¡DIOS IRRUMPE EN NUESTRA HISTORIA, ASUMIENDO TODA NUESTRA REALIDAD!

¡DIOS IRRUMPE EN NUESTRA HISTORIA, ASUMIENDO TODA NUESTRA REALIDAD!

DOMINGO 1º de Adviento - Ciclo "B" - 27 de Noviembre de 2011 - Hoy comenzamos un nuevo Año Litúrgico (Ciclo “B”). La Iglesia ha ordenado las Lecturas de los Domingos en tres ciclos: A, B y C, de manera que cada uno de los ciclos se repite cada tres años. Es por ello que las Lecturas de este Ciclo “B” que hoy comenzamos no son las mismas que las del Primer Domingo de Adviento del año pasado.
Es así como en tres años de Lecturas dominicales, los fieles pueden tener una idea bastante completa -sin llegar a ser total- de la historia de la salvación contenida en la Sagrada Escritura. Y el Año Litúrgico comienza con el Tiempo de Adviento. Hoy es el Primer Domingo de Adviento, tiempo de espera para la venida de Cristo... Y tiempo de espera significa tiempo de preparación para esa venida. Las Lecturas de este tiempo de Adviento nos trasladan a veces a ese gran anhelo de la venida del Mesías que existía en el pueblo de Israel durante el tiempo del Antiguo Testamento. Ellos esperaban a Aquél que vendría para salvar a la humanidad. Vemos tal anhelo en la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 63, 76-19; 64, 2-7). Las palabras del Profeta son una súplica llena de urgencia con la que quisiera -por así decirlo- adelantar la venida del Salvador: “Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia”. Ese anhelo, ese grito de los profetas y santos del Antiguo Testamento ya fue satisfecho, pues esa primera venida del Hijo de Dios -su venida histórica- ya tuvo lugar hace más de dos mil años. En efecto, Jesús nació, vivió, sufrió, murió y resucitó en nuestra tierra, en nuestra historia. Y así ha salvado -ha rescatado- a la humanidad que se encontraba perdida en el pecado. Ya la salvación esperada fue realizada por Cristo. Ahora nos toca a nosotros aprovechar la salvación que ya Cristo efectuó.
Desde su primera venida, la humanidad se encuentra en espera de la “parusía”, es decir, de la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos. El Adviento es tiempo especial de preparación para esa segunda venida de Cristo. De allí que los clamores por el Mesías contenidos en el Antiguo Testamento, los sentimos también como clamores por esa esperada venida gloriosa de Cristo al final. Por eso también, muchas de las lecturas de este tiempo se refieren a este esperado acontecimiento. Tan esperado, que San Juan finaliza el libro profético del Apocalipsis con ese clamor de toda la Iglesia (la esposa) unida a Dios (el Espíritu): “El Espíritu y su esposa dicen: ... ‘Ven’ ... El que da fe de estas palabras dice: ‘Sí, vengo pronto’. Así sea: Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 17 y 20). Con estas palabras termina la Biblia: el Señor diciéndonos que viene pronto y nosotros, la Iglesia, la humanidad entera, diciendo que ojalá así sea y pidiéndole que venga.
Mientras estamos a la espera de ese “adviento”, de ese advenimiento, de ese acontecimiento tan importante -el más importante de la historia de la humanidad- el recibimiento de Cristo debe irse preparando en el corazón de cada persona. ¿Y cómo podemos ir preparando esa venida del Señor a nuestro corazón? De varias maneras Jesús, Hijo de Dios, se nos hace presente en este tiempo de espera en que nos encontramos actualmente aguardando su venida gloriosa. La presencia de Cristo en este tiempo intermedio entre su estadía histórica en nuestro mundo en medio de nosotros y su próxima venida gloriosa, se da en nosotros por medio de su Gracia. Su Gracia que El derrama de muchas maneras: primeramente nos viene a través de los Sacramentos. Los Sacramentos son vías especialísimas, signos visibles, por medio de los cuales Cristo se hace presente: En el Bautismo nos borra el pecado original y da a cada bautizado su Gracia, que es su Vida misma. En la Confesión nos restaura la Gracia perdida por los pecados cometidos después del Bautismo. En la Eucaristía está realmente presente, vivo, y se da a nosotros en forma de alimento para nuestra alma, fortaleciendo nuestra vida espiritual. Jesucristo también se hace presente con su Palabra, contenida en la Sagrada Escritura. También se nos da en la oración, con inspiraciones e impulsos interiores. Permitiendo que Cristo venga a nuestro corazón en cada una de estas formas en que se nos ofrece, dejamos que El vaya transformándonos cada vez más profundamente. Es la manera cómo nos vamos preparando a su venida gloriosa. Así pueden cumplirse en nosotros las palabras finales de la Lectura de Isaías: “Señor, Tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos”. Esta frase recuerda también a una muy similar del Profeta Jeremías: “Mirad que como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en Mi Mano” (Jr. 18, 1-6). De este cambio personal se hace posible un cambio social profundo.
Si en este tiempo intermedio entre una venida y otra de Jesús nos dejamos moldear por Dios, por su Voluntad, por sus designios, como lo que Dios muestra al Profeta Jeremías, al hacerlo ir a una alfarería para ver cómo el barro es moldeado por el alfarero, así estamos cumpliendo lo que nos exige el Evangelio de hoy (Mc. 13, 33-37) y lo que nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (1 Cor. 1, 3-9). Estas lecturas nos hablan de espera, de vigilancia, de estar preparados. “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”, nos pide el Evangelio, pues no sabemos “a qué hora va a regresar el dueño de la casa”. Por eso nos pide el Señor al final de este trozo evangélico: “Permanezcan alerta”. Si así lo hacemos, si pasamos este tiempo de espera preparándonos de esa manera para la venida de Cristo, dejándonos moldear de acuerdo a su Voluntad y a sus designios, El mismo nos hará perseverar hasta el final, como nos dice San Pablo en la Segunda Lectura: “El nos hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento”. No sólo en estas Lecturas de hoy, sino a lo largo de toda la Biblia, el Señor nos pide insistentemente estar atentos a su venida, preparándonos para recibirlo cuando venga como Justo Juez. Este llamado es aún más insistente durante el tiempo de Adviento, ya que nos estamos preparando para conmemorar en Navidad la primera venida de Jesús, cuando Dios se hizo hombre y nació en un momento preciso de nuestra historia y también en un sitio preciso de nuestra tierra. Nos encontramos entre una y otra venida de Cristo. La primera ya sucedió. La segunda “no saben cuándo llegará el momento”. Pero sabemos que llegará... De hecho, cada día que pasa es un día menos para su próxima venida. Por eso el Señor nos recuerda ¡tantas veces! que estemos preparados, que velemos, porque no sabemos a qué hora regresa. “¡Sí, vengo pronto!” ¡Ven, Señor Jesús!

¿SERÁ POSIBLE UNA REFORMA DEL VATICANO Y DE TODA LA IGLESIA, AHORA? CUARTA PARTE.

¿SERÁ POSIBLE UNA REFORMA DEL VATICANO Y DE TODA LA IGLESIA, AHORA? CUARTA PARTE.
Thomas J. Reese, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico; propone seis reformas que según él, reflejan prácticas que han probado ser exitosas en la sociedad civil. 1.- HACER DEL VATICANO UNA BUROCRACIA, NO UNA CORTE. 2.- REFORZAR LOS CUERPOS LEGISLATIVOS EN LA IGLESIA. 3.- CONVERTIR LAS CONGREGACIONES EN COMISIONES SINODALES ELEGIDAS. 4.- CREAR UNA JUDICATURA INDEPENDIENTE. 5.- MODIFICAR LA ELECCIÓN DE OBISPOS. 6.- FORTALECER LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES HACIENDO DE ELLAS CONCILIOS.” (Estas 6 reformas fueron detalladas en el artículo anterior. Ahora solamente las mencionamos para conectar esta reflexión)
Insiste: “¿SERÁ POSIBLE? Sabemos que estas seis reformas no traerán con ellas el reino de Dios. Ninguna estructura de gobierno es perfecta, y cada reforma tiene efectos colaterales negativos. Sin embargo, estas reformas ayudarían a la Iglesia a proseguir en los principios de colegialidad y subsidiariedad. Es conveniente subrayar que la mayor parte de estas reformas significaría una vuelta a prácticas y a estructuras anteriores de la Iglesia. Sabemos que siempre es más importante una reforma y conversión espiritual que una reforma estructural. Sin embargo, esto no significa que la reforma estructural sea poco importante. ¿Qué probabilidad real existe actualmente para tales reformas? Como científico social, tendría que decir cercana a cero. Una reforma de tales características sería contraria a la teología de la Iglesia del grupo de hombres que la dirige y disminuiría su poder. Pero, con todo, como cristiano y católico, tengo que esperar.”
Pero, no son pocos los católicos para los que este esperar los tensiona con dureza. Resulta revelador conocer cuál es la opinión de personas que parecen muy pasivas e indiferentes en estos temas sobre la Iglesia. Sienten que hay valores que están vigentes, pero también hay falencias en la forma de administrar la Iglesia en todos sus niveles.
Fuera de la Iglesia, la falta de modelos de liderazgo en todas las áreas de poder de nuestra sociedad, es un mal que se denuncia desde hace mucho tiempo. Faltan líderes válidos o positivos. Hoy una prostituta es un modelo que es promovida por los medios. Un cantante drogadicto, una actriz divorciada por quinta vez son noticias consumidas con avidez. Paralelamente se tiene más conciencia de los derechos ciudadanos, de la democracia, de la no-discriminación, del multiculturalismo y otros temas sociales. Miles de personas luchan por el medio ambiente, por los derechos de las minorías de todo tipo, sexuales, étnicas, etc. y se presentan paradojas muy marcadas: una juventud que lucha por una educación sin fines de lucro, pero que desea ganar dinero como una meta central de la vida. Están atrapados en el consumismo y viven el momento. Dicen que quieren una educación de calidad y estudian solamente para salvar el ramo con un cuatro. Mayoritariamente la gente quiere un máximo de bienestar con un mínimo de esfuerzo. Vivimos en una sociedad decadente y que sufre un claro proceso de descomposición social.
¿No sería un gran aporte para la sociedad actual una Iglesia renovada, donde al hombre o mujer común se les permita participar realmente, respetando y potenciando sabiamente su capacidad de conducir el conjunto de la Iglesia de una manera cada vez más progresiva junto con los pastores o jerarquía de la Iglesia? Estas formas tendrían que servir de modelos para la democracia social, para la tolerancia civil, para las organizaciones comunitarias, para una democracia de las bases ciudadanas. La participación actual de los laicos en la Iglesia no tiene un impacto importante en la sociedad civil, es muy insuficiente. Incluso, muchas de las instancias donde participan los laicos, son momentos configurados y valorados como “consultivos”, que un paternalismo los acomoda a su voluntad. Participar es mucho más que ser consultados.
La Iglesia católica evitó un desastre total en la caída del imperio romano, su organización internacional permitió continuar con la civilización occidental. No todo fue perfecto pero se hizo posible una cultura que está en las bases de nuestra sociedad actual, que también está sufriendo una profunda crisis. La Iglesia, es un misterio divino y no es meramente humano o temporal, sin dejar de ser histórico. Puede y debe salvar a este mundo post-moderno, siendo un modelo de respeto a la dignidad humana, de ejemplos de prácticas participativas y democráticas alternativas a todos los totalitarismos e intolerancias actuales. Pero, hay que extirpar definitivamente los restos monárquicos que aún se mantienen como anti-signos anacrónicos en algunas partes de su estructura eclesiástica. También es una realidad que miles de laicos no están preparados para participar en una Iglesia más comunitaria y comprometida con los cambios sociales. Se han abierto espacios en la Iglesia para los laicos (con limitaciones), pero miles quedan fuera. Demasiados laicos ni siquiera se sienten parte de ella. Es la Iglesia de los curas, monjas y piadosos; reciben un “bien religioso” de ellos y nada más. Pero, en el límite Iglesia-mundo, miles de estos laicos necesitan modelos de liderazgo y participación. Han aprendido que son personas con derechos y deberes sociales, pertenecen a una cultura que habla de derechos humanos y democracia. Sienten que tienen un cierto poder en esta sociedad civil. ¿Y en la Iglesia? Los que han separado la creencia de la vida, la moral de la religión, la vida civil de la vida eclesial; no parecen preocuparse de este tema. Esta dicotomía dificulta la comprensión de la doctrina social o moral social de la Iglesia. Otra cosa es diferenciar las autonomías respectivas: Iglesia-sociedad temporal o la separación Iglesia-Estado. Muy necesarias de mantener y respetar. Pero un laico es también un ciudadano que libremente influye en el mundo.
Una Iglesia renovada, más comunitaria, con laicos adultos, con una participación masiva y real de los fieles, con seguridad, acercaría más la Iglesia al mundo actual, donde impera el paradigma democrático, a pesar de la crisis reciente de este sistema. Y se podría fomentar (no imponer) desde esta Iglesia masiva de laicos, una nueva sociedad civil más humanista, participativa y democrática que tendría miles de activistas que habrían crecido en una cultura espiritual donde son considerados como “hijos adoptivos de Dios con derecho a decidir con responsabilidad”. Esto, suponiendo la pluralidad y secularización de nuestro tiempo.
Volviendo a la realidad actual, en esta sociedad mediática, los errores y falencias de una organización milenaria como la Iglesia se pueden magnificar por intereses diversos, en realidad esto sucede constantemente, por lo mismo, el discernimiento cristiano se hace necesario para cuestionar estas falencias y errores y rescatar siempre lo esencial de la Iglesia.

SEIS POSIBLES REFORMAS DEL VATICANO, MIRANDO A LA SOCIEDAD CIVIL. TERCERA PARTE.

SEIS POSIBLES REFORMAS DEL VATICANO, MIRANDO A LA SOCIEDAD CIVIL. TERCERA PARTE.
Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Es un católico norteamericano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.
”La historia nos muestra que la Iglesia siempre ha copiado ideas y estructuras de la sociedad civil. La pregunta que surge entonces es: ¿Cuáles son hoy algunas de las mejores prácticas en la sociedad civil que podrían ayudar a la Iglesia? A lo largo de los dos últimos siglos la sociedad civil ha aprendido que el buen gobierno pasa por: la eliminación de una nobleza poderosa, la adhesión al principio de subsidiariedad y la creación de un sistema de controles y evaluaciones. Propondré a continuación seis reformas que pienso reflejan prácticas que han probado ser exitosas en la sociedad civil.
1.- HACER DEL VATICANO UNA BUROCRACIA, NO UNA CORTE. La mayoría de los países ha descubierto que una corte compuesta por un rey y sus nobles no constituye un buen modo de gobernar. El Vaticano tiene aún tanto de corte como de burocracia. De hecho, a los cardenales se les llama “príncipes de la Iglesia” y algunos obispos actúan como nobles. Podría ser recomendable que ningún miembro de la burocracia vaticana sea designado obispo o cardenal. Uno de los problemas que tienen tanto nobles como obispos, si son incompetentes o hay un cambio de administración, es que es difícil removerlos de su puesto. Una reforma de este tipo permitiría que la burocracia vaticana no olvidara que no es en sí misma parte del magisterio y que está al servicio del Papa y del colegio de obispos.
2.- REFORZAR LOS CUERPOS LEGISLATIVOS EN LA IGLESIA. Al mismo tiempo que en la sociedad civil declinaba el rol de la nobleza en el gobierno, el papel de las legislaturas independientes iba creciendo. Ninguna filosofía política moderna aconsejaría una práctica que dependiera sólo de la sabiduría del Ejecutivo. Hay un reconocimiento universal de que el sínodo de obispos creado por Pablo VI no ha estado a la altura de las expectativas. Sería recomendable que ningún miembro de la burocracia vaticana fuera miembro de él: podría asistir como experto y funcionario, pero sin derecho a voto. Todos los miembros del sínodo deberían ser elegidos por las conferencias episcopales, ninguno debería ser designado. El sínodo debería reunirse de un modo regular -es decir, cada cinco años- y, por supuesto, necesitaría comisiones para preparar agendas y documentos entre tales reuniones. También debería haber un Concilio Ecuménico al menos una vez por cada generación.
3.- CONVERTIR LAS CONGREGACIONES EN COMISIONES SINODALES ELEGIDAS. Las congregaciones vaticanas y consejos son comisiones de cardenales y obispos designados por el Papa. Cada cual es responsable de un dominio especial dentro de la Iglesia como la liturgia, el ecumenismo, la evangelización y el derecho canónico. Los cardenales vaticanos son los miembros más influyentes de dichos consejos. El presidente de cada uno de ellos (llamado prefecto de una congregación y presidente del consejo) es también la cabeza de una oficina del mismo nombre. Estas oficinas aconsejan al Papa e implementan las políticas de la Iglesia. Una función importante de cualquier cuerpo legislativo es la fiscalización de la burocracia. Los miembros de las congregaciones del Vaticano y consejos deberían, por tanto, ser elegidos por sínodos o conferencias episcopales. De este modo, los sínodos y conferencias pueden actuar como creadores de políticas y cuerpos contralores de la burocracia vaticana. Los funcionarios del Vaticano no podrían ser también miembros de las congregaciones, aunque podrían asistir a las reuniones como expertos o miembros del staff.
4.- CREAR UNA JUDICATURA INDEPENDIENTE. Uno de los más importantes elementos en un gobierno que opera bajo la ley es una judicatura independiente. Permitir al Ejecutivo acusar, perseguir, juzgar y sentenciar a un sospechoso es hoy considerado una violación al debido proceso. El tratamiento dado a teólogos acusados de disenso por la Congregación para la Doctrina de la Fe es causa de escándalo. El potencial para ese tipo de escándalos se mantendrá mientras esta Congregación continúe actuando como policía, fiscal, juez y jurado. Un jurado independiente, quizás formado por obispos retirados, podría corregir adecuadamente el problema.
5.- MODIFICAR LA ELECCIÓN DE OBISPOS. La designación de obispos por el Papa es una innovación moderna que sigue un modelo corporativo, donde el Pontífice actúa como poder central y los obispos como gerentes de las ramas. Este modelo corporativo es altamente centralizado. Modelos políticos exitosos nos enseñan que los líderes locales deben ser elegidos por los ciudadanos del lugar. Hoy puede ser posible, y aconsejable, volver al sistema sancionado por el papa León I. De esta manera, cada obispo sería elegido por el clero local, aceptado por la gente de su diócesis y consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica.
6.- FORTALECER LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES HACIENDO DE ELLAS CONCILIOS. No todo puede o debe ser decidido por un gobierno central. La doctrina social católica habla de la importancia de la subsidiariedad en las estructuras políticas y en política: lo que se puede hacer localmente debiera hacerse localmente. En los tiempos antiguos, los concilios locales y regionales de obispos jugaron un papel importante en la determinación de la doctrina y disciplina de la Iglesia. Las conferencias episcopales deberían convertirse en concilios episcopales recuperando su independencia en el establecimiento de las políticas eclesiales. No es necesario que cada decisión y documento sea revisado y ratificado por el Vaticano. Se puede confiar en que los obispos saben lo que es mejor para su iglesia local”.

POSIBLES REFORMAS EN EL VATICANO: EL PAPADO DE ROMA. SEGUNDA PARTE.

POSIBLES REFORMAS EN EL VATICANO: EL PAPADO DE ROMA. SEGUNDA PARTE.
Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Thomas J. Reese, SJ, hermano de Eduardo A. Reese, SJ, es un católico norteamericano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.
Nos propone pensar a partir de preguntas centrales y desde la historia. Hay sectores de la Iglesia que sienten que esta reforma del Vaticano es urgente. Otros no. Pero, lo que tiene que ser un principio común y esencial, es el diálogo, el respeto, tolerancia y amor profundo a la Verdad y a la Iglesia, como misterio esencial del cristianismo católico.
“El papado contemporáneo gobierna la Iglesia con poderes que serían envidiados por cualquier monarca absoluto: el Papa tiene la suprema autoridad legislativa, ejecutiva y judicial con pocos controles de su poder. Esto es especialmente evidente en el nombramiento de obispos. En los primeros siglos de la Iglesia, el obispo local era elegido por y desde el pueblo. Idealmente, la gente se reunía en la catedral donde, después de rezar reunida, seleccionaba a un hombre santo y talentoso para que la condujera. En la práctica, las facciones que apoyaban a candidatos opuestos a menudo se enfrentaban, a veces violentamente, dividiendo a la comunidad. Los fieles no hablaban siempre con una sola voz. A medida que el tiempo fue pasando, el proceso de selección fue evolucionando para incluir, no sólo al pueblo, sino también al clero local y a los obispos provinciales en un sistema de controles y equilibrios. El Papa León I (440-461) describió el ideal diciendo que nadie puede ser obispo a menos que sea elegido por el clero, aceptado por su pueblo, y consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica. El clero conocía a los candidatos mejor que la población y era menos propenso a resolver sus disputas recurriendo a la violencia. De todos modos, como líder de la comunidad, el obispo debía ser aceptado por la gente. El clero, entonces, le presentaba un candidato a la gente, la que normalmente indicaba su aprobación aclamándolo. Si era abucheado, el clero debía intentar con otro. Para llegar a ser obispo, el candidato debía ser consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica bajo la presidencia del arzobispo metropolitano. Si era inaceptable por herejía o inmoralidad o alguna otra falta, los obispos podían negarse a ordenarlo. El problema con este proceso era que nobles y reyes poderosos, sin ningún respeto por la democracia, podían simplemente imponer sus deseos a la Iglesia por la fuerza o amenazas de violencia. Como escribió san Fulberto de Chartres en 1016: ¿Cómo se puede hablar de elección cuando una persona es impuesta por el príncipe, de manera que ni el clero ni la gente, y menos aún los obispos, pueden considerar a ningún otro candidato? La designación de obispos por reyes y nobles llevó a la corrupción del episcopado debido a que elegían a bastardos de la familia real y a favoritos políticos.
SIGLO XIX: UN CAMBIO IMPORTANTE
Los papas reformadores, desde Gregorio VII, jugaron un rol importante al luchar contra las influencias políticas en la selección de obispos. Pero se debe recordar que también nobles y reyes fueron algunas veces reformadores de la Iglesia. En el siglo XI el emperador alemán Enrique III depuso tres “papas” y después se inició una larga lista de papas reformados. Y otro rey alemán, el emperador Segismundo, fue quien logró poner fin al gran Cisma de Occidente.

Todo esto cambió en el siglo XIX, luego de que las revoluciones barrieran con la mayoría de los monarcas en Europa. Los papas, en lugar de devolver la selección de obispos a la iglesia local, la convirtieron en prerrogativa propia. Obviamente, esto llevó al nombramiento de obispos leales a Roma que apoyarían su preeminencia en la Iglesia. Pero el nombramiento de obispos no es el único ejemplo de la consolidación del poder del Papa. En los primeros siglos de la Iglesia, los concilios de obispos regionales o nacionales ayudaron a definir la doctrina, favorecieron una política eclesial coordinada e incluso constituyeron un foro para juzgar obispos. El obispo de Roma actuó como una corte de apelaciones cuando obispos y concilios discrepaban. Las conferencias nacionales de obispos son las verdaderas sucesoras de estos concilios, pero el Vaticano no les ha otorgado la independencia para actuar que tenían los antiguos concilios. De un modo similar, hubo un tiempo en que los Concilios Ecuménicos tuvieron mayor independencia. De acuerdo a algunos teólogos, los concilios incluso tuvieron autoridad para destituir papas. La centralización del poder en el Vaticano fue a menudo una respuesta legítima a la interferencia política de reyes y nobles en la vida de la iglesia local. Los papas podían plantarse mejor ante los reyes que la iglesia local. Pero ahora, cuando pocos reyes o nobles están en posición de inmiscuirse con la Iglesia, uno podría discutir si tal centralización es todavía necesaria y si no es de hecho contraproducente.”
Hoy se ven caer los autoritarismos y la humanidad siente la necesidad de una autoridad moral basada en el amor, respeto y tolerancia. La participación supone valorar a las personas como agentes activos que aportan al bien común. La obediencia no está en el centro de nuestra sociedad sino la responsabilidad o corresponsabilidad. La obediencia a Dios no justifica crear un sistema piramidal. Obedecer a Dios nunca será una anulación de la libertad. Pero, la Iglesia tiene que aportar con su “fraternidad interna” a la socialización de los hombres y mujeres del siglo XXI. Para esto la “comunidad de los fieles” tiene que ser realmente fraternal en el fondo y en la forma eclesial. En este sentido hay una crisis en la Iglesia actual: una crisis de autoridad y participación. Es curioso porque en el Vaticano II hay un camino que al “caminarlo” es radical. ¿Qué pasa entonces?

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY –SERVIDOR DEL UNIVERSO.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY –SERVIDOR DEL UNIVERSO.



DOMINGO 34 - Tiempo Ordinario - Ciclo "A -20 de Noviembre de 2011 - Hoy es el último domingo del Año Litúrgico, el cual finaliza celebrando a Cristo como Rey del Universo, fiesta solemne instaurada por el Papa Pío XI en 1925. Y ¿qué nos pide ese Rey-Servidor que es Cristo, este Pastor amoroso que nos presentan las Lecturas de hoy? El nos pide lo que más nos conviene a nosotros. Y lo que más nos conviene a nosotros es hacer la Voluntad del Padre. En eso consiste el Reinado de Cristo en cada uno de nosotros: en que hagamos la Voluntad de Dios. No en vano Jesucristo nos enseñó a decir en el Padre Nuestro: “Venga tu Reino” y seguidamente: “Hágase tu voluntad”. Es así, entonces, como el Reinado de Cristo comienza por nosotros mismos: cuando comenzamos a buscar hacer la Voluntad de Dios. Las Lecturas de este último domingo del Año -del Año Litúrgico- nos invitan a reflexionar sobre el establecimiento del Reinado de Cristo en el mundo.

La Primera Lectura del Profeta Ezequiel (Ez. 34, 11-12 y 15-17) nos habla del momento en que “se encuentren dispersas las ovejas” y de cómo Jesús, el Buen Pastor atenderá a cada una:“Buscaré a la perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré”. Y termina la lectura hablando del día del Juicio Final: “He aquí que voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos”. En este anuncio del Juicio Final que hace Jesucristo en el Evangelio de hoy (Mt. 25, 31-46), El comienza con esa profecía de Ezequiel: “Entonces serán congregadas ante El todas las naciones, y El apartará a los unos de los otros... a las ovejas de los machos cabríos”.

La profecía de Ezequiel también nos remite a otro Profeta del Antiguo Testamento: el Profeta Zacarías (Zc. 13, 7 y 14, 1-9) quien igualmente nos habla del día final, anunciando la dispersión del rebaño: “Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas... dos tercios serán exterminados y sólo se salvará un tercio. Echaré ese tercio al fuego, lo purificaré como se hace con la plata, lo pondré a prueba como se prueba el oro. El invocará mi Nombre y Yo lo escucharé. Entonces Yo diré: ¡Este es mi pueblo!, y él, a su vez dirá: ¡Yavé es mi Dios!”. El Salmo no podía ser otro que el 22, el del Buen Pastor. “El Señor es mi Pastor, nada me falta...”. Porque Jesús, antes del día del Juicio Universal, antes de venir a establecer su Reinado definitivo, cuida a cada una de sus ovejas, como nos dice la Primera Lectura y como nos indica este Salmo, favorito de muchos.

La Segunda Lectura (1 Cor. 15, 20-28) nos habla también del momento del establecimiento del Reino de Cristo. Nos habla de que su resurrección es primicia de la nuestra. Nos habla, también, de que en el momento de su venida, Cristo aniquilará todos los poderes del Mal, someterá a todos bajo sus pies, para luego entregar su Reino al Padre. Y así Dios será todo en todas las cosas. El Evangelio de hoy es el famoso pasaje sobre el Juicio Universal o Juicio Final: “tuve hambre y me diste de comer... tuve sed y me diste de beber...”. ¿Significa, entonces, que sólo seremos juzgados con relación a lo que hayamos hecho o dejado de hacer al prójimo? Para comentar el sentido completo del Juicio Universal, citamos al Teólogo Dominico, Antonio Royo Marín, quien en su libro “Teología de Salvación” nos dice lo siguiente acerca de esta cita evangélica: “A juzgar por la descripción del juicio final hecha por el mismo Jesucristo... pudiera pensarse que sólo se nos juzgará sobre el ejercicio de la caridad para con el prójimo... Pero todos los exegetas católicos están de acuerdo en que esas expresiones las usa el Señor únicamente por vía de ejemplo -y acaso también para recalcar la gran importancia de la caridad- pero sin que tengan sentido alguno exclusivista”. Cierto que el Señor nos ha dicho que al que mucho ama (cfr. Lc. 7, 47) mucho se le perdona, pero es bueno recalcar que seremos juzgados por todas nuestras acciones: en la Fe, en la Esperanza, en la Caridad, en la humildad, etc. Es decir: en todas las virtudes; también, en las acciones y en las omisiones, en lo pensado, en lo hablado y en lo actuado, en lo oculto y en lo conocido. En todo.

Veamos lo que nos dice la última frase del Libro del Eclesiastés sobre el Juicio: “Dios ha de juzgarlo todo, aun lo oculto, y toda acción, sea buena o sea mala” (Ecl. 12, 14). Esta idea también la menciona San Pablo: “Puesto que todos hemos de comparecer ante el Tribunal de Cristo, para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho, bueno o malo” (2 Cor. 5, 10).Una vez juzgados por Cristo justo Juez, cuando vuelva en la Parusía a resucitarnos como El resucitó y a separar a los salvados de los condenados, Cristo Rey del Universo establecerá su reinado definitivo. Entonces “Dios será todo en todos”. En el Prefacio de la Misa de Cristo Rey del Universo rezamos que el Reino de Cristo es un Reino de Verdad, de Vida, de Santidad, de Gracia, de Justicia, de Amor y de Paz. Así será el Reino de Cristo cuando El vuelva glorioso a establecerlo definitivamente para toda la eternidad.

Precisamente ese fue el propósito que tuvo el Papa Pío XI al establecer esta Fiesta: que el Reinado de Cristo -comenzando por cada uno de nosotros los Católicos- se extendiera de cada individuo a cada familia, de cada familia a la sociedad, de la sociedad a las naciones, de las naciones al mundo entero. Este es nuestro compromiso como súbditos libres de Cristo, Rey del Universo: construir junto a otros hombres y mujeres de buena voluntad una sociedad progresivamente más justa, libre, fraternal, tolerante, democrática y abierta a la trascendencia divina.

    Presentación

    En nuestro país, el grupo Edwards y COPESA son los conglomerados con mayor cantidad de medios de comunicación. La información que recibimos día a día a través de la televisión, los periódicos y las principales revistas forman nuestra manera de ver e interpretar el mundo que nos rodea desde con marcados elementos ideológicos, de los cuales ni siquiera nos damos cuenta.

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