¿SERÁ POSIBLE UNA REFORMA DEL VATICANO Y DE TODA LA IGLESIA, AHORA? CUARTA PARTE.

¿SERÁ POSIBLE UNA REFORMA DEL VATICANO Y DE TODA LA IGLESIA, AHORA? CUARTA PARTE.
Thomas J. Reese, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico; propone seis reformas que según él, reflejan prácticas que han probado ser exitosas en la sociedad civil. 1.- HACER DEL VATICANO UNA BUROCRACIA, NO UNA CORTE. 2.- REFORZAR LOS CUERPOS LEGISLATIVOS EN LA IGLESIA. 3.- CONVERTIR LAS CONGREGACIONES EN COMISIONES SINODALES ELEGIDAS. 4.- CREAR UNA JUDICATURA INDEPENDIENTE. 5.- MODIFICAR LA ELECCIÓN DE OBISPOS. 6.- FORTALECER LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES HACIENDO DE ELLAS CONCILIOS.” (Estas 6 reformas fueron detalladas en el artículo anterior. Ahora solamente las mencionamos para conectar esta reflexión)
Insiste: “¿SERÁ POSIBLE? Sabemos que estas seis reformas no traerán con ellas el reino de Dios. Ninguna estructura de gobierno es perfecta, y cada reforma tiene efectos colaterales negativos. Sin embargo, estas reformas ayudarían a la Iglesia a proseguir en los principios de colegialidad y subsidiariedad. Es conveniente subrayar que la mayor parte de estas reformas significaría una vuelta a prácticas y a estructuras anteriores de la Iglesia. Sabemos que siempre es más importante una reforma y conversión espiritual que una reforma estructural. Sin embargo, esto no significa que la reforma estructural sea poco importante. ¿Qué probabilidad real existe actualmente para tales reformas? Como científico social, tendría que decir cercana a cero. Una reforma de tales características sería contraria a la teología de la Iglesia del grupo de hombres que la dirige y disminuiría su poder. Pero, con todo, como cristiano y católico, tengo que esperar.”
Pero, no son pocos los católicos para los que este esperar los tensiona con dureza. Resulta revelador conocer cuál es la opinión de personas que parecen muy pasivas e indiferentes en estos temas sobre la Iglesia. Sienten que hay valores que están vigentes, pero también hay falencias en la forma de administrar la Iglesia en todos sus niveles.
Fuera de la Iglesia, la falta de modelos de liderazgo en todas las áreas de poder de nuestra sociedad, es un mal que se denuncia desde hace mucho tiempo. Faltan líderes válidos o positivos. Hoy una prostituta es un modelo que es promovida por los medios. Un cantante drogadicto, una actriz divorciada por quinta vez son noticias consumidas con avidez. Paralelamente se tiene más conciencia de los derechos ciudadanos, de la democracia, de la no-discriminación, del multiculturalismo y otros temas sociales. Miles de personas luchan por el medio ambiente, por los derechos de las minorías de todo tipo, sexuales, étnicas, etc. y se presentan paradojas muy marcadas: una juventud que lucha por una educación sin fines de lucro, pero que desea ganar dinero como una meta central de la vida. Están atrapados en el consumismo y viven el momento. Dicen que quieren una educación de calidad y estudian solamente para salvar el ramo con un cuatro. Mayoritariamente la gente quiere un máximo de bienestar con un mínimo de esfuerzo. Vivimos en una sociedad decadente y que sufre un claro proceso de descomposición social.
¿No sería un gran aporte para la sociedad actual una Iglesia renovada, donde al hombre o mujer común se les permita participar realmente, respetando y potenciando sabiamente su capacidad de conducir el conjunto de la Iglesia de una manera cada vez más progresiva junto con los pastores o jerarquía de la Iglesia? Estas formas tendrían que servir de modelos para la democracia social, para la tolerancia civil, para las organizaciones comunitarias, para una democracia de las bases ciudadanas. La participación actual de los laicos en la Iglesia no tiene un impacto importante en la sociedad civil, es muy insuficiente. Incluso, muchas de las instancias donde participan los laicos, son momentos configurados y valorados como “consultivos”, que un paternalismo los acomoda a su voluntad. Participar es mucho más que ser consultados.
La Iglesia católica evitó un desastre total en la caída del imperio romano, su organización internacional permitió continuar con la civilización occidental. No todo fue perfecto pero se hizo posible una cultura que está en las bases de nuestra sociedad actual, que también está sufriendo una profunda crisis. La Iglesia, es un misterio divino y no es meramente humano o temporal, sin dejar de ser histórico. Puede y debe salvar a este mundo post-moderno, siendo un modelo de respeto a la dignidad humana, de ejemplos de prácticas participativas y democráticas alternativas a todos los totalitarismos e intolerancias actuales. Pero, hay que extirpar definitivamente los restos monárquicos que aún se mantienen como anti-signos anacrónicos en algunas partes de su estructura eclesiástica. También es una realidad que miles de laicos no están preparados para participar en una Iglesia más comunitaria y comprometida con los cambios sociales. Se han abierto espacios en la Iglesia para los laicos (con limitaciones), pero miles quedan fuera. Demasiados laicos ni siquiera se sienten parte de ella. Es la Iglesia de los curas, monjas y piadosos; reciben un “bien religioso” de ellos y nada más. Pero, en el límite Iglesia-mundo, miles de estos laicos necesitan modelos de liderazgo y participación. Han aprendido que son personas con derechos y deberes sociales, pertenecen a una cultura que habla de derechos humanos y democracia. Sienten que tienen un cierto poder en esta sociedad civil. ¿Y en la Iglesia? Los que han separado la creencia de la vida, la moral de la religión, la vida civil de la vida eclesial; no parecen preocuparse de este tema. Esta dicotomía dificulta la comprensión de la doctrina social o moral social de la Iglesia. Otra cosa es diferenciar las autonomías respectivas: Iglesia-sociedad temporal o la separación Iglesia-Estado. Muy necesarias de mantener y respetar. Pero un laico es también un ciudadano que libremente influye en el mundo.
Una Iglesia renovada, más comunitaria, con laicos adultos, con una participación masiva y real de los fieles, con seguridad, acercaría más la Iglesia al mundo actual, donde impera el paradigma democrático, a pesar de la crisis reciente de este sistema. Y se podría fomentar (no imponer) desde esta Iglesia masiva de laicos, una nueva sociedad civil más humanista, participativa y democrática que tendría miles de activistas que habrían crecido en una cultura espiritual donde son considerados como “hijos adoptivos de Dios con derecho a decidir con responsabilidad”. Esto, suponiendo la pluralidad y secularización de nuestro tiempo.
Volviendo a la realidad actual, en esta sociedad mediática, los errores y falencias de una organización milenaria como la Iglesia se pueden magnificar por intereses diversos, en realidad esto sucede constantemente, por lo mismo, el discernimiento cristiano se hace necesario para cuestionar estas falencias y errores y rescatar siempre lo esencial de la Iglesia.
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