Derechos y Deberes

LA GENTE TIENE DERECHO A PENSAR CON LIBERTAD,
TIENE DERECHO A DECIDIR CON QUIEN COMPARTE LA MESA,
TIENE DERECHO A INTENTAR CONFIAR EN UN POLÍTICO
O SER OPOSITOR A ESE POLÍTICO,
TIENE DERECHO A TENER UNA UTOPÍA QUE ORIENTE SU EXISTENCIA SOCIAL;
PERO, ESTA MISMA GENTE, TIENE EL DEBER DE RESPETAR A LA PERSONA QUE PIENSA DISTINTO,
TIENE EL DEBER DE RESPETAR A LOS AMIGOS DE SUS AMIGOS,
TIENE EL DEBER DE RESPETAR A LOS QUE SIGUEN A OTROS LÍDERES POLÍTICOS,
TIENE EL DEBER DE RECONOCER LA VIGENCIA DE LAS OTRAS UTOPÍAS QUE GUIAN A LAS DEMÁS PERSONAS.

EL “DEBER SER” DEL PROFESOR DE FILOSOFÍA.

EL “DEBER SER” DEL PROFESOR DE FILOSOFÍA.

por Mario Andrés Díaz Molina.

“La Filosofía puede aportar en la construcción de una Sociedad Chilena más ética, más democrática, más abierta a los valores y más tolerante”.

El Profesor de Filosofía de Tercero y Cuarto Medio tiene en el Chile de hoy una gran responsabilidad en la formación de un pensamiento crítico y ético. No parece necesario insistir que esta acción educativa está integrada a la labor de los demás educadores que desde los otros ramos aportan en la formación integral de los alumnos(as). Esta formación filosófica crítica y ética, supone un aspecto teórico y un aspecto práctico. El alumno(a) tiene que acceder a un ambiente de discusión y reflexión desde su experiencia personal que haga posible un auto-descubrimiento y una lectura crítica de su realidad interior (una mirada psicológica. Tercero Medio) y una lectura de su medio humano, social y natural (Cuarto Medio) desde una reflexión sistemática que le permita tener su propia visión de la vida y sociedad.

La metodología que se armoniza con la propuesta anterior, está basada en la participación activa de los estudiantes en los temas en discusión. El aporte esencial del profesor de filosofía es enseñar a usar un lenguaje preciso y una fundamentación consistente, además de la aplicación correcta de las nociones a la experiencia. El análisis de textos constituye una actividad central del programa. Resulta de particular importancia que el profesor se esfuerce por fomentar el uso de un lenguaje argumentativo formal, además de hacer leer los textos previamente a la clase de suerte de favorecer el diálogo y el debate respetuoso entre los alumnos y alumnas.

Si bien el profesor es la autoridad en el aula, como todo poder, no puede ser ejercido arbitrariamente. Las clases deben estar preparadas y ajustarse al tiempo en que los alumnos permanecerán en el aula. El docente debe brindar explicación cuando el alumno lo requiera, salvo que sea evidente que pregunte sólo para molestar. Debe tratar a sus discípulos de modo respetuoso y cordial, fomentando el diálogo y la motivación. Cuidar su lenguaje, sus modales, su aspecto personal y su puntualidad. Corregir las tareas de los alumnos en tiempo y forma y brindar explicaciones sobre las calificaciones asignadas a los alumnos. Mantener el orden en clases es otra obligación del docente, que muchas veces es difícil de cumplir. Motivar a los alumnos(as) problemáticos, supone tener una verdadera vocación docente. Encontrar a un/una joven con problemas de todo tipo en el aula es cada vez más recurrente y para ellos hay que estar preparados con actitud y afecto. Porque el aporte de un Profesor de filosofía en esta circunstancia es más valórica-afectiva que intelectual, es cercana a la amistad: hay que hacerse amigo de los alumnos(as), sin perder la necesaria autoridad moral frente a ellos. La democracia en la clase de filosofía significa que el maestro fundamente la finalidad de lo que enseña, de cómo lo enseña y también de cómo lo evalúa. Algunos profesores creen que no tienen que rendir cuentas a alumnos o a padres sobre su labor docente, y esto es lo que no es democrático. Si el profesor sabe por qué toma ciertas decisiones no tendrá ningún problema en explicarlas, y en escuchar consejos sobre la implementación de otras estrategias didácticas, que decidirá aplicar o no (por ejemplo los chicos pueden proponer “miremos una película sobre este tema” o “hagamos una representación teatral” y seguramente estas tareas por ellos sugeridas los motivarán). Otra característica de un Profesor de Filosofía democrático es que sabe escuchar y comprender. Los educandos son personas que pueden pasar por momentos difíciles y esto puede tener incidencia en sus estudios. Un maestro democrático es el que le da nuevas oportunidades cuando cree que las razones que el alumno expone lo justifican. Lo que debe quedar en claro es que la democracia también implica poner límites, y sancionar en caso de necesidad. Toda democracia, ya sea política, familiar, educativa, etcétera, se basa en normas claras, tanto para quienes mandan como para quienes deben obedecer. La democracia en el aula significa que las reglas se conversen y se establezcan por consenso, pero una vez aceptadas, deben ser cumplidas.

En resumen: el profesor de Filosofía estimula la participación activa y el espíritu crítico, no se burla de las opiniones ajenas, modera los debates para evitar agresiones, exige fundar las razones que se vierten, y es guía, consejero, líder, sin descuidar que se respete su autoridad, y protegiendo los derechos de todos. Por último: la labor de un Profesor católico de Religión y Filosofía, es más apasionante todavía: es construir el Reino con el don de Dios y dar razón de la Esperanza con un pensamiento iluminado que tiene una lectura inteligente de la realidad del mundo actual, permitiendo descubrir a Cristo en medio de la historia





(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

“LOS PUBLICANOS Y PROSTITUTAS SE LES HAN ADELANTADO EN EL CAMINO DEL REINO DE DIOS”

“LOS PUBLICANOS Y PROSTITUTAS SE LES HAN ADELANTADO EN EL CAMINO DEL REINO DE DIOS”

DOMINGO 26 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 25 de Septiembre de 2011 - En el Evangelio de hoy (Mt. 21, 28-32), nos cuenta Jesús que un padre envía a sus dos hijos a trabajar. Uno le contesta que sí va a trabajar... pero realmente se escapa de su obligación y no va. El otro le dice que no quiere ir, pero luego recapacita y va a hacer lo que el padre quiere.
Y Jesús, quien ha planteado esta historia imaginaria a aquéllos que se oponían a sus enseñanzas, les pregunta al final: “¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad del padre?”. Por supuesto, tuvieron que responderle de la única manera que podía responderse: “El segundo” fue quien hizo lo correcto. Luego pasa a acusar a sus interlocutores, diciéndoles que los pecadores, “los publicanos y prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios”. Y confirma su acusación, reclamándoles que no le hicieron caso a San Juan Bautista, cuando predicaba la conversión y el arrepentimiento. ¿Por qué esta fuerte reprensión del Señor? Porque ésos que se oponen a Jesús son miembros importantes del pueblo elegido por Dios, son los primeros llamados para recibir el mensaje de salvación que trae el Mesías esperado. Ellos habían dado el “sí”, como lo dio el primero de los hijos, pero luego no hacen lo que el Padre espera de ellos. Se sentían muy seguros de su “sabiduría” y de su “santidad”... Tan santos se consideraban, que creían que no necesitaban convertirse cuando el Bautista llamaba al arrepentimiento. Y tan sabios, que pretendían oponerse al Mesías enviado por Dios.
Uno de los hijos representa a los pecadores reformados, a aquéllos que inicialmente dicen que no, pero luego se arrepienten y terminan haciendo la voluntad del padre. Por eso Jesús les hacer ver a los allí presentes -y nos hace ver a nosotros hoy- que los pecadores, los despreciados por ellos, pueden estar más abiertos para seguir la Voluntad Divina y, por tanto, para recibir el Reino de Dios, que aquéllos que ya se consideran sabios y santos. La Primera Lectura (Ez. 18, 25-28) nos hace ver que aquéllos que han dicho sí inicialmente y se apartan del bien y del camino de la voluntad de Dios, no pueden culpar a Dios de su inconstancia -de su pecado- sino que tienen que buscar la culpa en ellos mismos. Eso nos lo dice el Señor por boca del Profeta Ezequiel, enseñanza que refuerza lo que Jesús ha planteado en la parábola de este Domingo. “Cuando el justo (el santo) se aparta de su justicia (de su santidad), comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá” (Ez. 18, 25-28).
Resumiendo: Mientras estemos vivos siempre hay oportunidad de recapacitar y de arrepentirse. Pero no por esto hay que esperar el último momento, porque no sabemos el día, ni la hora (cfr. Mt. 24, 26). Y no basta ser fiel por un tiempo. No basta decir sí una vez. El Sí que le damos al Señor debe ser constante y permanente. Hay que dar el sí de una vez por todas, y ese sí inicial hay que reiterarlo en cada oportunidad. Es decir, para vivir en la Voluntad de Dios se requiere constancia y perseverancia hasta el final. No basta ser fieles por un tiempo, sino todo el tiempo y hasta el final, pues nos dice el Señor: “El que se mantenga firme hasta el final, se salvará” (Mc. 13, 13).Tampoco hay que sentirse seguro: “El que crea estar en pie, cuide de no caer” (1Cor. 10, 12).
De este mundo materialista emergen día a día hombres y mujeres nuevos que hacen posible un mundo unido a Dios. La utopía cristiana tiene un “lugar” en la historia, real y mistérico a la vez: la encarnación del Verbo. En Cristo, lo divino, como Don necesario para nuestra redención, se hace un fundamento para construir una nueva sociedad fraternal. Sin opresión ni injusticia. Es la “nube luminosa” que nos guía en el desierto de la historia. Esta construcción del Reino, que primero es un Don que irrumpe en nuestras vidas, tiene nuestra impronta humana: errores, pecado y conversión permanente. La humildad es una actitud necesaria para volver a levantarse en el camino y seguir realizando la tarea del Reino.
Por último, estas lecturas constituyen un nuevo llamado a la humildad, a no creernos ya totalmente convertidos, ni demasiado “sabios”, a sabernos necesitados de conversión siempre... hasta el último momento. En la Primera Lectura San Pablo nos enseña hasta dónde llega la humildad de Jesús, que en todo debemos imitar: “El, a pesar de ser Dios, nunca hizo alarde de su condición de Dios, sino más bien se rebajó a sí mismo... se hizo semejante a los hombres ... se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”. (Flp. 2, 1-11).







(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule
Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

¡DIOS NOS ENCUENTRA EN EL TIEMPO Y NUESTRA HISTORIA SE HACE ETERNA!

¡DIOS NOS ENCUENTRA EN EL TIEMPO Y NUESTRA HISTORIA SE HACE ETERNA!

DOMINGO 25 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 18 de Septiembre de 2011 - El Evangelio de hoy nos trae uno de los planteamientos más controversiales que conseguimos en la Sagrada Escritura. Se trata de aquella parábola de los trabajadores contratados a diferentes horas del día, los cuales terminan todos recibiendo el mismo salario.
Hubo un grupo que comenzó a trabajar a primera hora de la mañana; otro, a media mañana; otro, al mediodía; otro grupo a media tarde, y un último grupo que sólo comenzó a trabajar al final de la tarde. Lo sorprendente de la historia -tanto para nosotros que la leemos u oímos, como para los protagonistas imaginarios que en ella actúan- es que todos recibieron la misma cantidad de dinero. (Mt. 20, 1-16) ¿Por qué esto? Jesucristo, quien es el dueño de la siembra y quien cuenta la parábola, no nos explica el por qué de esta aparentemente “injusticia”. Por ello, para analizar y comprender el mensaje escondido en este relato, debemos darnos cuenta de que el Señor no está pretendiendo darnos una lección de sociología sobre la moral del salario, sino que nos está dando a entender que El, Dueño de la viña -Dueño del mundo por El creado y Dueño también de nosotros- puede arreglar sus asuntos y sus “salarios” como El desea y como mejor le parezca. Así de simple: Dios es libérrimo para hacer con sus cosas lo que desee. Y no tenemos nosotros ningún derecho de cuestionarlo, ni de reclamarle. El mismo lo dice en esta parábola: “¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que Yo quiero”.
La parábola tampoco es para estimular a los flojos a que no trabajen o a los tibios a que dejen la conversión para última hora. Más bien nos indica que Dios puede llamar a cualquier hora: a primera hora del día, o a la última, o al mediodía... o cuando sea. Nos enseña, también, que al momento de ser llamados -sea la hora que fuere- debemos responder de inmediato, sin titubear y sin buscar excusas. Y el salario es el mismo porque Jesús nos está hablando de la salvación eterna, que es para todo el que quiera estar en la viña del Señor.
Esta actitud que debemos tener ante el llamado del Señor nos lo recuerda el Profeta Isaías en la Primera Lectura: “Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca. Que le malvado abandone su camino, y el criminal sus planes. Que regrese al Señor y El tendrá piedad.” (Is. 55, 6). La parábola también es una advertencia contra la envidia, que consiste en el deseo de querer que lo bueno de los demás no sea para ellos sino para nosotros. El Señor advierte a los trabajadores envidiosos que reclaman:¿Vas a tenerme rencor porque Yo soy bueno?” Dios no admite envidia o rivalidad entre sus hijos. Nada de codiciar lo de los demás. Más aún, Dios desea que nos gocemos del bien de los demás como si fuera nuestro propio bien. De no ser así, estamos pecando de envidia, ese pecado escondido, más frecuente de lo que creemos. Quizá hasta lo cometemos sin darnos cuenta, porque creemos que es un derecho pensar con envidia. Otro punto controversial es la frase final de esta parábola, la cual El Señor repite con bastante insistencia en el Evangelio y referida a diferentes situaciones: “Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”. (Mt. 19, 30 - Mt. 20, 16 - Mc. 10, 31 - Lc. 13-30).
¿Qué significado tiene esta sentencia del Señor? Notemos que no dice que los últimos son los únicos que van a llegar y que los primeros no llegarán. Simplemente invierte el orden de llegada. Así que el más importante significado es que todos -primeros y últimos- vamos a llegar. Significa que Dios ofrece la salvación a todos: recibe a los pecadores o incrédulos convertidos en la madurez de sus vidas, pero a la vez mantiene con sus gracias a aquéllos que desde su niñez o su juventud han vivido unidos a Él. Significa también que los que comenzaron su vida cristiana desde temprana edad no tienen derecho a un trato especial y no pueden reclamar mayores derechos o una mejor paga. Significa además, que los llamados posteriormente no deben dudar, ni desanimarse, pensando que llegan tarde.
Si acaso hay personas que han sido fieles al Señor desde la primera hora, deben alegrarse por los de las últimas horas. Y alegrarse también los de última hora, porque los tempraneros han tenido la oportunidad de servir al Señor casi toda o toda su vida. Todas éstas son enseñanzas que se pueden extraer de esta parábola. Pero la más importante de todas ellas, ya la hemos dicho: Dios es libérrimo para arreglar las cosas de su mundo como El desea. Y siempre las arregla para nuestro mayor bien... aunque a veces nos suceda como a los trabajadores envidiosos: que no estemos de acuerdo con sus planes.
La Primera Lectura del Profeta Isaías nos trae una de las más bellas y más útiles frases sobre este dilema: nuestra voluntad y la de Dios, nuestros planes y los de Dios, nuestra manera de pensar y la de Dios. En esta frase nos muestra el Señor cómo es de corta y deficiente la visión de nosotros los seres humanos y cómo es de alta y de grande la suya. Cuando nos cueste entender la Voluntad de Dios y las circunstancias que El permita para nuestras vidas, cuando osemos pensar que Dios es injusto, cuando tengamos la tentación de reclamarle, recordemos esta frase que nos dice el Señor por boca del Profeta Isaías: “Así como dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de sus caminos, mis pensamientos de sus pensamientos” (Is. 55, 9).Y recordemos también ésta del Salmo 144: “Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras”. La Segunda Lectura de San Pablo (Flp 1, 20-24.27) nos recuerda cómo es el verdadero seguidor de Cristo. No es como los jornaleros envidiosos, pendiente de lo que no es tan importante (momento de la llamada, servicios prestados, recompensa, etc.), sino que está pendiente de lo único verdaderamente importante: dar gloria a Cristo. Nos recuerda el Apóstol que no hay que temer la muerte, pues “la muerte es una ganancia”, y que no importa el momento de morir o cuánto nos toque vivir, si en todo momento buscamos la gloria de Cristo. No se dice que esto sea fácil, pero no es imposible cuando se vive en Dios.
(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule
Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

PRIMERA REFLEXIÓN: UN “PROYECTO COMUNITARISTA PARA CHILE” Y EL MUNDO, ES DECIR: “DONDE LA BUENA VOLUNTAD QUIERA REALIZARLO”

PRIMERA REFLEXIÓN: UN “PROYECTO COMUNITARISTA PARA CHILE” Y EL MUNDO, ES DECIR: “DONDE LA BUENA VOLUNTAD QUIERA REALIZARLO”. Por MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA, EDUCADOR COMUNITARIO. EFAD.

A los jóvenes se les habla claro desde un principio. Se les presenta lo que se les propone directamente. Ellos deciden en conciencia. No hay otra forma de proceder. Mientras más luego se hace el contacto mejor. Es si o es no, punto.

Recuerdo el primer grupo juvenil que formé en 1981. Para un 11 de septiembre salimos un grupo de jóvenes vecinos a invitar a jóvenes rurales que vivían en el campo. Nosotros vivíamos en Linares, en el sector norte de la ciudad. Nos dividimos para alcanzar varias direcciones. Algunos invitaron a unos jóvenes campesinos, diciéndoles que nuestro propósito era hacer convivencias o fiestas, sanas y todo eso, pero fiestas. En la tarde de este día, que no recuerdo bien, si era un día domingo, se reunieron en mi casa, un grupo numeroso de jóvenes rurales y urbanos de ambos sexos. Cuando les expliqué en forma más detallada el objetivo que queríamos darle al nuevo grupo juvenil, algunos de ellos, no pocos, se extrañaron y se sintieron engañados y simplemente se fueron. Pregunté porque se había usado el tema de las fiestas y la respuesta más coherente fue que era para poder atraerlos al grupo. Algunos se quedaron, pero nunca se integraron de verdad. De este grupo salió un matrimonio y amistades que hasta el día de hoy se mantienen. Eran jóvenes que trabajaban la tierra, o en tiendas comerciales, otros eran estudiantes, también habían Asesoras del Hogar. La experiencia fue buena. Le llamamos a este grupo “Cristos Jóvenes”

La juventud no es una realidad homogénea. Hay jóvenes y jóvenes. Y los valores son aceptados por ellos, como rechazados por algunos de ellos. Algunos perseveran, otros no. Pero siempre hay más de uno que decide dar un testimonio de sacrificio y buena voluntad.

Para promover un estilo comunitario de vivir, hay que empezar a captar modelos reales que tengan en su base el valor de la cooperación, de la fraternidad y sobre todo del amor.

No se trata de vivir en un convento o comunidad cerrada. El comunitarismo supone vivir en medio de la sociedad civil, tolerando y a la vez luchando para ser tolerados por los demás. Es educar para la democracia.

Se caminará a una sociedad más solidaria en la medida que la gente pueda expresarse en ambientes comunitarios. Los jóvenes tienen sus centros.

Este proyecto comunitario supone asumir la diversidad. Para esto se necesita saber conocer la propia identidad. Se hace necesaria una educación o formación comunitaria. Hay que hacer el cambio desde la cultura, el arte, literatura y formas alternativas de recreación. Desde la creencia y no-creencia solidarias. El diálogo interreligioso o ecuménico adquieren, ambos, aquí la forma de otro frente de coexistencia fraternal. Lo mismo, con el diálogo con los no-creyentes que buscan compartir con creyentes tolerantes y renovados.

Un objetivo importante es trabajar socio-políticamente a nivel del Municipio. Esto hay que hacerlo, porque significa alcanzar una madurez política y lo importante, hay que evitar ser domesticados por un partido político verticalista manejado por grupos de poder que se eternizan en los puestos de dirigentes.

En el área de las relaciones con partidos políticos parece, muy conveniente establecer un tipo de “pacto extrínseco”, es decir que no involucre la vida interna del proyecto comunitario. Aliados, pero dentro de un límite cooperativo que impida la infiltración de agentes foráneos a la intimidad de los ideales que nunca deben ser negados o relativizados. Es decir, el pluralismo no sacrifica lo propio, que es lo que da sentido existencial o vivencial al diálogo y compromiso con el bien común. La razón y experiencia histórica demuestran que se pueden configuran bases comunes para compartir un proyecto de bien público sin sacrificar las identidades. Para esto parece necesario mantener una actitud de incansable perfeccionamiento de las normas que deben ir fortaleciendo lo que con tolerancia y sabiduría se ha conseguido establecer. Esto reflejará la constante captación de los valores y trascendencia que bebe ir adquiriendo el proyecto comunitario. Lo importante es empezar a caminar con los que se encuentran en el camino, el señor de la historia, Jesucristo, que está en la esencia de los anhelos más auténticos, tiene iluminado el camino de nuestra militancia.

¡PERDONAR NO ES PERDER LA DIGNIDAD, ES HACER VISIBLE A DIOS EN NUESTRA VIDA!

¡PERDONAR NO ES PERDER LA DIGNIDAD, ES HACER VISIBLE A DIOS EN NUESTRA VIDA!

DOMINGO 24 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 11 de Septiembre de 2011 - A lo largo de todo el Evangelio, Jesús nuestro Señor nos invita a perdonar. Y no sólo nos lo dice de palabra, sino que nos da su ejemplo: mientras agonizaba colgado de la cruz, nos enseña con su oración al Padre cómo nos perdona. A los verdugos que lo torturaban y lo mataban no les reclama nada, sino que oraba así: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34). ¿Qué mayor ejemplo podemos tener para nosotros perdonar a los que nos hacen daño?
¿Cómo perdonar, si nuestra tendencia natural nos lleva al resentimiento, al desquite, inclusive a la venganza? Para respondernos esto, debemos estar convencidos de que si Dios nos pide algo, es porque podemos hacerlo. Y podemos hacerlo, porque El nos da las gracias para hacerlo... más aún, es Él Quien perdona en nosotros. Pedro le pregunta: “Señor, ¿hasta siete veces? (¿SIETE VECES DEBO PERDONAR?)” Y Jesús le responde con aquella multiplicación, que da un resultado de 490 veces, pero que no significa esa cifra exactamente, ni tampoco 77, sino que es una expresión del Oriente Medio que equivale a decir “siempre”: “No sólo hasta siete, sino setenta veces siete” (Mt. 18, 21-35). Por cierto esta expresión aparece ya en el Antiguo Testamento (Gn. 4, 24) en el canto del feroz Lamec, quien se jacta de vengarse de las ofensas “setenta veces siete”. Jesús nos plantea la parábola del siervo despiadado, a quien el amo le perdonó una deuda inmensa y éste, enseguida de haber recibido la condonación de su deuda, casi mata a un deudor suyo que le debía una cantidad muy pequeña. ¿Qué sucedió? El amo, al enterarse, lo hizo apresar hasta que pagara el último centavo de la deuda que le había perdonado antes. Y remata Jesús su parábola así: “Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”. Y esto no sólo nos lo dijo Jesús en ese momento, sino que nos lo ha puesto a repetir cada vez que rezamos el Padre Nuestro, la oración que El nos dejó para rezar al Padre Celestial. Y ¿qué decimos allí? Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Mt. 6, 12-14).
También puede ayudarnos a perdonar el meditar algunas frases que nos vienen en la Primera Lectura (Si. 27, 33-28, 9), tomada del Libro del Eclesiástico o de Sirácide: “Cosas abominables son el rencor y la cólera... El Señor se vengará del vengativo... No guardes rencor a tu prójimo... Pasa por alto las ofensas”. Una frase del Libro del Eclesiástico de la Primera Lectura, “Perdona la ofensa a tu prójimo y, así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados”, ¿no se parece a las instrucciones de Cristo? ¿No se parece a la frase del Padre Nuestro: “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? Fijémonos, entonces, que en el Antiguo Testamento se contienen en germen las verdades que luego aparecen en el Nuevo Testamento, predicadas por Cristo. Este germen es un verdadero anticipo del Evangelio. Antes era la Ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente (Ex. 21, 22-27 y Dt. 19, 18-21). Ya esta Ley era un avance con respecto de lo anterior, pues ponía un cierto freno a la venganza excesiva de Lamec (Gn. 4, 23-24). En efecto, La Ley del Talión, aunque nos parezca inhumana en nuestros días, era una máxima sana para ese momento, pues pretendía poner un cierto límite a la sed de venganza, además de recordar a los jueces y a la comunidad la obligación de proteger a los débiles de aquéllos que pretender abusar de ellos. Y Dios, que conoce que su pueblo es “cabeza dura” (cf. Ex. 32, 9 y Dt. 32, 27), lo va “domando” poco a poco. Por eso en cuanto al trato con los enemigos, va progresivamente mejorando la forma de hacer justicia y de perdonar. De allí que Jesús haga alusión a esta Ley del Talión durante el Sermón de la Montaña, que se iniciaba con las Bienaventuranzas: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero Yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécela también la otra”. (Mt. 5, 38-39). ¿Qué significa eso de poner la otra mejilla? No significa dejarse destruir, pues Jesús mismo reclamó al ser abofeteado: “Jesús dijo: ‘Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me has golpeado así?’” (Jn. 18, 22-23). “Poner la otra mejilla” significa devolver bien por mal: “No te dejes vencer por el mal, más bien derrota el mal con el bien” (Rom. 12, 20-21). “Poner la otra mejilla” significa lo que Jesús dice un poco más adelante en el Sermón de la Montaña: “Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores” (Mt. 5, 44). Así que el cristiano que perdona no es un tonto, no se hace ilusiones acerca del mundo que lo rodea, tal como Jesús lo demuestra en el insólito y sumario juicio que lo llevó a su condenación a muerte, cuando reclama la injusta bofeteada. El cristiano que perdona está sencillamente siguiendo las instrucciones de Cristo: perdonar y orar por los que nos hacen daño. Él sabrá qué hacer con ellos. “Hermanos: no se tomen la justicia por su cuenta, dejen que sea Dios quien castigue, como dice la Escritura: ‘Mía es la venganza, Yo daré lo que se merece, dice el Señor’” (Rom. 12, 19). Jesús, entonces, no viene a decirnos que no hay enemigos, sino que El ha venido a vencer al verdadero Enemigo, que es el Demonio. Ese sí es nuestro verdadero Enemigo. El cristiano que verdaderamente está del lado de Jesús combate contra los verdaderos enemigos: el Demonio y todos su secuaces, es decir todos lo que persistan en estar del lado del Maligno. De allí que la lucha del cristiano sea contra los espíritus de las tinieblas (cf. Ef. 6, 10-18). Y llegará el día en que Jesús los vencerá a todos y pondrá a sus enemigos bajo sus pies (1 Cor. 15, 24-26). Pero todos los hombres, mientras estén vivos, pueden potencialmente volverse amigos. Y esto sucede cuando ellos, libremente, aceptan las gracias que Dios siempre proporciona a todos, tanto a los buenos, como a los malos: “Porque El hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores” (Mt. 5, 45). Y pueden nuestros enemigos volverse amigos de Dios e -inclusive- podrían volverse amigos de aquéllos a quienes han hecho daño. Porque los amigos de Dios son amigos entre sí. Así que, para que se cumpla lo que nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (Rm. 14, 7-9) “Ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor”, para “ser del Señor”, entre otras cosas, debemos perdonar como el Señor nos perdona a nosotros y como nos pide que nosotros perdonemos a los demás. El Salmo 102 canta las misericordias de Dios: El Señor compasivo y misericordioso. Además nos recuerda que el Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo, ni nos trata como merecen nuestras culpas, ni paga según nuestros pecados.

¿CORRECCIÓN FRATERNA? ¿LOS LAICOS PUEDEN CORREGIR FRATERNALMENTE A UNA AUTORIDAD DE LA IGLESIA?

¿CORRECCIÓN FRATERNA? ¿LOS LAICOS PUEDEN CORREGIR FRATERNALMENTE A UNA AUTORIDAD DE LA IGLESIA?



DOMINGO 23 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 4 de Septiembre de 2011 - Las lecturas de este Domingo nos presentan una faceta importante, aunque muy delicada, del amor al prójimo. Se trata de la corrección fraterna; es decir, de cómo corregir a los demás de acuerdo a las instrucciones que nos da Jesús en el Evangelio de San Mateo (Mt. 18, 15-20).Se trata de la obligación que tenemos todos aquéllos que tienen personas a su cargo: padres de familia, educadores, superiores, pastores del pueblo de Dios, etc. de corregir, de no dejar pasar las faltas que deben ser corregidas, pero de hacerlo cómo nos lo indica tan claramente el Señor en este Evangelio.

En la Segunda Lectura, San Pablo nos habla de la “deuda del amor mutuo” que tenemos para con nuestro prójimo (Rm. 13, 8-10). Y una de esas deudas es la corrección debidamente hecha. Veamos sólo unos ejemplos de nuestros días: la perversión sexual ¿qué ha traído como consecuencia? Destrucción de las familias, hijos abandonados, enfermedades incurables, el desprestigio de la Iglesia, etc. La avaricia por dinero y por bienes ha causado robos, asesinatos, tráfico de drogas, corrupción, etc. ¿A qué se deben todos estos males? A que los hombres y mujeres de hoy hemos dejado de considerar a lo divino como centro de los valores humanos y trascendentales.

Cuando faltamos a una ley, a una exigencia o a algún consejo de Dios, los efectos no son neutros. El mal no es una mera opinión. La persona humana de carne y hueso comete errores. El tema no es negar esta realidad, es como se hace posible una rectificación, un cambio de actitud. Vivimos en sociedad. Los demás tienen que ver con mi vida, porque los afecta mi forma de vivir, de compartir con ellos. Mi mal los daña y viceversa. Ellos tienen derecho a decirme algo, incluso es un deber mutuo. Jesús nos da con mucha precisión la forma como debemos corregirnos unos a otros. Primer Paso: “Si alguien comete un pecado, amonéstalo a solas”. Segundo Paso: “Si no te hace caso, hazlo delante de dos o tres testigos”. Tercer Paso: “Si ni así te hace caso, díselo a la comunidad”. Cuarto Paso: “Si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él”. La experiencia muestra que cuando corregimos a otro u otros de una manera distinta a este orden que nos indica el Señor, se crean problemas, pues el corregido se siente atacado injustamente. Por ejemplo, si alteras el orden y haces el segundo o tercer paso de primero, se interpreta que has hecho un chisme. Si haces el cuarto paso, sin pasar por los otros tres, estás faltando a la caridad, pues aunque la persona a corregir sea culpable de algo, no puedes alejarte sin darle alguna explicación o sin que al menos entienda por qué te estás alejando. Ahora bien... ¿qué significa “apartarse de él”? No significa despreciar a la persona, no tratarla o no saludarla. Apartarse significa diferenciar el pecado del pecador. Significa, ante todo, no seguir sus proposiciones, ni sus caminos. Pero podría significar, además, “sacudirse el polvo de las sandalias” (Mt. 10, 14), como también aconsejó Jesús a sus discípulos para cuando no fueran escuchados. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que corregir -cuando hay que corregir- es una obligación ineludible. Para aquéllos a quienes el Señor les ha dado responsabilidad sobre otros, la corrección no se puede evadir. Esto es especialmente importante para los padres que muchas veces temen corregir a sus hijos por miedo a no ser queridos por ellos.

En la Primera Lectura del Profeta Ezequiel (Ez. 33, 7-9), el Señor es muy severo con respecto personas que, teniendo la obligación de corregir a otros, no lo hacen. “Si Yo pronuncio sentencia de muerte contra un hombre, porque es malvado, y tú no lo amonestas para que se aparte del mal camino, el malvado morirá por su culpa, pero Yo te pediré cuenta de su vida. En cambio, si tú lo amonestas para que deje su mal camino y él no lo deja, morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida”. ¿Qué significa esto? ¿Qué conexión hay entre esta lectura del Profeta Ezequiel y el consejo de Cristo sobre la corrección fraterna? Son los dos extremos, las dos caras de la misma moneda. Significa que, aquéllos que teniendo responsabilidad para con otros, prefieren no corregir a quienes hay la obligación de corregir y dejan pasar las cosas por miedo a ser rechazados, por miedo a perder popularidad, por miedo a ser tachados de intransigentes o por miedo al conflicto, corren el riesgo de ser ellos mismos amonestados por Dios por no cumplir su responsabilidad. Ahora bien, no siempre depende de nosotros el buen resultado de la corrección, pues a veces, aún siguiendo el orden que el Señor nos da, el otro puede rechazarla. Por el contrario, depende siempre de nosotros el buen resultado, cuando somos nosotros los corregidos. El dejarse corregir es un deber tan importante, como corregir. Pero, la pregunta es ¿puede un laico corregir a un consagrado, sea quien sea, siguiendo los pasos que nos enseña Jesús? Si se justifica, no sólo puede, DEBE. Pero, esto no está suficientemente configurado en la práctica. Un laico que denuncia a un consagrado se encuentra, no con un “humilde pastor” sino con un Poder Establecido. Entonces se produce una situación conflictiva, muy poco fraternal, por no decir, nada de fraternal. Esto es captado de una manera muy crítica por no pocas personas. Por miles. Ellos chocan con este “Poder” que no deja ver la “espiritualidad de comunión” que está más en la teoría. Los que están acostumbrados a mandar y se engañan a sí mismos, porque consultan a los laicos, pero deciden ellos, no ven esto. El tema no es fácil porque se trata de armonizar realmente de una vez por todas, lo jerárquico con lo fraternal, con los derechos de los fieles, no sólo con los deberes. Esta síntesis, tan necesaria, no se ve en un horizonte cercano. Esto tiene un precio muy caro. Desde las bases se ve esta realidad. ¡Hay que escuchar a los laicos sinceros, también tienen al Espíritu Santo! ¡También pueden y deben corregir!

ANTE LAS UNIONES HOMOSEXUALES: LA LEY ES UN MEDIO QUE DEBE TENER A LA ÉTICA COMO FUNDAMENTO.

ANTE LAS UNIONES HOMOSEXUALES: LA LEY ES UN MEDIO QUE DEBE TENER A LA ÉTICA COMO FUNDAMENTO.

Hay comentarios de prensa, noticias y opiniones que agitan el espectro de las uniones homosexuales. ¿Qué piensa el ciudadano común? ¿Qué piensan los laicos católicos?

1. Los “maximalistas”, que se encuentran entre los oficialistas (Cruz Coke), cuanto opositores (Fulvio Rossi, socialista), sostienen que se debe legalizar un “matrimonio” homosexual con todos los derechos correspondientes a esta institución.

2. Otros afirman que no se debe usar la expresión “matrimonio”, sino “uniones civiles” (Allamand y Chadwick), por considerar que el vocablo “matrimonio” sería de uso exclusivo para las uniones heterosexuales. Salvo eso, les conceden a las uniones homosexuales un reconocimiento civil muy semejante al del matrimonio (derechos de herencia, adopción, previsión, etc.).

3. Algunos UDI y RN, creen que no es urgente tal reconocimiento, pero, para acabar con la polémica, conceden que se les otorgue un reconocimiento notarial que consagre los derechos de propiedad y herencia de los bienes habidos en conjunto, sin que sean incluidos en el Registro Civil.

El Presidente Sebastián Piñera firmó el proyecto de Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) recordando que a familia es la “principal fuente de felicidad”. Piñera recalcó que el proyecto “está creando una nueva figura legal, pero no está modificando el Código Civil”. El Mandatario reiteró que en su opinión “el matrimonio por su naturaleza debe ser entre un hombre y una mujer”, pero esta convicción “no me impide reconocer que existen otras formas de relaciones afectivas” que son también “respetables y valiosas”.



En una declaración pública, titulada “Valoremos el matrimonio, un bien para Chile”, los obispos de chile, exponen una serie de interrogantes en las que apelan a la inconveniencia de esta iniciativa legal. “¿Por qué dar un estatuto jurídico especial a quienes, pudiendo casarse, prefieren no hacerlo?”, señala el documento, que agrega que “es una contradicción establecer una ley para resolver posibles problemas patrimoniales y de herencia que ya tienen solución segura y clara en las normas actualmente existentes que regulan el matrimonio”. Expresan que el matrimonio “contribuye al bien de la sociedad y no sólo se ocupa de intereses privados de los que lo contraen”. En este sentido, llaman al Parlamento a “no dejarse llevar por apresuramientos muy peligrosos”.

El homosexualismo es una conducta y el homosexual es una persona, con la persona tengo deberes morales siempre: respetarla, amarla, apoyarla, sobre todo respetar su conciencia. Esto tiene límites humanos. Lo legal es necesario pero superficial y lo ético aflora siempre por entre sus disposiciones para bien o para mal. Históricamente se ha maltratado a los homosexuales con crueldad. Lo mínimo son las burlas e insultos. En medio de tanta discriminación, regularizar una unión es un mínimo de tolerancia para “humanizar un poco más esta situación tan mal asumida por los cristianos en general”. Si me quedo en el acto homosexual como hecho moral en sí mismo puedo afirmar lo que dice san pablo: un mal moral. Pero no puedo asegurar la condenación eterna de un homosexual en términos absolutos. La doctrina católica sobre la homosexualidad se basa en el amor, la prudencia, la tolerancia y la abstinencia o templanza. También considera los aportes de la ciencia, en especial de las ciencias humanas. Esta doctrina supone: Primero, una persona homosexual, tiene que estar convencida a conciencia del valor moral y verdad de esta doctrina Católica. Segundo, un homosexual o lesbiana que acepta la moral católica sobre su condición tiene que experimentar como fruto de esta vivencia la libertad interior, la alegría de asumir su homosexualidad dentro de la moral católica, que implica un celibato, una canalización no-genital de su libido homosexual. ¿Es fácil esto? Nadie tiene derecho de imponer esta visión moral, se acepta libremente o no. Cuándo la Iglesia tenga un “santo homosexual” o “santa lesbiana” que sean un modelo concreto de lo que le pide a los homosexuales y lesbianas; se podrá captar mejor si tiene caridad en sus declaraciones, se podrá captar mejor la sabiduría que hay en su planteamiento. Porque no es fácil lo que se les pide a los homosexuales y lesbianas. Creo que en este caso lo legal es un medio para una mayor humanización de este tema tan mal abordado por la tradición cristiana y qué decir del Antiguo Testamento. En resumen: regularizar en este caso es: más humanización, no es establecer una verdad nueva sobre el matrimonio. Lo legal no es superior a lo ético. Lo humano fluye de todas maneras por entre lo legal y la conciencia establece lo recto en este caso desde la verdad cristiana: humanizar tolerando en parte un mal para potenciar un bien: respetar la dignidad humana de un homosexual y su derecho a vivir en paz en medio de la sociedad: bienestar social y laboral, reconocimiento, etc. No bastan las palabras que hablan de tolerancia y respeto a la dignidad de estas personas. La experiencia habla de lo contrario.

No veo una iniciativa potente sobre este tema en la DC y sin ser un partidario incondicional de la posición de la UDI, me parece cercana a un proyecto que no promueve sino “tolera” una conducta que no está centrada en la natural reproducción y conservación de la especie humana y que vulnera de alguna manera, valores fundamentales de la familia que origina y fomenta el cristianismo. Los homosexuales no pueden imponer a los demás su concepción sobre la sexualidad. Los cristianos debemos coexistir solidariamente con ellos, pero nunca renegando de nuestros valores. Imponer esto es otra forma de intolerancia. Pero, esto no se soluciona con leyes, hay que hacer un trabajo cultural. Hace falta un modelo cristiano de homosexual o lesbiana, asumido públicamente. Incluso un movimiento que presente esta alternativa cristiana, propiamente católica, ante la sociedad chilena y mundial.

    Presentación

    En nuestro país, el grupo Edwards y COPESA son los conglomerados con mayor cantidad de medios de comunicación. La información que recibimos día a día a través de la televisión, los periódicos y las principales revistas forman nuestra manera de ver e interpretar el mundo que nos rodea desde con marcados elementos ideológicos, de los cuales ni siquiera nos damos cuenta.

    Desde esta perspectiva, generar espacios para compartir aquello que nos des-alinea y nos des-aliena de la cultura y la ideología oficial, constituye una necesidad para aquellos que aspiramos a construir una "realidad" diferente, basada en valores humanistas, centrados en la solidaridad y que acogen la potencialidad creativa que existe en cada uno de nosotros.

    El objetivo de esta página web es, precisamente, constituirse como un medio de comunicación y de expresión generado por personas comunes y corrientes, pero que buscan conectarse con lo grande que hay dentro de ellas mismas y entregarlo a los demás a través de la palabra escrita.