho más efectivo o real que el que tiene el actual sistema legal neo-liberal que determina nuestra vida civil, social y económica. ¿Conocen estas personas el alcance del poder del sector privado de la economía? ¿Están informados de lo que puede hacer una autoridad en el área empresarial? ¿Han estudiado alguna vez que es lo que es fiscalizar en la economía neo-liberal de mercado chilena? Algunos aparecen haciendo declaraciones por tv y radio contra los empresarios y funcionarios públicos relacionados con temas económicos. Otros se desgastan escribiendo críticas políticas en diarios contra todo lo que se realiza en la agenda de los políticos. Pareciera que nada está bien. Al conocerlos de cerca son tan consumistas como la mayoría. No tienen un modelo de vida alternativo. La post-modernidad los aplastó hace tiempo. No tienen nada. Un ejemplo, concreto. Algunos queriendo canalizar las quejas ciudadanas por el alza de pasajes en 200 pesos, de los traslados Linares-Talca, reajuste que incluye tramos a Colbún y zonas rurales, como Melozal en 100 pesos, emplazaron al SEREMI del transporte del Maule, César Muñoz, para que interviniera en este tema de mercado. El aludido respondió: “no podemos regular tarifas de empresas privadas de buses”. “las tarifas y su valor, están sujetas a decisiones de mercado. Aclaro que las fiscalizaciones a los buses de pasajeros, tanto entre ciudades, localidades y en el radio urbano, son permanentes, no existe despreocupación”. Junto con esto, el personero de Gobierno Regional criticó que los privados decidieran aumentar tarifas justo en marzo, el mes más complicado para la economía familiar. ¿Qué más podía hacer? No tiene más atribuciones administrativas. Mientras tanto la gente afectada escucha, lee y comenta este intercambio de declaraciones y contradeclaraciones. Es un espectáculo repetitivo. Las personas que aparentemente tienen poder, en realidad no lo tienen. ¿Entonces? Existe un problema visible: necesidad de una mayor regulación y fiscalización a las empresas de buses interprovinciales. ¿Para qué? Para evitar que suban los pasajes. Parece lógico. Pero no funciona así el sistema chileno. Hay una libertad de precios y un mercado sobre el cual el Estado no tiene un control centralizado. No estamos en Cuba o en Venezuela. Pero, no es necesario estar bajo una dictadura comunista o “democracia caudillista” o “fascismo de izquierda” para tener un control necesario sobre estas situaciones económicas que afectan negativamente al ciudadano común. ¿Entonces? A veces se forman movimientos con ciertos fines. Se protesta, se reclama, etc. El sistema está lo suficientemente consolidado y puede tolerar estas expresiones de descontento. Permite una “dramatización social”, deja que se vivan momentos de “espejismos de poder”, pone límites a hechos violentos más o menos extremos, establece ciertos espacios de diálogo, reparte soluciones sectoriales, aísla a los sectores más radicalizados y espera el desgaste del conflicto. ¿Entonces? Mientras no se realice un cambio político en el mismo sistema estatal chileno seguiremos con estas declaraciones y contra declaraciones. En la Concertación se funcionó de igual manera. El sector privado operaba con todo el poder capitalista. ¿Por qué la señora Bachelet es querida por mucha gente de la derecha económica que está detrás de la política partidaria de este sector? Incluso es deseada por gente de este sector de una manera que impresiona. Porque, la alta clase empresarial chilena no perdió nada realmente sustancial con ella. Las grandes fortunas de capitalistas chilenos que están entre las primeras en todo el mundo, siguieron creciendo y esta simpática señora repartió subsidios y otros regalos para los más pobres, igual como se hace hoy. Algunos dicen que el tema es quién reparte más de estos regalos. Según estas personas, la centro-izquierda lo hace siempre mejor. Es algo mágico. ¿y el centro liberado de la censura izquierdista? Hay gente que está ansiosa por recuperar puestos y sueldos y salir a repartir estos regalos, saludando de paso a los que tienen cada vez más. Porque tenemos ricos cada vez más ricos y pobres que no han salido realmente de una situación precaria y a veces miserable. El sector privado tiene más poder que el pueblo chileno. Tiene más poder que el Estado. Más poder que Parlamento. ¿Entonces? No hay un pueblo organizado masivo. No hay un Estado regulador. El individualismo está masificado. Lo solidario, por ejemplo, se hace dentro de este paradigma. La gente es ocasionalmente solidaria, pero no se organiza para ser solidaria en forma permanente. La teletón, aparentemente, mueve a todo el país. Pero, muchos empresarios que parecen muy generosos, pagan bajos sueldos a sus trabajadores amparados por la ley. La misma gente de una población popular que reúne dinero con mucho sacrificio, con rifas y otras actividades, etc. para cooperar con la teletón, discrimina a personas de otras poblaciones que sienten como inferiores o más pobres. Los grupos socio-culturales territoriales o funcionales no representan al pueblo masivo. Una cultura de la solidaridad organizada es mínima. En resumen: se hace agitación social pero no se construye un nuevo tejido social solidario o comunitario popular permanente. Se producen protestas masivas que desaparecen al poco tiempo. Y lo peor, se cuestiona a la autoridad, desconociendo el poder real que esta tiene frente al sector privado. ¿Qué puede hacer un senador realmente? ¿Qué puede hacer un consejal o un alcalde en este sistema neo-liberal que impera hoy en Chile? Por lo menos hay que tener esto claro, cuando se hace una crítica política. En el pasado los conservadores y los liberales se atacaban mutuamente. Era un problema de poder y en segundo lugar ideológico: católicos contra anti-clericales, pero, la explotación en los campos se mantenía intacta y lo mismo en el resto de la población urbana. Hoy esta confrontación se da entre la concertación y la derecha. Dentro del sistema que impera se puede gritar, insultar, etc. con límites, pero todo queda igual. Se escucha una respuesta: no tengo atribuciones para impedir un alza de pasajes. Pero, se aparece en la tv, en la radio y en el diario. Eso es todo. Hacer política en Chile hoy es cambiar esto. ¿Cómo? primero, reconociendo que esto está pasando y segundo, partir de lo local, paso a paso, construyendo cosas concretas que de todas maneras estarán dentro del sistema. La gente necesita cosas concretas y no mera agitación. Ejemplo, que el Estado vía la municipalidad, tenga una locomoción alternativa más barata mientras los privados no bajen las tarifas. Dentro del sistema de mercado. Esto supone una ley, un proceso legislativo,etc. y bastante dinero. Porque, una mera agitación es un nuevo consumismo que se desgasta según los mecanismos del sistema establecido. Nada más. MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule. (Título en trámite)

REFLEXIÓN FUNDAMENTAL

REFLEXIÓN FUNDAMENTAL LOS CATÓLICOS EN LA FE TENEMOS UN FUNDAMENTO COMÚN BIBLÍCO Y APOSTÓLICO; EN LA MORAL TENEMOS UN FUNDAMENTO COMÚN DISCERNIDO POR EL MAGISTERIO Y LOS FIELES; EN LA VIVENCIA DE CADA VOCACIÓN NECESITAMOS DISCERNIR CON LOS CRITERIOS COMUNES DEL EVANGELIO Y EN LA POLÍTICA Y RELATIVIDAD DE LOS PROYECTOS TEMPORALES O CIVILES TENEMOS DERECHO A UNA DIVERSIDAD DE OPCIONES Y VISIONES IDEOLÓGICAS O TÉCNICAS, QUE SIN ANULAR LA LIBERTAD PERSONAL NUNCA DEJAN DE FUNDAMENTARSE EN LO ESENCIAL DEL CRISTIANISMO. POR LO MISMO, HAY QUE APRENDER A DISCERNIR LO FUNDAMENTAL Y LO OPINABLE; LO QUE ES COMÚN Y EL LEGÍTIMO PLURALISMO QUE PROMUEVE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. NO BASTA IR A MISA EL DÍA DOMINGO PARA SER UN CATÓLICO ADULTO, EN ESTA SOCIEDAD DE LA DIVERSIDAD DONDE VIVIMOS, NECESITAMOS NO TAN SOLO CREER EN ALGO ABSOLUTO, HAY QUE DISCERNIR LAS APLICACIONES CONCRETAS DE UNA VERDAD REVELADA; SE HACE ÉTICAMENTE NECESARIO TOLERAR LO QUE NOS PARECE ERRONEO, PERO OTROS LO ASUMEN COMO JUSTO O VÁLIDO; EN DEFINITIVA HAY QUE RESPETAR LO QUE SE CAPTA COMO VERDADERO, ADMIRAR LO QUE SE SIENTE COMO MUY VALIOSO Y TOLERAR POR UN BIEN MAYOR LO QUE SE CAPTA Y SIENTE COMO UN ERROR Y SI ES NECESARIO DENUNCIAR LO QUE HA CONCIENCIA SENTIMOS QUE HAY QUE DENUNCIAR, SIEMPRE HACERLO APELANDO A LA CONCIENCIA DE LOS DEMÁS Y AL RESPETO DE LOS DERECHOS HUMANOS COMO UN VALOR UNIVERSAL. NO ES LEGÍTIMO TENER UNA DOBLE MEDIDA EN TEMAS DE MORAL CIVIL: LA TORTURA ES TORTURA EN TODAS PARTES, POR EJEMPLO, EN CUBA Y EN CHILE, ETC. MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA.

Mi sangre

Mi sangre [Poema: Texto completo] Manuel del Cabral Tantos ríos que soltaron bajo mi piel. Mas no sé por qué lo que me golpea siendo agua tiene sed. Viajero que dentro el pecho a caballo siempre vas. Por la herida sales, pero... no creo que a descansar Es estrecha la salida para aquello que se va. ¿Va el río adonde, si el río la sed no le quita al mar? Viajero que dentro el pecho oigo que quieres beber... ¿Para qué, si eres la fuente, para qué corres con sed? Tú galopas aquí adentro como queriendo llegar... ¿Pero a dónde vas, viajero, si eres tú la eternidad?

Nada te turbe (Santa Teresa de Jesús)

Nada te turbe (Santa Teresa de Jesús) Nada turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta. Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante. ¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, Dios no se muda. Ámala cual merece bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza. Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro nada te falta. Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, sólo Dios basta.

William Wilson [Cuento. Texto completo.]

William Wilson [Cuento. Texto completo.] Edgar Allan Poe ¿Qué decir de ella? ¿Qué decir de la torva conciencia, ese espectro en mi camino? -Camberlayne, Pharronida Permitan que, por el momento, me presente como William Wilson. La página inmaculada que tengo ante mí no debe mancharse con mi verdadero nombre. Éste ya ha sido el exagerado objeto del desprecio, horror y odio de mi estirpe. ¿Los vientos indignados, no han esparcido su incomparable infamia por las regiones más distantes del globo? ¡Oh, paria, el más abandonado de todos los parias! ¿No estás definitivamente muerto para la tierra? ¿No estás muerto para sus honores, para sus flores, para sus doradas ambiciones? Y una nube densa, lúgubre, limitada, ¿no cuelga eternamente entre tus esperanzas y el cielo? Aunque pudiese, no quisiera registrar hoy, ni aquí, la narración de mis últimos años de indecible desdicha y de crimen imperdonable. Esa época -esos años recientes- llegaron repentinamente al colmo de la depravación cuyo origen es lo único que en el presente me propongo señalar. Por lo general los hombres caen gradualmente en la bajeza. En mi caso, en un sólo instante, toda virtud se desprendió de mi cuerpo como si fuera un manto. De una maldad comparativamente trivial pasé, con la zancada de un gigante, a enormidades peores que las de un Heliogábalo. Acompáñenme en el relato de la oportunidad, del único acontecimiento que provocó una maldad semejante. La muerte se acerca, y la sombra que la precede ha ejercido un influjo tranquilizador sobre mi espíritu. Al atravesar el valle de las penumbras, anhelo la comprensión -casi dije la piedad- de mis semejantes. Desearía que creyeran que, en cierta medida, he sido esclavo de circunstancias que exceden el control humano. Desearía que, en los detalles que estoy por dar, buscaran algún pequeño oasis de fatalidad en un erial de errores. Desearía que admitieran -y no pueden menos que hacerlo- que aunque hayan existido tentaciones igualmente grandes, el hombre no ha sido jamás así tentado y, sin duda, jamás así cayó. ¿Será por eso que nunca sufrió de esta manera? En realidad, ¿no habré vivido en un sueño? ¿No me muero ahora víctima del horror y del misterio de las más enloquecidas visiones sublunares? Soy descendiente de una estirpe cuya imaginación y temperamento fácilmente excitable la destacó en todo momento; y desde la más tierna infancia di muestras de haber heredado plenamente el carácter de la familia. A medida que avanzaba en años, ese carácter se desarrolló con más fuerza y se convirtió por muchos motivos en causa de grave preocupación para mis amigos, y de acusado perjuicio para mí. Crecí con voluntad propia, entregado a los más extravagantes caprichos, y víctima de las más incontrolables pasiones. Pobres de espíritu, mentalmente débiles y asaltados por enfermedades constitucionales análogas a las mías, mis padres poco pudieron hacer para contener las malas predisposiciones que me distinguían. Algunos esfuerzos flojos y mal dirigidos terminaron en un completo fracaso para ellos y, naturalmente, en un triunfo total para mí. De allí en adelante mi voz fue ley en esa casa; y a una edad en que pocos niños han abandonado los andadores, quedé a merced de mi propia voluntad y me convertí, de hecho, si no de derecho, en dueño de mis actos. Mis más tempranos recuerdos de la vida escolar se relacionan con una casa isabelina, amplia e irregular, en un pueblo de Inglaterra cubierto de niebla, donde se alzaban innumerables árboles nudosos y gigantescos, y donde todas las casas eran excesivamente antiguas. En verdad, esa vieja y venerable ciudad era un lugar de ensueño, propicio para la paz del espíritu. En este mismo momento, en mi fantasía, percibo el frío refrescante de sus avenidas profundamente sombreadas, inhalo la fragancia de sus mil arbustos, y me vuelvo a estremecer con indefinible deleite ante el sonido hueco y profundo de la campana de la iglesia que quebraba, cada hora, con su hosco y repentino tañido, el silencio de la melancólica atmósfera en la que el recamado campanario gótico se engastaba y dormía. Tal vez el mayor placer que me es dado alcanzar hoy en día sea el demorarme en recuerdos de la escuela y todo lo que con ella se relaciona. Empapado como estoy por la desgracia -una desgracia, ¡ay! demasiado real- se me perdonará que busque alivio, aunque leve y efímero, en la debilidad de algunos detalles por vagos que sean. Esos detalles, triviales y hasta ridículos en sí mismos, asumen en mi imaginación una extraña importancia por estar relacionados con una época y un lugar en donde reconozco la presencia de las primeras ambiguas admoniciones del destino que después me envolvieron tan completamente en su sombra. Permítanme, entonces, que recuerde. Ya he dicho que la casa era antigua e irregular. Se erguía en un terreno extenso y un alto y sólido muro de ladrillos, coronado por una capa de cemento y de vidrios rotos, rodeaba la propiedad. Esta muralla, semejante a la de una prisión, era el límite de nuestros dominios; lo que había más allá sólo lo veíamos tres veces por semana: una vez los sábados a la tarde cuando, acompañados por dos preceptores, se nos permitía realizar un breve paseo en grupo a través de alguno de los campos vecinos; y dos veces durante el domingo, cuando marchábamos de modo igualmente formal a los servicios matinales y vespertinos de la iglesia del pueblo. El director de la escuela era también el pastor de la iglesia. ¡Con qué profunda sorpresa y perplejidad lo contemplaba yo desde nuestros bancos lejanos, cuando con paso solemne y lento subía al púlpito! Ese hombre reverente, de semblante tan modestamente benigno, de vestiduras tan brillosas y clericalmente ondulantes, de peluca minuciosamente empolvada, rígida y enorme... ¿podía ser el mismo que poco antes, con rostro amargo y ropa manchada de rapé, administraba, férula en mano, las leyes draconianas de la escuela? ¡Oh, gigantesca Paradoja, demasiado monstruosa para tener solución! En un ángulo de la voluminosa pared rechinaba una puerta aun más voluminosa. Estaba remachada y tachonada con tomillos de hierro y coronada con picas dentadas del mismo metal. ¡Qué impresión de profundo temor inspiraba! Nunca se abría, salvo para las tres salidas y regresos mencionados; por eso, en cada crujido de sus enormes goznes encontrábamos la plenitud del misterio, un mando de asuntos para solemnes comentarios o para aun más solemnes meditaciones. El extenso muro era de forma irregular, con abundantes recesos espaciosos. De éstos, tres o cuatro de los más grandes constituían el campo de juegos. El piso estaba nivelado y cubierto de grava fina y dura. Recuerdo bien que no tenía árboles, ni bancos, ni nada parecido. Por supuesto que quedaba en la parte posterior de la casa. En el frente había un pequeño cantero, plantado con boj y otros arbustos; pero a través de esta sagrada división sólo pasábamos en contadas ocasiones, como el día de llegada o el de partida del colegio o quizás, cuando algún padre o amigo nos pasaba a buscar y nos íbamos alegremente a disfrutar de la Navidad o de las vacaciones de verano a nuestras casas. ¡Pero la casa! ¡Qué extraño era aquel viejo edificio! Y para mí, ¡qué palacio encantado! Realmente sus recovecos eran infinitos, así como sus incomprensibles subdivisiones. En cualquier momento resultaba difícil afirmar con seguridad en cuál de sus dos pisos nos hallábamos. Entre un cuarto y otro siempre había tres o cuatro escalones que subían o bajaban. Además, las alas laterales eran innumerables -inconcebibles- y volvían de tal modo sobre sí mismas que nuestras ideas más exactas con respecto a la casa en sí, no diferían demasiado de las que teníamos sobre el infinito. Durante los cinco años de mi residencia, nunca pude cerciorarme con precisión de en qué remoto lugar estaban situados los pequeños dormitorios que nos habían asignado a mí y a otros dieciocho o veinte alumnos. El aula era el cuarto más grande de la casa -y desde mi punto de vista- el más grande del mundo entero. Era muy largo, angosto y desconsoladoramente bajo, con puntiagudas ventanas góticas y cielo raso de roble. En un ángulo remoto y aterrorizante había un cerramiento cuadrado de unos ocho o diez pies, allí se encontraba el sanctum donde rezaba "entre una clase y otra" nuestro director, el reverendo doctor Bransby. Era una estructura sólida, de puerta maciza, y antes de abrirla en ausencia del "dómine" hubiéramos preferido morir por la peine forte et dure. En otros ángulos había dos cerramientos similares sin duda mucho menos reverenciados, pero no por eso menos motivo de terror. Uno de ellos era la cátedra del preceptor "clásico", otro el correspondiente a "inglés y matemáticas". Dispersos por el salón, entrecruzados en interminable irregularidad, había innumerables bancos y pupitres, negros, viejos, carcomidos por el tiempo, tapados por pilas de libros manoseados, y tan cubiertos de iniciales, nombres completos, figuras grotescas y otros múltiples esfuerzos del cortaplumas, que habían perdido lo poco que en lejanos días les quedaba de su forma original. En un extremo del salón había un inmenso balde de agua, y en el otro un reloj de formidables dimensiones. Encerrado entre las macizas paredes de esta venerable academia, pasé sin tedio ni disgustos los años del tercer lustro de mi vida. El fecundo cerebro de la infancia no requiere que lo ocupen o diviertan los sucesos del mundo exterior; y la monotonía aparentemente lúgubre de la escuela estaba repleta de excitaciones más intensas que las que mi juventud obtuvo del lujo, o mi edad madura del crimen. Sin embargo debo creer que mi primitivo desarrollo mental ya salía de lo común... y hasta tenía mucho de outré. Por lo general, los acontecimientos de la infancia no dejan un recuerdo definido en el hombre maduro. Todo se parece a una sombra grisácea, -un recuerdo débil e irregular- una evocación indistinta de pequeños placeres y fantasmagóricos dolores. Pero en mi caso no es así. En la infancia debo haber sentido con la energía de un hombre lo que ahora encuentro estampado en mi memoria con imágenes tan vívidas, tan profundas y tan duraderas como los exergos de las medallas cartaginesas. Y sin embargo -desde un punto de vista mundano- ¡qué poco había allí para recordar! Despertar por la mañana, el llamado nocturno a acostarse, los estudios, los recitados; las vacaciones periódicas y los paseos; el campo de juegos con sus peleas, sus pasatiempos, sus intrigas... todo eso que por obra de un hechizo mental totalmente olvidado después, llegaba a abarcar una multitud de sensaciones, un mundo de ricos incidentes, un universo de variadas emociones, de la más apasionada y entusiasta excitación. "¡Oh, le bon temps, que ce siècle de fer!" En verdad, el ardor, el entusiasmo y mi naturaleza imperiosa pronto me destacaron de mis condiscípulos y suave, pero naturalmente, fui ganando ascendiente sobre todos los que no eran mucho mayores que yo; sobre todos... con una única excepción. La excepción fue un alumno que sin ser pariente mío, llevaba mi mismo nombre y apellido; una circunstancia poco destacable porque pese a mi ascendencia noble, el mío era uno de. esos apellidos comunes que, desde tiempos inmemoriales, parecen haber pasado a ser propiedad de la plebe. En este relato me he denominado William Wilson, nombre ficticio, pero no muy distinto del verdadero. Sólo mi tocayo, entre los que según la fraseología del colegio formaban nuestro "grupo", se atrevía a competir conmigo en el estudio, -en los deportes y rencillas del campo de juegos- negándose a creer ciegamente en mis afirmaciones y a someterse a mis deseos... en una palabra, pretendía oponerse a mi arbitraria dictadura. Si existe en la tierra un despotismo supremo e ilimitado es el despotismo que ejerce en la juventud una mente superior sobre los espíritus menos enérgicos de sus compañeros. La rebeldía de Wilson era para mí una fuente de la mayor perplejidad; tanto más cuando pese a la bravuconería con que trataba en público tanto a él como a sus pretensiones, secretamente le temía y no podía menos que pensar que la igualdad que mantenía conmigo tan fácilmente era una prueba de su verdadera superioridad; porque no ser superado me costaba una lucha permanente. Sin embargo, esa superioridad -y aún esa igualdad- en realidad nadie más que yo la reconocía; nuestros compañeros, por una inexplicable ceguera, ni siquiera parecían sospecharla. Lo cierto es que su competencia, su resistencia y sobre todo su impertinente y tozuda interferencia en mis propósitos, eran tan dolorosas como poco evidentes. Era como si careciera tanto de la ambición que estimula, como de la apasionada energía mental que me permitía destacarme. Parecía que su rivalidad sólo se debía al caprichoso deseo de contradecirme, asombrarme o mortificarme; aunque había momentos en que yo no podía menos que observar, con una mezcla de asombro, humillación y resentimiento, que Wilson mezclaba sus injurias, sus insultos o sus contradicciones con un muy inapropiado y sin duda inoportuno modo afectuoso. Yo sólo podía concebir ese singular comportamiento como el producto de una consumada suficiencia que adoptaba el tono vulgar de la condescendencia y la protección. Quizás fuera este último rasgo en la conducta de Wilson, junto con nuestros nombres idénticos y la simple coincidencia de haber ingresado el mismo día en la escuela, lo que, entre los alumnos de los cursos superiores, dio pábulo a la idea de que éramos hermanos. Porque los estudiantes mayores, por lo general, no se informan en detalle de los asuntos de los menores. Ya he dicho, o debí decir, que Wilson no estaba ni remotamente emparentado con mi familia. Pero con seguridad, de haber sido hermanos, hubiéramos sido mellizos; porque después de egresar de la escuela del doctor Bransby, me enteré por casualidad de que mi tocayo había nacido el diecinueve de enero de 1813 y esta es una coincidencia bastante notable, pues se trata precisamente del día de mi natalicio. Tal vez parezca extraño que, pese a la continua ansiedad que me causaban la rivalidad de Wilson y su intolerable espíritu de contradicción, de alguna manera no podía resolverme a odiarlo. Sin duda, casi todos los días manteníamos una discusión en la que me cedía públicamente la palma de la victoria, aunque de alguna manera me hacía sentir que era él quien la merecía; sin embargo, una sensación de orgullo de mi parte, y una gran dignidad de la suya, nos mantenía siempre en lo que se ha dado en llamar "buenas relaciones", mientras en muchos aspectos nuestros temperamentos congeniaban, despertando en mí un sentimiento que sólo nuestras respectivas posturas impedían que madurara en amistad. Me resulta verdaderamente difícil definir y aun describir mis verdaderos sentimientos hacia él. Eran una mezcla abigarrada y heterogénea; cierta petulante animosidad, que no llegaba a ser odio, cierta estima, un respeto mayor aun, mucho temor y un mundo de inquietante curiosidad. Para los moralistas, será innecesario agregar, además, que Wilson y yo éramos compañeros inseparables. Sin duda esta anómala relación que existía entre nosotros era lo que me llevaba a atacarlo (y los ataques eran muchos, francos o encubiertos) por medio de la burla o de las bromas pesadas (que duelen aunque parezcan una simple diversión) en lugar de convertirse en una seria y decidida hostilidad. Pero mis esfuerzos en ese sentido no siempre resultaban exitosos, aunque concibiera mis planes con mucha astucia; porque el carácter de mi tocayo poseía esa modesta y silenciosa austeridad del que, aunque goce de sus propias bromas afiladas, no posee en sí mismo un talón de Aquiles y se niega totalmente a ser objeto de una burla. Sólo pude encontrarle un punto vulnerable, debido a una peculiaridad de su persona y ocasionado quizá por una enfermedad constitucional, que hubiese relegado a cualquier otro antagonista menos exasperado que yo; mi rival tenía un defecto en las cuerdas vocales que le impedía levantar la voz más allá de un susurro apenas audible. Y yo no dejé de aprovechar las pobres ventajas que ese defecto me proporcionaba. Las represalias de Wilson eran muchas; pero había una que me perturbaba más allá de toda medida. Jamás pude saber cómo descubrió con tanta sagacidad que algo tan insignificante me ofendería; pero una vez que lo supo, no dejó de asestármela. Yo siempre había experimentado aversión por mi poco elegante apellido y ni nombre de pila tan común que era casi plebeyo. Esos nombres eran veneno Para mis oídos y cuando, el día de mi llegada, se presentó un segundo William Wilson en la academia, me indigné con él por llevar tal nombre y me disgusté doblemente con el apellido debido a que lo llevaba un extraño el cual sería motivo de una doble repetición, que estaría constante en mi presencia y cuyas actividades en la rutina del colegio, a causa de esa odiosa coincidencia, muchas veces serían confundidas con las mías. Este sentimiento de vejación así engendrado fue creciendo con cada circunstancia que tendiera a revelar un parecido moral o físico entre mi rival y yo. Entonces todavía no había descubierto el hecho notable de que fuésemos de la misma edad, pero noté que éramos de la misma estatura y percibí una singular semejanza en nuestras facciones y aspecto físico. También me amargaba que entre los alumnos de las clases superiores se rumoreara que éramos parientes. En una palabra, nada podía molestarme más (aunque lo disimulara escrupulosamente) que cualquier alusión a un parecido intelectual, personal o familiar entre nosotros. Pero en realidad no tenía motivos para creer que (con excepción de un parentesco y en el caso del mismo Wilson) que estas similitudes fueran comentadas u observadas siquiera por nuestros compañeros. Me resultaba evidente que él las observaba en todos sus aspectos y con tanta claridad como yo, pero que en tales circunstancias hubiera sido capaz de descubrir tan fructífero campo de ataque, sólo puede ser atribuible, como ya dije, a su extraordinaria perspicacia. Su táctica consistía en perfeccionar una imitación de mi persona, tanto en palabras como en hechos, y Wilson desempeñaba admirablemente su papel. Mi forma de vestir era fácil de copiar; se apropió sin dificultad de mi manera de caminar y de mis actitudes, y a pesar de su defecto constitucional, ni siquiera mi voz escapó a su imitación. Por supuesto que no intentaba imitar mis tonos más fuertes, pero la tonalidad general de mi voz era idéntica; y su extraño susurro llegó a convertirse en el eco mismo de mi voz. No me aventuraré a describir hasta dónde me exasperaba este minucioso retrato (porque con justicia no podía tildarse de caricatura). Me quedaba un consuelo: por lo visto era el único que notaba la imitación y sólo tenía que soportar las sonrisas cómplices y misteriosamente sarcásticas de mi tocayo. Satisfecho de haber provocado en mí el efecto esperado, parecía reír en secreto por el aguijón que acababa de clavarme y desdeñaba el aplauso general que fácilmente podría haber obtenido con sus astutas maniobras. Durante muchos meses fue un enigma indescifrable para mí que la totalidad del colegio no advirtiera sus designios, no percibiera sus intenciones, ni comprobara su cumplimiento, y participara de su burla. Tal vez la gradación de su máscara la hizo menos perceptible; o posiblemente debí mi seguridad a la maestría del imitador que desdeñando la letra (que es todo lo que ven los obtusos en una pintura) sólo ofrecía en pleno el espíritu del original para mi contemplación y tormento. Ya he hablado más de una vez del desagradable aire protector que Wilson asumía con respecto a mí, y de sus frecuentes y oficiosas interferencias que se interponían en mi voluntad. Esta interferencia muchas veces adoptaba la desagradable forma de un consejo, consejo más insinuado que abiertamente ofrecido. Yo lo recibía con una repugnancia que se fue acentuando con los años. Y, sin embargo, en este día tan lejano, permítaseme el acto de justicia de reconocer que no recuerdo ocasión alguna en la que las sugerencias de mi rival me incitaran a los errores o tonterías tan habituales en esa edad inmadura e inexperta: si no su talento o su sabiduría mundana. por lo menos su sentido moral y su sensatez eran mucho más agudos que los míos; y hoy en día, yo hubiera podido ser un hombre mejor, y por lo tanto más feliz, de haber rechazado con menos frecuencia los consejos encerrados en esos susurros que en ese momento odiaba cordialmente y despreciaba con amargura. Como sea, acabé por impacientarme en extremo ante esa desagradable supervisión y cada día me sentía más agraviado por lo que consideraba su intolerable arrogancia. He dicho ya que durante nuestros primeros años de relación como condiscípulos, mis sentimientos hacia Wilson bien podrían haber madurado en una amistad; pero en los últimos meses de mi residencia en la academia, aunque su impertinencia hubiera disminuido, sin duda, en alguna medida, mis sentimientos se trocaron en similar proporción; en odio más profundo. Creo que en una ocasión él lo percibió, y desde entonces me evitó, o simuló evitarme. Si mal no recuerdo, en esa misma época tuvimos un violento altercado durante el que Wilson perdió la calma hasta un punto mayor que otras veces, y habló y actuó con una franqueza nada común en su carácter. En ese momento descubrí, o creí descubrir en su tono, en su aire, y en su apariencia general, algo que al principio me sorprendió y luego me interesó profundamente, trayendo a mi recuerdo veladas visiones de mi primera infancia: vehementes, confusos y tumultuosos recuerdos de un tiempo en que la memoria misma aún no había nacido. Sólo logro describir la sensación que me oprimía diciendo que me resultó difícil rechazar la convicción de haber estado vinculado en alguna época muy lejana con ese ser que permanecía de pie ante mí... una vinculación en algún punto infinitamente remoto del pasado. Sin embargo la ilusión se desvaneció con la misma rapidez con que había llegado, y si la refiero es para precisar el día en que mantuve la última conversación con mi extraño tocayo en la academia. La enorme casa vieja, con sus innumerables subdivisiones, tenía varios cuartos contiguos de gran tamaño donde dormía la mayoría de los estudiantes. Como sucede inevitablemente en un edificio tan mal proyectado, había asimismo una cantidad de cuartos de menor tamaño, verdaderas sobras de la estructura, y que el ingenio económico del doctor Bransby también había habilitado como dormitorios; pese a que por su tamaño tan reducido no pudieran alojar más que a un sólo individuo. Wilson ocupaba uno de esos cuartos pequeños. Una noche, hacia el final de mi quinto año en la escuela e inmediatamente después del altercado que acabo de mencionar, cuando todos dormían, me levanté, y lámpara en mano me interné por interminables pasillos angostos rumbo al dormitorio de mi rival. Hacía mucho que planeaba hacerle una de esas perversas bromas pesadas, hasta ese momento siempre infructuosas. Tenía intenciones de llevar a cabo de inmediato mi plan, y decidí que Wilson percibiera toda su malicia Al llegar a su cuarto, entré en silencio, y dejé afuera la lámpara cubierta con una pantalla. Avancé un paso y escuché el sonido de su respiración tranquila. Seguro de que dormía, volví a tomar la lámpara y me aproximé con ella a la cama. Ésta se hallaba rodeada de pesadas cortinas; siguiendo con mi plan, las aparté con lentitud y en silencio hasta que rayos de luz iluminaron de golpe al durmiente, mientras mis ojos se clavaban en su cara. Lo miré, e instantáneamente quedé petrificado, helado. Respiré con dificultad, me temblaban las rodillas y mi espíritu era presa de un horror sin sentido, pero intolerable. Jadeando, aproximé aún más la lámpara a su cara. ¿Eran esos... ésos, los rasgos de William Wilson? Veía sin duda que eran los suyos, pero me estremecía como presa de un ataque de fiebre al imaginar que no lo eran. ¿Qué había en ellos para confundirme de tal manera? Lo miré fijo mientras mi cerebro era presa de un torbellino de pensamientos incoherentes. No era esa su apariencia -seguramente no era ésa- cuando estaba despierto. ¡El mismo nombre! ¡La misma figura! ¡El mismo día de llegada a la academia! ¡Y después su obstinada e insensata imitación de mi manera de caminar, mi voz, mis costumbres y actitudes! ¿Estaría en verdad, dentro de los límites de las posibilidades humanas que lo que ahora veía fuese meramente el resultado de su constante y sarcástica imitación? Despavorido y cada vez más tembloroso apagué la lámpara, salí en silencio del cuarto y abandoné en el acto los salones de esa vieja academia a la que no regresaría jamás Después de pasar algunos meses holgazaneando en casa, me hallé convertido en un estudiante de Eton. El breve intervalo transcurrido bastó para debilitar el recuerdo de los acontecimientos ocurridos en la academia del doctor Bransby, o por lo menos para modificar los sentimientos que esos recuerdos me inspiraban. La verdad -la tragedia- del drama, ya no existían. Ahora podía dudar de la evidencia de mis sentidos, y las pocas veces que recordaba el episodio me sorprendían los extremos a que puede llegar la credulidad humana y sonreía ante la fuerza de la imaginación que poseía por herencia. Dado el género de vida que empecé a llevar en Eton era lógico que este escepticismo no decreciera. El vórtice de locura irreflexiva en el que inmediata y temerariamente me sumergí, barrió con todo lo que no fuera el pasado reciente ahogando de inmediato toda impresión sólida o seria y dejando en mi recuerdo tan sólo las cosas más triviales de mi vida anterior. No deseo, sin embargo, trazar aquí el curso de este miserable libertinaje, un libertinaje que desafiaba las leyes y eludía la vigilancia de la institución. Transcurrieron tres años de locura que no me dejaron ningún provecho, sino que arraigaron en mí los vicios y, de manera insólita, aumentaron mi estatura corporal. En ese tiempo, después de una semana de tonta disipación, invité a un grupo de los estudiantes más disolutos a una orgía secreta en mis habitaciones. Nos encontramos ya avanzada la noche, porque nuestra orgía debía prolongarse fielmente hasta la mañana. Corría con libertad el vino, y no faltaban otras seducciones tal vez más peligrosas; cuando el gris de la aurora apenas se perfilaba en el este, nuestro extravagante delirio estaba en su punto más alto. Excitado hasta la locura por las cartas y el alcohol, yo insistía en un brindis especialmente blasfemo cuando de repente atrajo mi atención la puerta que se entreabría con violencia, y la voz ansiosa de un criado. Decía que una persona me reclamaba con desesperada urgencia en el vestíbulo. Salvajemente excitado por el vino, la inesperada interrupción me alegró en lugar de sorprenderme. Salí tambaleante y en pocos pasos estuve en el vestíbulo del edificio. En ese lugar, estrecho y bajo, no había lámpara, y sólo la pálida claridad del amanecer se abría paso por la ventana semicircular. Al transponer el umbral percibí la presencia de un joven casi de mi misma estatura, que vestía una bata de casimir blanco, cortada al nuevo estilo, como la que llevaba yo puesta en ese momento. La débil luz me permitió percibirlo, pero no alcancé a distinguir los rasgos de su cara. Al verme entrar, vino presuroso a mi encuentro y tomándome del brazo con un gesto de petulante impaciencia, me murmuró al oído las palabras: -¡William Wilson! Recuperé en el acto la sobriedad. En los modales del desconocido, y en el temblor de su dedo suspenso entre mis ojos y la luz, había algo que me llenó de indescriptible asombro; pero no fue eso lo que me conmovió con mayor violencia. Fue la solemne admonición que contenían aquellas palabras sibilantes pronunciadas en voz baja y singular; y por sobre todo, fue el carácter, el tono, el sonido de esas sílabas escasas, simples y familiares, pero susurradas, que llegaban a mí con mil turbulentos recuerdos de días pasados, y que golpearon mi alma con el impacto de una batería galvánica. Antes de que pudiera recobrar el uso de mis facultades, mi visitante había desaparecido. Aunque ese acontecimiento tuvo un vívido efecto sobre mi imaginación, fue también un efecto pasajero. Durante una semana me ocupé en hacer toda clase de investigaciones o me dejé envolver en una nube de especulaciones morbosas. No pretendí ocultar a mi percepción la identidad del singular individuo que con tanta perseverancia se inmiscuía en mis asuntos y que me acosaba con sus insinuados consejos. ¿Pero quién era y qué era ese Wilson? ¿De dónde venía? ¿Cuáles eran sus propósitos? Me resultó imposible encontrar una respuesta satisfactoria a estas preguntas; sólo alcancé a averiguar que un repentino accidente familiar lo obligó a abandonar la academia del doctor Bransby el mismo día de mi huida. Pero poco tiempo después dejé de pensar en el asunto; mi atención estaba completamente absorbida por el proyecto de ingresar en Oxford. Hacia allí pronto me trasladé; mis padres, en su irreflexiva vanidad, me proporcionaron un vestuario y una pensión anual que me permitirían disfrutar a mi antojo del lujo, ya tan caro a mi corazón, y rivalizar en despilfarro con los más altivos herederos de los más opulentos ducados de Gran Bretaña. Excitado por tantos medios para fomentar el vicio, mi temperamento se desbordó con renovado ardor, y en la loca infatuación de mis francachelas mancillé las más elementales normas de decencia. Pero sería absurdo detenerme en los detalles de mis extravagancias. Baste decir que fui más despilfarrador que el mismo Herodes, y que dando nombre a una multitud de nuevas locuras, agregué un apéndice nada breve al largo catálogo de vicios entonces habituales en la más disoluta universidad de Europa. Sin embargo, resultaba casi increíble que pese a haber caído tan bajo mancillando mi condición de caballero, hubiera de llegar a familiarizarme con el vil arte del jugador profesional y que, habiéndome convertido en adepto de esa ciencia despreciable, la practicara con frecuencia, corno un medio de aumentar aún más mis enormes rentas a expensas de mis compañeros más débiles de carácter. Sin embargo, esa era la verdad. Y la misma enormidad de esta ofensa contra todos los sentimientos varoniles y honorables demostraba, más allá de toda duda, la principal ya que no la única razón de la impunidad con que la cometía. ¿Quién, entre mis más desenfrenados camaradas, no hubiera preferido dudar del testimonio de sus sentidos antes de sospechar culpable de semejante vileza al alegre, al franco, al generoso William Wilson -el más noble y liberal compañero de Oxford- ese cuyas locuras (según decían sus parásitos) eran sólo las locuras de la juventud y de la fantasía, cuyos errores no eran más que caprichos inimitables, cuyos vicios más negros eran sólo descuidadas y atrevidas extravagancias? Había estado dos años exitosamente entregado a estas actividades cuando llegó a la Universidad un joven noble, un parvenu de apellido Glendinning -tan rico como Herodes Atico según los rumores- y cuyas riquezas también habían sido fácilmente obtenidas. Pronto me di cuenta de que era un simple y, naturalmente, lo consideré un sujeto adecuado para poner a prueba mis habilidades. Lo invité a jugar con frecuencia y, con la habitual artimaña del tahúr, le permití ganar sumas considerables para envolverlo más eficazmente en mis redes. Una vez maduros mis planes, me encontré con él (decidido a que esa partida fuera la última y decisiva) en las habitaciones de un compañero llamado Preston, amigo por igual de ambos pero que, para hacerle justicia, no abrigaba la más remota sospecha de mis intenciones. Para mayor disimulo, conseguí reunir un grupo de ocho a diez personas y me las ingenié para que la propuesta de jugar a las cartas pareciera accidental y la sugiriera la misma víctima. Para no prolongar un tema tan vil, no omití ninguna de las acostumbradas y delicadas bajezas de situaciones similares, hasta tal punto repetidas que sorprende que todavía existan seres tan tontos que caigan en la trampa. Dilatamos el juego hasta altas horas de la noche y por fin llevé a cabo la maniobra gracias a la cual Glendinning quedaba como mi único adversario. El juego también era mi preferido: el écarté. El resto de los invitados, interesados por nuestra partida, abandonó sus propias cartas y nos rodeó. El parvenú, a quien al principio de la noche logré inducir a beber en abundancia, mezclaba las cartas, las repartía y jugaba con una nerviosidad que su ebriedad sólo en parte podía explicar. En poco rato se convirtió en mi deudor por una importante suma y entonces, después de beber un gran trago de oporto, hizo lo que yo fríamente esperaba: me propuso doblar nuestras ya extravagantes apuestas. Simulé una enorme renuencia y recién cuando mis repetidas negativas le provocaron algunas réplicas coléricas, que me acusaban de cobarde, acepté la propuesta. El resultado, por supuesto, no hizo más que demostrar hasta qué punto había caído la presa en mis redes: en menos de una hora, su deuda se cuadruplicó. Hacía rato que el semblante de Glendinning perdía el tinte rubicundo provocado por el vino; pero ahora, para mi sorpresa, percibí en él una palidez verdaderamente espantosa. Aseguro que me sorprendió, porque en respuesta a mis ansiosas averiguaciones, Glendinning me había sido presentado como inmensamente rico, y las sumas que ya llevaba perdidas, aunque importantes en sí mismas, supuse que no podían incomodarlo seriamente, y mucho menos afectarlo con tal violencia. Lo primero que pensé era que estaba agobiado por el vino que acababa de beber; y más por mantener mi reputación a los ojos de mis compañeros que por motivos menos interesados, me disponía a exigir con tono perentorio la suspensión de la partida, cuando algunas frases dichas a mi alrededor y la exclamación de total desesperanza que profirió Glendinning, me dieron a entender que acababa de provocar su ruina total en circunstancias que, al convertirlo en objeto de la piedad general, deberían haberlo protegido hasta de los ataques de un espíritu maligno. Es difícil saber cuál debía haber sido mi conducta en ese momento. La lamentable condición de mi víctima creaba un clima de incómodo abatimiento en todos los presentes; hubo algunos instantes de profundo silencio durante el que me ardieron las mejillas ante las miradas abrasadoras de desprecio y de reproche que me dirigían los menos viciosos del grupo. Confieso que el peso intolerable de mi ansiedad se vio durante breves instantes aliviada por una repentina y extraordinaria interrupción. Las pesadas puertas plegadizas de la habitación se abrieron de par en par con un ímpetu tan vigoroso y arrollador que, como por arte de magia, se extinguieron todas las velas del cuarto. Pero las llamas, agonizantes, nos permitieron percibir la entrada de un desconocido, un hombre aproximadamente de mi estatura, completamente envuelto en una capa. La oscuridad era ahora total y sólo podíamos sentir que el desconocido estaba entre nosotros. Antes de que nadie pudiera recobrarse de la sorpresa provocada por entrada tan ruda e intempestiva, oímos la voz del intruso. -Señores -dijo en una voz baja y clara, en un susurro jamás olvidado que me estremeció hasta la médula-. Señores, no me disculparé por mi comportamiento, porque al conducirme de esta manera cumplo con un deber. Sin lugar a dudas, ustedes ignoran la verdadera personalidad del que esta noche le ha ganado a lord Glendinning una importante suma al écarté. Por lo tanto les señalaré una manera expeditiva para obtener esta tan necesaria información. Por favor examinen con cuidado el paño de su manga izquierda y los pequeños paquetes que encontrarán en los espaciosos bolsillos de su bata bordada. Mientras hablaba, el silencio era tan profundo que se hubiera podido oír la caída de un alfiler sobre el piso. Al terminar de hablar, salió tan abruptamente como había llegado. ¿Puedo describir... describiré mis sensaciones? ¿Necesito decir que experimenté todos los horrores del condenado? No tuve tiempo de reflexionar. Varias manos me aferraron con rudeza, impidiéndome todo movimiento, y de inmediato se volvieron a prender las luces. Enseguida me registraron. En el forro de mi manga encontraron todas las cartas esenciales en el écarté, y en los bolsillos de mi bata una serie de mazos de barajas idénticos a los que utilizábamos en nuestras partidas, con la única excepción de que las mías eran lo que técnicamente se denomina arrondées: los honores eran levemente convexos en las puntas, las cartas más bajas, levemente convexas a los costados. De esta manera, el incauto que corta el mazo a lo largo, según lo acostumbrado, invariablemente proporciona un honor a su adversario, mientras el tahúr cortará a lo ancho sin proporcionar a su víctima ninguna carta de importancia en el juego. Cualquier explosión de indignación ante lo que acababan de descubrir me hubiera afectado menos que el silencioso desprecio o la sarcástica compostura con que lo recibieron. -Señor Wilson -dijo nuestro anfitrión, inclinándose para levantar del piso una lujosa capa de pieles excepcionales- señor Wilson, esta capa es suya. (Hacía frío y al salir de mi habitación me había echado la capa sobre los hombros quitándomela luego al llegar a la escena del juego). Supongo que está de más buscar aquí mayores pruebas de su habilidad -comentó, observando los pliegues de la capa con amarga sonrisa-. Ya tenemos bastantes. Espero que comprenda la necesidad de abandonar Oxford y, en todo caso, de salir inmediatamente de mis aposentos. Envilecido, humillado como estaba, es probable que hubiera respondido a tan exasperante lenguaje con un arrebato de violencia si en ese momento mi atención no hubiese sido atraída por un hecho sorprendente. La capa que me había puesto para la reunión era de pieles extremadamente raras; tan poco comunes y extravagantemente costosas que no me aventuraré a hablar de su precio. También el modelo era de mi propia y fantástica invención; porque era exigente hasta la fanfarronería en cuestiones de naturaleza tan frívola. Por eso, cuando el señor Preston me alcanzó la que acababa de levantar del piso, cerca de las puertas plegadizas de la habitación vi, con un asombro que se acercaba al terror, que yo tenía mi propia capa colgando del brazo (donde distraídamente la había colocado) y que la que él me entregaba era absolutamente idéntica en todos y cada uno de sus detalles. Recordé que el extraño personaje que me desenmascarara estaba envuelto en una capa al entrar y, aparte de mí, esa noche ningún otro invitado llevaba capa. Con la poca presencia de ánimo que me quedaba, tomé la que me ofrecía Preston, la coloqué con disimulo sobre la mía; salí de la habitación con una resuelta expresión de desafío, y al alba de la mañana siguiente inicié un viaje al continente sumido en un abismo de horror y de vergüenza. Huía en vano. Mi maldito destino me persiguió exultante y me demostró, sin lugar a dudas, que su misterioso dominio acababa de empezar. Apenas puse mis pies en París tuve nuevas pruebas del odioso interés que Wilson demostraba en mis asuntos. Volaron los años, sin que yo pudiera experimentar el menor alivio. ¡Miserable! ¡En Roma se interpuso entre mis ambiciones y yo con inoportuna y espectral solicitud! También en Viena, en Berlín y en Moscú. ¿Dónde, en verdad, no tuve amargos motivos para maldecirlo desde el fondo del corazón? Por fin huí, presa de pánico, de esa inescrutable tiranía, como si se tratara de una peste; y huí en vano hasta los mismos confines de la tierra. Y una y otra vez, en secreta comunión con mi espíritu, me preguntaba; "¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Qué quiere?" Pero no encontré la respuesta. Entonces estudié con minuciosidad las formas y los métodos y los rasgos dominantes de aquella impertinente vigilancia. Pero aún en eso no había en qué basar una conjetura. Era ciertamente notable que en ninguna de las múltiples instancias en que se había cruzado últimamente en mi camino lo había hecho más que para frustrar planes o malograr hechos que, de haberse cumplido, hubieran culminado en una amarga maldad. ¡Pobre justificación es ésta, en verdad, para una autoridad tan imperiosamente asumida! ¡Pobre compensación para los derechos de un libre albedrío tan pertinaz e insultantemente negado! También me había visto obligado a notar que, durante un largo período, mi verdugo (que escrupulosamente y con maravillosa destreza mantuvo su capricho de vestirse de manera idéntica que yo) consiguió que, en la ejecución de sus variadas interferencias a mi voluntad, nunca y en ningún momento pudiera ver sus facciones. Quienquiera fuese Wilson, esto, al menos, era el colmo de la afectación o de la locura. ¿Supuso por un instante que en quien me amonestó en Eton, en quien malogró mi ambición en Roma, mi venganza en París, mi apasionado amor en Nápoles o lo que falsamente definiera como mi avaricia en Egipto. que en éste -mi archienemigo y genio maligno-, dejaría de reconocer al William Wilson de mis días de escolar. al tocayo, al compañero, al rival, al odiado y temido rival de la academia del doctor Bransby? ¡Imposible! Pero permitan que me apresure a llegar a la última escena del drama. Hasta allí yo había sucumbido con indolencia a su imperioso dominio. El sentimiento de profundo temor con que habitualmente contemplaba el elevado carácter, la majestuosa sabiduría y la aparente ubicuidad y omnipotencia de Wilson, sumados al terror que ciertos rasgos de su naturaleza, y las conjeturas que me inspiraban, habían llevado a grabar en mí la idea de mi absoluta debilidad y desamparo, y a sugerirme una implícita aunque amarga y renuente sumisión a su arbitraria voluntad. Pero últimamente me había entregado por completo a la bebida, y la terrible influencia que ésta ejercía sobre mi temperamento hereditario me llevó a impacientarme cada vez más ante esa vigilancia. Empecé a murmurar, a vacilar, a resistir. ¿Y fue sólo mi imaginación la que me indujo a creer que con el aumento de mi propia firmeza, la de mi torturador sufriría una proporcional disminución? Sea como fuere, empecé a sentirme inspirado por una ardiente esperanza, que con el tiempo fomentó en mis más secretos pensamientos la firme y desesperada resolución de no seguir tolerando esa esclavitud. Fue en Roma, durante el carnaval de 18..., que asistí a un baile de máscaras en el palazzo del duque napolitano Di Broglio. Me dejé arrastrar con más libertad que de costumbre por el exceso de bebida, y luego la atmósfera sofocante de los salones atestados me irritó hasta un punto intolerable. Además, la dificultad de abrirme paso entre la aglomeración de invitados contribuyó en gran medida a aumentar mi malhumor; porque buscaba ansioso (permítanme no decir con qué indigno motivo) a la joven, alegre y hermosa esposa del anciano y tambaleante Di Broglio. Con inescrupulosa confianza ella me había confiado el secreto del disfraz que luciría esa noche, y habiéndola vislumbrado a la distancia me apresuraba a reunirme con ella. En ese momento sentí que una mano liviana se apoyaba sobre mi hombro y volví a escuchar ese inolvidable, bajo y maldito susurro junto a mi oído. En un absoluto frenesí de furia me volví de inmediato contra aquél que así me interrumpía y lo aferré por el cuello con violencia. Tal como yo suponía, vestía un disfraz similar al mío: capa española de terciopelo azul y cinturón rojo del que pendía una espada. Una máscara de seda negra le cubría por completo la cara. -¡Miserable! -grité con voz ronca por la furia que cada sílaba que pronunciaba parecía atizar-. ¡Miserable! ¡Impostor! ¡Maldito villano! ¡No permitiré... no permitiré que me persigas hasta la muerte! ¡Sígueme o te atravesaré aquí mismo con mi espada!- Y me encaminé a una pequeña antecámara contigua, arrastrándolo conmigo sin que se resistiera. En cuanto entramos, furioso, lo empujé para alejarlo de mí. Él trastabilló contra la pared, mientras yo cerraba la puerta con un juramento y le ordenaba que desenvainara su espada. Sólo vaciló un instante; después, con un pequeño suspiro, desenvainó en silencio y se preparó para defenderse. El duelo fue breve. Frenético y presa de feroz excitación, yo sentía en mi brazo la energía y el poder de una multitud. En pocos segundos lo acorralé contra la pared, y allí, teniéndolo en mi poder, le hundí repetidas veces la espada en el pecho con brutal ferocidad. En aquel instante, alguien movió el pestillo de la puerta. Evité presuroso una intrusión y de inmediato regresé al lado de mi moribundo rival. ¿Pero qué lenguaje humano puede transmitir adecuadamente esa sorpresa, ese horror que me poseyó frente al espectáculo que tenía ante mi vista? El breve instante en que aparté la mirada pareció ser suficiente para producir un cambio material en el arreglo de aquel extremo lejano de la habitación. Un gran espejo -en mi confusión, al menos, eso me pareció al principio-, se alzaba donde antes no había nada. Y cuando avancé hacia él, en el colmo del espanto, cubierta de sangre y pálida la cara, mi propia imagen vino tambaleándose hacia mí. Eso me pareció, digo, pero me equivocaba. Era mi antagonista, era Wilson quien se erguía ante mí, agonizante. Su máscara y su capa yacían en el suelo, donde las había arrojado. Cada hebra de su ropa, cada línea de los marcados y singulares rasgos de su cara ¡eran idénticos a los míos! Era Wilson. Pero ya no se expresaba en susurros y hubiera podido imaginar que era yo mismo el que hablaba cuando dijo: -Has vencido y me entrego. Pero a partir de ahora tú también estás muerto... muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza. ¡En mí existías... y observa esta imagen, que es la tuya, porque al matarme te has asesinado tú mismo!

    Presentación

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    Desde esta perspectiva, generar espacios para compartir aquello que nos des-alinea y nos des-aliena de la cultura y la ideología oficial, constituye una necesidad para aquellos que aspiramos a construir una "realidad" diferente, basada en valores humanistas, centrados en la solidaridad y que acogen la potencialidad creativa que existe en cada uno de nosotros.

    El objetivo de esta página web es, precisamente, constituirse como un medio de comunicación y de expresión generado por personas comunes y corrientes, pero que buscan conectarse con lo grande que hay dentro de ellas mismas y entregarlo a los demás a través de la palabra escrita.