DIÁLOGO Y MÁSCARAS SOCIALES EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL MAULE.

DIÁLOGO Y MÁSCARAS SOCIALES EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL MAULE.

En el medio universitario de la Universidad Católica del Maule se reproduce el estado actual de ambivalencia que vive nuestra sociedad chilena: la clara descristianización de nuestra cultura chilena, que ha adquirido una “rapidez desconstructiva” y el proceso lento de un “conservantismo católico” que hace tiempo ha excluido otras sensibilidades católicas que legítimamente tienen una mejor recepción en el hombre o mujer inquietos de hoy. Los discursos valóricos, teológicos y socio-culturales de este “paradigma sobreviviente” se manifiestan entre las ruinas y nuevas edificaciones que su “fe católica razonada” intenta sintetizar para proponer a “sujetos” que no respiran o no pueden o no quieren respirar en esta atmósfera que se siente como muy reaccionaria y poco dialogante con la diversidad que hoy se presenta entre los católicos contemporáneos. Esto es una sensación, es un pre-juicio, o no es completamente así lo que está ocurriendo, pero es lo que predomina como impresión en una masa importante de estudiantes que no viven la fe católica y ni siquiera desean realizar un diálogo auténtico con la Iglesia. En forma fragmentada expresa una realidad. Se rechaza o se aparenta aceptar esta fe. Aparentar es clave para algunos que así se infiltran en el medio o sobreviven en él. Esto falsea o dificulta la realización de un diálogo auténtico que permita construir positivamente una nueva alternativa inclusiva. No falta un “pequeño resto de fieles” que no se sabe posicionar al interior de la Universidad.
En el mismo tema del diálogo que se intenta construir al interior de las aulas y foros se hace evidente la disfuncionalidad de los medios y fines. Hay que entrar en un ambiente de doble cara: “una que se muestra ante la Escuela o facultad y profesores” y otra que se muestra en “los pasillos o carretes”. No ver esto es engañarse o querer engañar.
Alguien podría decir con cierta certeza que: “El diálogo como actitud presupone una voluntad de cortesía, estima, simpatía y bondad por parte de quien emprende el diálogo y debe ir acompañada de la actitud de escucha en quien habla, para poder disponer a la confianza, dejando espacio para la respuesta. El diálogo auténtico debe estar atento a no convertirse en monólogo, deseo de dominar al otro o negación del otro cerrándose al diálogo”. Esto es esencial, sin embargo, hay algo que está en el fundamento de todo lo anterior: el diálogo debe partir de una cierta “verdad personal” del dialogante. Es decir, el contenido y el sujeto del diálogo son verdaderos o expresan una realidad. No hay un intento de engañar al interlocutor con una “falsa imagen de la identidad” o una “máscara”, ejemplo, aparentar ser católico y profesar otra religión o simplemente no ser creyente o engañar con un “contenido dialógico ficticio”, ejemplo, decir querer una cosa y en realidad se quiere otra cosa. Sería una caricatura de diálogo, que no busca dialogar sino engañar y manipular.
Lo anterior es muy importante, porque hoy la gente sabe que hay que ocultar lo que más se pueda el egoísmo y la mala intención. Vivimos en “una sociedad de la apariencia”. Hay que “blanquear la imagen.” Esto es muy fuerte en las generaciones más jóvenes de nuestra sociedad. Es un arte el saber aparentar y engañar. Hay una cultura del cinismo que se hace cada vez más afín con estos tiempos pragmáticos e individualistas.
No sabemos distinguir con facilidad las “máscaras” de las “personas reales” que se nos presentan en el “mercado omnipresente” de nuestro horizonte social y público.
Se llega al extremo de exigir que la sociedad acepte la máscara como sujeto social. Todos debemos guardar silencio o no desmentir a quien está engañando a una institución con una falsa identidad. Hacerlo es ser traidor o delator. Esto establece un mundo de relaciones falsas y denigrantes, porque se presiona a quienes viven con sinceridad valores y principios, que para ellos son importantes, incluso fundantes de la existencia y tienen que ser avales de “personas camufladas.” El paroxismo de esta situación es pretender dialogar desde esta falsedad, incluso calificar de intolerante a quién no acepta entrar en esta farsa.
La tolerancia tiene límites, pero se necesita que sea permanente; y el diálogo se debe siempre realizar con quién quiere dialogar. Esto es un principio. Pero, hoy la manipulación de la apariencia, el residuo más nefasto de la falsificación ideológica, presiona violentamente para ocupar el mismo “lugar valórico” que la veracidad. Esto lleva a una destrucción de la confianza real. Aparentemente se puede esperar que funcione algún acuerdo en la medida que se comprueba que los intereses que se buscaron asegurar mantienen su forma tangible y están controlados por los involucrados. Inevitablemente esta manipulación nos lleva a un cinismo existencial donde el diálogo pasa a ser un eco de otro mundo que un día fue y que hoy es casi una leyenda ingenua, una apariencia social. Sin embargo, sí se quiere establecer una comunicación auténtica se hace vital recuperar un diálogo de personas y no de máscaras. En resumen: el diálogo para que sea tal debe estar basado en la veracidad y en la búsqueda de una “verdad fundamental en la cercanía” que establezca un encuentro real con el otro. Es decir: este encuentro con lo real del otro hace posible una aceptación mutua que funda el acuerdo que se necesita concretizar. Es deseable que esto se haga posible en una Universidad Católica y más, es la misión y razón de ser de una Universidad católica, sobre todo en estos momentos en que Chile está teniendo la experiencia de “terremotos morales” en diversas áreas de su vida pública y privada, incluso eclesial.

¡EN MEDIO DEL BRUTAL RUIDO DEL CONSUMISMO, HAY UN HUMILDE ÁNGEL QUE ANUNCIA: NACIÓ EL SALVADOR!

¡EN MEDIO DEL BRUTAL RUIDO DEL CONSUMISMO, HAY UN HUMILDE ÁNGEL QUE ANUNCIA: NACIÓ EL SALVADOR!



Solemnidad de la Natividad del Señor - Ciclo "B" - 25 de Diciembre de 2011. El primer anuncio del Nacimiento de Dios-Hombre fue hecho a los Pastores -a los campesinos de la época- que cuidaban sus rebaños en las cercanías de Belén. De toda la humanidad, Dios escogió a estos pobres, humildes y sencillos hombres para ser los primeros en llegar a conocerlo.

Un Ángel se les apareció la noche de la Primera Navidad anunciándoles: “Vengo a comunicarles una buena nueva... hoy ha nacido el Salvador que es Cristo Señor” (Lc. 2, 11). Si bien los Pastores sienten “un miedo enorme” cuando “el Ángel del Señor se les apareció y los rodeó de la claridad de la Gloria del Señor” (Lc. 2, 9), no se sorprendieron ante el anuncio que se les hiciera. Ellos esperaban al Salvador. A causa del pecado de nuestros primeros progenitores, la humanidad se encontraba a oscuras, derrotada, pues había perdido el acceso al Cielo.

Los Profetas del Antiguo Testamento, especialmente Isaías (Is. 9, 1-3 y 5-6) nos hablan de que la humanidad se encontraba perdida y en la oscuridad, subyugada y oprimida, hasta que vino al mundo “un Niño”. Entonces “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz ... se rompió el yugo, la barra que oprimía sus espaldas y el cetro de su tirano”. Isaías profetiza con 700 años de anticipación el nacimiento de un niño que sería “Dios poderoso”, “Príncipe de Paz”, que vendría a establecer un reinado de Paz “para siempre”. Podemos imaginar, entonces, la alegría que deben haber sentido los Pastores cercanos a la cueva de Belén cuando el Ángel se les aparece en la Noche de Navidad y les dice: “Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido en la ciudad de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor”. (Lc. 2, 1-14) Se cumple así la esperanza de redención del género humano; es decir, se nos abren nuevamente las puertas del Cielo. Ya el destino final de los seres humanos no tiene que ser el Infierno. Por eso San Pablo nos dice que “la gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres ... para que vivamos de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús” (Tt. 2, 11-14).

Y sucedió que mientras el Ángel de Señor les hablaba a los pastores, aumentó el resplandor luminoso que los cubría, al aparecer una multitud de otros Ángeles que “alababan a Dios” cantando una suave y gozosa melodía: “Gloria a Dios en lo más alto del Cielo, y en la tierra, gracia y paz a los hombres” (Lc. 2, 14). Sabemos que los Pastores creyeron sin dudar lo que se les había anunciado y se dijeron: “Vamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos dio a conocer” (Lc. 2, 15). El texto griego dice literalmente: "Veamos esta Palabra que ha ocurrido allí". Sí, ésta es la novedad de esta noche: se puede mirar la Palabra, pues ésta se ha hecho carne. Aquel Dios del que no se debe hacer imagen alguna, porque cualquier imagen sólo conseguiría reducirlo, e incluso falsearlo, este Dios se ha hecho, él mismo, visible en Aquél que es su verdadera imagen, como dice San Pablo (cf. 2 Co 4, 4; Col 1, 15). (Benedicto XVI-Navidad 2009)

Fueron presurosos y, tal como les fuera dicho “hallaron a María, a José y al recién nacido acostado en la pesebrera” (Lc. 2, 16). Si Dios el Señor les manifestó a los pastores su presencia en el mundo a través del anuncio angélico, debe haberles también manifestado su Divinidad a éstos, sus primeros visitantes, pues según dicen algunas traducciones de la Escritura “cuando los pastores lo vieron, comprendieron lo que les había sido dicho sobre este Niño”.

La señal de Dios, la señal que ha dado a los Pastores y a nosotros, no es un milagro clamoroso. La señal de Dios es su humildad. La señal de Dios es que Él se hace pequeño; se convierte en Niño; se deja tocar y pide nuestro amor. Y así nos invita a ser semejantes a Él en la humildad. (Benedicto XVI-Navidad 2009) La gracia de Dios debe haber tocado a estos sencillos hombres muy profundamente, causándoles una fuerte renovación espiritual, por lo cual “después se fueron glorificando y alabando a Dios porque todo lo que habían visto y oído era como se lo habían anunciado” (Lc. 2, 20). Los Pastores son de esos “pobres en el espíritu” que luego Jesús el Salvador menciona en Sus Bienaventuranzas, “que de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 3)... Y ese Reino también está presente hoy en medio de este mundo que se intentó construir sin lo divino y que hoy se vuelve contra el hombre que dejó de ser un fin y ahora es un medio para producir bienes. El Reino es recuperar y restaurar la dignidad humana de los hijos e hijas de Dios, que hace posible una vida fraternal iluminada por Dios.

“EL MUNDO NO ES ABSURDO, PORQUE DIOS LO AMA”

“EL MUNDO NO ES ABSURDO, PORQUE DIOS LO AMA”

3°Domingo de Adviento, 11 de diciembre 2011. Ciclo B. Lecturas, Salmo y Evangelio: Is 61, 1-2.10-11. Sal Lc 1 / 1-Tes 5, 16-24. Jn 1, 6-8.19-28. San Pablo parece darnos hoy el tono humano que caracteriza el estilo de vida de un cristiano en medio del siglo presente: la alegría, la oración y la acción de gracias. Ante un Dios “fiel que cumple sus promesas”, aguardar su “parusía”, debe ser motivo de esa alegría, acciones de gracias y vida de oración. Hoy celebramos «el Domingo Gaudete» dentro del Adviento, precisamente por el tono de júbilo y alegría presente en las lecturas. La alegría es fundamental en el cristianismo, que por esencia es Evangelium –Buena Nueva– y no nos parece razonable recibir una buena noticia con aires de tristezas.
La alegría es uno de los principales temas en las sagradas Escrituras. El mensaje de la Biblia es profundamente optimista: Dios quiere la felicidad de los hombres; que vivan plenamente y participen de su ser.
Los maestros espirituales de todos los tiempos han enseñado que lo que da más paz, tranquilidad y alegría es la perfecta conformidad con la voluntad de Dios: «Quiere siempre y en todo lo que Dios quiera y como Dios lo quiera».
Sin duda, el hombre moderno busca también la alegría humana, pero pocos la encuentran, o queda reservada a unos pocos e incluso, generalmente, son alegrías dudosas o pasajeras. Hay quienes buscan la alegría en la evasión, el sueño y el placer, y aceptan una vida cotidiana sin relieve y sin sentido.
El mundo no es absurdo, ya que Dios lo ama, y el principio vital de su éxito se nos ha dado una vez por todas en Jesucristo. Es que el mundo no se ha enterado. Precisamente dice hoy el Evangelio que surgió un hombre enviado por Dios, llamado Juan (el Bautista), que venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe, y decía: “En medio de vosotros, hay uno que no conocéis”. Ese que el mundo no conoce, es la fuente de la alegría verdadera, de la paz duradera y la esperanza cierta.
De igual manera nos recuerda hoy la voz profética del tercer libro del profeta Isaías (caps. 56-66), escrito probablemente en el periodo posterior al exilio babilónico (siglos VI-V a.C.), el tono de esperanza y alegría con el que se anuncia la inminente manifestación de Dios; “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala… Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos, ante todos los pueblos”.
El mensaje cristiano está lleno de esperanza y alegría para el hombre de todos los tiempos. El entusiasmo cristiano se alimenta de la esperanza en una vida mejor. En la vida eterna. Jesús es el único que nos promete vida eterna. Dice San Pablo a los filipenses: «Manteneos alegres como cristianos que sois». «Que la esperanza os tenga alegres». La esperanza hace llevadera la cruz, y soportable el dolor. La esperanza es esencial para la vida del ser humano. El hombre sin esperanza muere.
Decía el doctor Víctor Frankl, al narrar sus experiencias con los prisioneros de los campos de concentración nazis: «Sólo se mantenían vivos los que tenían esperanza. Aquellos a quienes se les apagaba la llama de la esperanza, tenían sus días contados». La esperanza de la vida eterna es la más brillante y cierta de las esperanzas. Debemos vivir y comunicar esta esperanza.
Los cristianos debemos ser portadores de esperanza. Dice el Concilio Vaticano II en la Gaudium et Spes: «El cristiano tiene que dar al mundo razones para vivir y para esperar».
Vivir la esperanza cristiana llena la vida de acción y optimismo en un mundo donde reina el pesimismo, la tristeza, la amargura, el vacío interior y el hastío. Un mundo harto de materialismo y de sexo. Un mundo miope y arrugado.
La verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo. Nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia. Por el contrario, toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra felicidad auténtica.
Celebrar el Adviento significa, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan el Bautista y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de acercamiento a lo invisible y redescubrimiento del sentido profundo de la vida en comunidad, donde se vive el amor, la política como servicio a los hermanos. Lo visible es necesario, pero lo necesario de este mundo encuentra su sentido en Dios. La vida se hace plenamente humana en la trascendencia divina. El hombre o mujer no es hombre o mujer sin Dios. Dios es necesario en cada dimensión de la vida humana. El cristiano no reduce su fe a un ritualismo desligado de lo vivencial, toda su vida personal o privada o pública es religiosa. Es una religiosidad que nutre su historia cotidiana. Porque no hay una separación de lo sagrado y lo profano. Incluso diferenciar estos planos sin separarlos, supone una sinceridad radical, una solidaridad real, un compromiso de liberación con los pobres. No podemos quedarnos en la mera teoría social o pastoral. Prepararse para la venida del Señor es hacer realidad la fraternidad, la tolerancia, la paz, el amor y todos los valores del evangelio y, superar toda forma de autoritarismo, de manipulación de la conciencia, de favoritismo y abusos diversos.
Construir este mundo con Cristo es un fruto de su resurrección. Su advenimiento irrumpe en la historia desde el futuro. Es la esencia de nuestra esperanza. Oramos y construimos nuestra historia. Cristo viene y a la vez está presente. Es el comienzo y el fin.

LA CONVIVENCIA HUMANA: LO PEOR Y LO MEJOR DEL SER HUMANO.

LA CONVIVENCIA HUMANA: LO PEOR Y LO MEJOR DEL SER HUMANO.

Los problemas de convivencia que se producen en una población popular de Linares, no son fenómenos aislados del resto de la ciudad, incluso se pueden encontrar en otros lugares o ciudades del país. ¿Es una novedad botar basura en el sitio del vecino? ¿Destruirle el cerco? ¿Amontonar escombros en su vereda para perjudicarlo? Hoy la gente sabe que hay que ocultar lo que más se pueda el egoísmo y la mala intención. Vivimos en “una sociedad de la apariencia”. Hay que “blanquear la imagen.” La crisis de valores que vivimos día a día se hace cada vez más masiva.

Un grupo de vecinos de una población de Linares con el presidente de su sector a la cabeza apoyó la instalación de una casa de prostitución, porque es un negocio privado, cada cual sabe lo que hace con su sexualidad. Pero este “antro no se queda en la oscuridad”. Los clientes salen ebrios de este local y han chocado el cerco del vecino del frente en tres o más oportunidades, destruyéndolo. La música a todo volumen, los gritos, las peleas tiñen la noche de intranquilidad. Pero, aparentemente nadie tiene un reclamo. De esta casa de placer botan basura al sitio del vecino que vive al frente ¿por qué? El camión de la basura pasa todas las semanas? ¿Por qué molestan a una familia tranquila? Pero, nadie de la directiva de la población interviene para impedir que se cometa este abuso. Estos mismos personajes piden áreas verdes a los políticos que han vuelto a acordarse de esta población y otras. Los que hablan más fuerte piden muy agitados lugares de recreación para los niños y adolescentes. Algunos hablan contra las drogas y el alcoholismo. ¡Es increíble! Para esto hay que tener, según ellos, áreas verdes y mantener a estos jóvenes, niños y adolescentes de ambos sexos muy ocupados en deportes y diversas formas de recreación. Así no caerían en las drogas y otros vicios. Parece que hablan de animales que funcionan con estímulos y respuestas.

Los teóricos más serios de la educación están de acuerdo que la integración a la naturaleza o al entorno natural es un factor básico en la formación integral de las nuevas generaciones. Incluso ni siquiera hay que ser un profesional de la educación para saberlo. Pero, es un elemento entre otros que también son importantes. Incluso más. Uno de ellos es la familia. Este mismo grupo de personas con “ideas de progreso” son padres y madres de familia. ¿Cómo viven su paternidad o maternidad? ¿Su relación de esposos? ¿Respetan a sus semejantes? La violencia intra-familiar está muy presente en los hogares bajos, medios y altos. Sí las figuras paterna y materna no son sanas o relevantes en la vida afectiva y moral de los hijos de estos padres, la deformación del proyecto de vida de estos niños o jóvenes no dejará de notarse. Entonces sus valores estarán debilitados y no podrán crecer y madurar normalmente. Las áreas verdes no les servirán para evitar el mal. Serán lugares para drogarse, para tener sexo, para seguir desarrollando el egoísmo y “mala vivencia” de sus hogares. El deporte será una mera actividad, que reflejará la violencia y tal vez el fanatismo que hace el papel de una falsa religión, que no asume la auténtica espiritualidad que concibe al ser humano como un sujeto solidario y “valórico-trascendental”. Y lo peor es que estos jóvenes y niños ven a sus mayores tirar basura, cadáveres de animales, etc. en el sitio o escombros en la vereda de una anciana vecina que tiene un espacio grande y de esta manera quieren perjudicarla, molestarla porque no les “regala la tierra,” por decirlo así, para hacer áreas verdes. Esto ocurre en una población de Linares: Quinta la Libertad. Está llegando a tal punto esta situación que se ha tenido que acudir a carabineros, que ya están informados de este hecho de mala convivencia.

Es en estos ambientes donde se comprueba con detalles la actual descomposición moral que está sufriendo el país. La gente se organiza sí, pero el individualismo, el apetito por recibir beneficios materiales, el ansia por consumir como lo máximo de la vida, está en el fondo de no pocos vecinos. El fin justifica los medios. Muy pocos creen en el bien común y los que creen en estos valores, pocas veces son líderes significativos. La mayoría asegura lo propio.

Valores tan centrales como la religión se ven debilitados sino ignorados en estos contextos vecinales. Los que se dicen “salvados” muchas veces viven una caricatura de “evangelio” que no es otra cosa que un “solipsismo espiritualista” o egoísmo refinado. No se sabe encontrar la justa relación entre lo moral-espiritual o religioso y lo público-político. El falsamente puro no se mete en lo público o político; otros viven una superposición de lo religioso como apariencia y todo lo hacen una cuestión política, todo, y desaparece lo más profundo de lo humano, que es mucho más que la política. Les falta una visión valórica integral que les permita, por ejemplo, buscar lo material sin anular lo ético y religioso. Y otros, simplemente son incrédulos, por no decir impíos. Para agravar este cuadro no faltan los políticos que se dedican a repartir lo ajeno o por lo menos hacen la representación. Curiosamente presionan a los que tienen un poco más que otros y son complacientes con los que tienen el poder económico. Es una actitud realmente asquerosa.

Las cosas no sólo hay que necesitarlas, hay que adquirirlas con legitimidad, sin atropellar a las personas. Sin envidia y sin usar la mentira. Hay gente que hace una crítica social y no hace nada por formar en valores a las nuevas generaciones. Es una falencia grave que es transversal en la política chilena. En resumen: es urgente rescatar lo comunitario para desarrollar formas justas y honestas que permitan progresar materialmente y crecer como personas en comunidad. Esto también supone un trabajo educativo en medio de la familia y vecindario.

¡DIOS IRRUMPE EN NUESTRA HISTORIA, ASUMIENDO TODA NUESTRA REALIDAD!

¡DIOS IRRUMPE EN NUESTRA HISTORIA, ASUMIENDO TODA NUESTRA REALIDAD!

DOMINGO 1º de Adviento - Ciclo "B" - 27 de Noviembre de 2011 - Hoy comenzamos un nuevo Año Litúrgico (Ciclo “B”). La Iglesia ha ordenado las Lecturas de los Domingos en tres ciclos: A, B y C, de manera que cada uno de los ciclos se repite cada tres años. Es por ello que las Lecturas de este Ciclo “B” que hoy comenzamos no son las mismas que las del Primer Domingo de Adviento del año pasado.
Es así como en tres años de Lecturas dominicales, los fieles pueden tener una idea bastante completa -sin llegar a ser total- de la historia de la salvación contenida en la Sagrada Escritura. Y el Año Litúrgico comienza con el Tiempo de Adviento. Hoy es el Primer Domingo de Adviento, tiempo de espera para la venida de Cristo... Y tiempo de espera significa tiempo de preparación para esa venida. Las Lecturas de este tiempo de Adviento nos trasladan a veces a ese gran anhelo de la venida del Mesías que existía en el pueblo de Israel durante el tiempo del Antiguo Testamento. Ellos esperaban a Aquél que vendría para salvar a la humanidad. Vemos tal anhelo en la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 63, 76-19; 64, 2-7). Las palabras del Profeta son una súplica llena de urgencia con la que quisiera -por así decirlo- adelantar la venida del Salvador: “Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia”. Ese anhelo, ese grito de los profetas y santos del Antiguo Testamento ya fue satisfecho, pues esa primera venida del Hijo de Dios -su venida histórica- ya tuvo lugar hace más de dos mil años. En efecto, Jesús nació, vivió, sufrió, murió y resucitó en nuestra tierra, en nuestra historia. Y así ha salvado -ha rescatado- a la humanidad que se encontraba perdida en el pecado. Ya la salvación esperada fue realizada por Cristo. Ahora nos toca a nosotros aprovechar la salvación que ya Cristo efectuó.
Desde su primera venida, la humanidad se encuentra en espera de la “parusía”, es decir, de la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos. El Adviento es tiempo especial de preparación para esa segunda venida de Cristo. De allí que los clamores por el Mesías contenidos en el Antiguo Testamento, los sentimos también como clamores por esa esperada venida gloriosa de Cristo al final. Por eso también, muchas de las lecturas de este tiempo se refieren a este esperado acontecimiento. Tan esperado, que San Juan finaliza el libro profético del Apocalipsis con ese clamor de toda la Iglesia (la esposa) unida a Dios (el Espíritu): “El Espíritu y su esposa dicen: ... ‘Ven’ ... El que da fe de estas palabras dice: ‘Sí, vengo pronto’. Así sea: Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 17 y 20). Con estas palabras termina la Biblia: el Señor diciéndonos que viene pronto y nosotros, la Iglesia, la humanidad entera, diciendo que ojalá así sea y pidiéndole que venga.
Mientras estamos a la espera de ese “adviento”, de ese advenimiento, de ese acontecimiento tan importante -el más importante de la historia de la humanidad- el recibimiento de Cristo debe irse preparando en el corazón de cada persona. ¿Y cómo podemos ir preparando esa venida del Señor a nuestro corazón? De varias maneras Jesús, Hijo de Dios, se nos hace presente en este tiempo de espera en que nos encontramos actualmente aguardando su venida gloriosa. La presencia de Cristo en este tiempo intermedio entre su estadía histórica en nuestro mundo en medio de nosotros y su próxima venida gloriosa, se da en nosotros por medio de su Gracia. Su Gracia que El derrama de muchas maneras: primeramente nos viene a través de los Sacramentos. Los Sacramentos son vías especialísimas, signos visibles, por medio de los cuales Cristo se hace presente: En el Bautismo nos borra el pecado original y da a cada bautizado su Gracia, que es su Vida misma. En la Confesión nos restaura la Gracia perdida por los pecados cometidos después del Bautismo. En la Eucaristía está realmente presente, vivo, y se da a nosotros en forma de alimento para nuestra alma, fortaleciendo nuestra vida espiritual. Jesucristo también se hace presente con su Palabra, contenida en la Sagrada Escritura. También se nos da en la oración, con inspiraciones e impulsos interiores. Permitiendo que Cristo venga a nuestro corazón en cada una de estas formas en que se nos ofrece, dejamos que El vaya transformándonos cada vez más profundamente. Es la manera cómo nos vamos preparando a su venida gloriosa. Así pueden cumplirse en nosotros las palabras finales de la Lectura de Isaías: “Señor, Tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos”. Esta frase recuerda también a una muy similar del Profeta Jeremías: “Mirad que como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en Mi Mano” (Jr. 18, 1-6). De este cambio personal se hace posible un cambio social profundo.
Si en este tiempo intermedio entre una venida y otra de Jesús nos dejamos moldear por Dios, por su Voluntad, por sus designios, como lo que Dios muestra al Profeta Jeremías, al hacerlo ir a una alfarería para ver cómo el barro es moldeado por el alfarero, así estamos cumpliendo lo que nos exige el Evangelio de hoy (Mc. 13, 33-37) y lo que nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (1 Cor. 1, 3-9). Estas lecturas nos hablan de espera, de vigilancia, de estar preparados. “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”, nos pide el Evangelio, pues no sabemos “a qué hora va a regresar el dueño de la casa”. Por eso nos pide el Señor al final de este trozo evangélico: “Permanezcan alerta”. Si así lo hacemos, si pasamos este tiempo de espera preparándonos de esa manera para la venida de Cristo, dejándonos moldear de acuerdo a su Voluntad y a sus designios, El mismo nos hará perseverar hasta el final, como nos dice San Pablo en la Segunda Lectura: “El nos hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento”. No sólo en estas Lecturas de hoy, sino a lo largo de toda la Biblia, el Señor nos pide insistentemente estar atentos a su venida, preparándonos para recibirlo cuando venga como Justo Juez. Este llamado es aún más insistente durante el tiempo de Adviento, ya que nos estamos preparando para conmemorar en Navidad la primera venida de Jesús, cuando Dios se hizo hombre y nació en un momento preciso de nuestra historia y también en un sitio preciso de nuestra tierra. Nos encontramos entre una y otra venida de Cristo. La primera ya sucedió. La segunda “no saben cuándo llegará el momento”. Pero sabemos que llegará... De hecho, cada día que pasa es un día menos para su próxima venida. Por eso el Señor nos recuerda ¡tantas veces! que estemos preparados, que velemos, porque no sabemos a qué hora regresa. “¡Sí, vengo pronto!” ¡Ven, Señor Jesús!

¿SERÁ POSIBLE UNA REFORMA DEL VATICANO Y DE TODA LA IGLESIA, AHORA? CUARTA PARTE.

¿SERÁ POSIBLE UNA REFORMA DEL VATICANO Y DE TODA LA IGLESIA, AHORA? CUARTA PARTE.
Thomas J. Reese, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico; propone seis reformas que según él, reflejan prácticas que han probado ser exitosas en la sociedad civil. 1.- HACER DEL VATICANO UNA BUROCRACIA, NO UNA CORTE. 2.- REFORZAR LOS CUERPOS LEGISLATIVOS EN LA IGLESIA. 3.- CONVERTIR LAS CONGREGACIONES EN COMISIONES SINODALES ELEGIDAS. 4.- CREAR UNA JUDICATURA INDEPENDIENTE. 5.- MODIFICAR LA ELECCIÓN DE OBISPOS. 6.- FORTALECER LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES HACIENDO DE ELLAS CONCILIOS.” (Estas 6 reformas fueron detalladas en el artículo anterior. Ahora solamente las mencionamos para conectar esta reflexión)
Insiste: “¿SERÁ POSIBLE? Sabemos que estas seis reformas no traerán con ellas el reino de Dios. Ninguna estructura de gobierno es perfecta, y cada reforma tiene efectos colaterales negativos. Sin embargo, estas reformas ayudarían a la Iglesia a proseguir en los principios de colegialidad y subsidiariedad. Es conveniente subrayar que la mayor parte de estas reformas significaría una vuelta a prácticas y a estructuras anteriores de la Iglesia. Sabemos que siempre es más importante una reforma y conversión espiritual que una reforma estructural. Sin embargo, esto no significa que la reforma estructural sea poco importante. ¿Qué probabilidad real existe actualmente para tales reformas? Como científico social, tendría que decir cercana a cero. Una reforma de tales características sería contraria a la teología de la Iglesia del grupo de hombres que la dirige y disminuiría su poder. Pero, con todo, como cristiano y católico, tengo que esperar.”
Pero, no son pocos los católicos para los que este esperar los tensiona con dureza. Resulta revelador conocer cuál es la opinión de personas que parecen muy pasivas e indiferentes en estos temas sobre la Iglesia. Sienten que hay valores que están vigentes, pero también hay falencias en la forma de administrar la Iglesia en todos sus niveles.
Fuera de la Iglesia, la falta de modelos de liderazgo en todas las áreas de poder de nuestra sociedad, es un mal que se denuncia desde hace mucho tiempo. Faltan líderes válidos o positivos. Hoy una prostituta es un modelo que es promovida por los medios. Un cantante drogadicto, una actriz divorciada por quinta vez son noticias consumidas con avidez. Paralelamente se tiene más conciencia de los derechos ciudadanos, de la democracia, de la no-discriminación, del multiculturalismo y otros temas sociales. Miles de personas luchan por el medio ambiente, por los derechos de las minorías de todo tipo, sexuales, étnicas, etc. y se presentan paradojas muy marcadas: una juventud que lucha por una educación sin fines de lucro, pero que desea ganar dinero como una meta central de la vida. Están atrapados en el consumismo y viven el momento. Dicen que quieren una educación de calidad y estudian solamente para salvar el ramo con un cuatro. Mayoritariamente la gente quiere un máximo de bienestar con un mínimo de esfuerzo. Vivimos en una sociedad decadente y que sufre un claro proceso de descomposición social.
¿No sería un gran aporte para la sociedad actual una Iglesia renovada, donde al hombre o mujer común se les permita participar realmente, respetando y potenciando sabiamente su capacidad de conducir el conjunto de la Iglesia de una manera cada vez más progresiva junto con los pastores o jerarquía de la Iglesia? Estas formas tendrían que servir de modelos para la democracia social, para la tolerancia civil, para las organizaciones comunitarias, para una democracia de las bases ciudadanas. La participación actual de los laicos en la Iglesia no tiene un impacto importante en la sociedad civil, es muy insuficiente. Incluso, muchas de las instancias donde participan los laicos, son momentos configurados y valorados como “consultivos”, que un paternalismo los acomoda a su voluntad. Participar es mucho más que ser consultados.
La Iglesia católica evitó un desastre total en la caída del imperio romano, su organización internacional permitió continuar con la civilización occidental. No todo fue perfecto pero se hizo posible una cultura que está en las bases de nuestra sociedad actual, que también está sufriendo una profunda crisis. La Iglesia, es un misterio divino y no es meramente humano o temporal, sin dejar de ser histórico. Puede y debe salvar a este mundo post-moderno, siendo un modelo de respeto a la dignidad humana, de ejemplos de prácticas participativas y democráticas alternativas a todos los totalitarismos e intolerancias actuales. Pero, hay que extirpar definitivamente los restos monárquicos que aún se mantienen como anti-signos anacrónicos en algunas partes de su estructura eclesiástica. También es una realidad que miles de laicos no están preparados para participar en una Iglesia más comunitaria y comprometida con los cambios sociales. Se han abierto espacios en la Iglesia para los laicos (con limitaciones), pero miles quedan fuera. Demasiados laicos ni siquiera se sienten parte de ella. Es la Iglesia de los curas, monjas y piadosos; reciben un “bien religioso” de ellos y nada más. Pero, en el límite Iglesia-mundo, miles de estos laicos necesitan modelos de liderazgo y participación. Han aprendido que son personas con derechos y deberes sociales, pertenecen a una cultura que habla de derechos humanos y democracia. Sienten que tienen un cierto poder en esta sociedad civil. ¿Y en la Iglesia? Los que han separado la creencia de la vida, la moral de la religión, la vida civil de la vida eclesial; no parecen preocuparse de este tema. Esta dicotomía dificulta la comprensión de la doctrina social o moral social de la Iglesia. Otra cosa es diferenciar las autonomías respectivas: Iglesia-sociedad temporal o la separación Iglesia-Estado. Muy necesarias de mantener y respetar. Pero un laico es también un ciudadano que libremente influye en el mundo.
Una Iglesia renovada, más comunitaria, con laicos adultos, con una participación masiva y real de los fieles, con seguridad, acercaría más la Iglesia al mundo actual, donde impera el paradigma democrático, a pesar de la crisis reciente de este sistema. Y se podría fomentar (no imponer) desde esta Iglesia masiva de laicos, una nueva sociedad civil más humanista, participativa y democrática que tendría miles de activistas que habrían crecido en una cultura espiritual donde son considerados como “hijos adoptivos de Dios con derecho a decidir con responsabilidad”. Esto, suponiendo la pluralidad y secularización de nuestro tiempo.
Volviendo a la realidad actual, en esta sociedad mediática, los errores y falencias de una organización milenaria como la Iglesia se pueden magnificar por intereses diversos, en realidad esto sucede constantemente, por lo mismo, el discernimiento cristiano se hace necesario para cuestionar estas falencias y errores y rescatar siempre lo esencial de la Iglesia.

SEIS POSIBLES REFORMAS DEL VATICANO, MIRANDO A LA SOCIEDAD CIVIL. TERCERA PARTE.

SEIS POSIBLES REFORMAS DEL VATICANO, MIRANDO A LA SOCIEDAD CIVIL. TERCERA PARTE.
Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Es un católico norteamericano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.
”La historia nos muestra que la Iglesia siempre ha copiado ideas y estructuras de la sociedad civil. La pregunta que surge entonces es: ¿Cuáles son hoy algunas de las mejores prácticas en la sociedad civil que podrían ayudar a la Iglesia? A lo largo de los dos últimos siglos la sociedad civil ha aprendido que el buen gobierno pasa por: la eliminación de una nobleza poderosa, la adhesión al principio de subsidiariedad y la creación de un sistema de controles y evaluaciones. Propondré a continuación seis reformas que pienso reflejan prácticas que han probado ser exitosas en la sociedad civil.
1.- HACER DEL VATICANO UNA BUROCRACIA, NO UNA CORTE. La mayoría de los países ha descubierto que una corte compuesta por un rey y sus nobles no constituye un buen modo de gobernar. El Vaticano tiene aún tanto de corte como de burocracia. De hecho, a los cardenales se les llama “príncipes de la Iglesia” y algunos obispos actúan como nobles. Podría ser recomendable que ningún miembro de la burocracia vaticana sea designado obispo o cardenal. Uno de los problemas que tienen tanto nobles como obispos, si son incompetentes o hay un cambio de administración, es que es difícil removerlos de su puesto. Una reforma de este tipo permitiría que la burocracia vaticana no olvidara que no es en sí misma parte del magisterio y que está al servicio del Papa y del colegio de obispos.
2.- REFORZAR LOS CUERPOS LEGISLATIVOS EN LA IGLESIA. Al mismo tiempo que en la sociedad civil declinaba el rol de la nobleza en el gobierno, el papel de las legislaturas independientes iba creciendo. Ninguna filosofía política moderna aconsejaría una práctica que dependiera sólo de la sabiduría del Ejecutivo. Hay un reconocimiento universal de que el sínodo de obispos creado por Pablo VI no ha estado a la altura de las expectativas. Sería recomendable que ningún miembro de la burocracia vaticana fuera miembro de él: podría asistir como experto y funcionario, pero sin derecho a voto. Todos los miembros del sínodo deberían ser elegidos por las conferencias episcopales, ninguno debería ser designado. El sínodo debería reunirse de un modo regular -es decir, cada cinco años- y, por supuesto, necesitaría comisiones para preparar agendas y documentos entre tales reuniones. También debería haber un Concilio Ecuménico al menos una vez por cada generación.
3.- CONVERTIR LAS CONGREGACIONES EN COMISIONES SINODALES ELEGIDAS. Las congregaciones vaticanas y consejos son comisiones de cardenales y obispos designados por el Papa. Cada cual es responsable de un dominio especial dentro de la Iglesia como la liturgia, el ecumenismo, la evangelización y el derecho canónico. Los cardenales vaticanos son los miembros más influyentes de dichos consejos. El presidente de cada uno de ellos (llamado prefecto de una congregación y presidente del consejo) es también la cabeza de una oficina del mismo nombre. Estas oficinas aconsejan al Papa e implementan las políticas de la Iglesia. Una función importante de cualquier cuerpo legislativo es la fiscalización de la burocracia. Los miembros de las congregaciones del Vaticano y consejos deberían, por tanto, ser elegidos por sínodos o conferencias episcopales. De este modo, los sínodos y conferencias pueden actuar como creadores de políticas y cuerpos contralores de la burocracia vaticana. Los funcionarios del Vaticano no podrían ser también miembros de las congregaciones, aunque podrían asistir a las reuniones como expertos o miembros del staff.
4.- CREAR UNA JUDICATURA INDEPENDIENTE. Uno de los más importantes elementos en un gobierno que opera bajo la ley es una judicatura independiente. Permitir al Ejecutivo acusar, perseguir, juzgar y sentenciar a un sospechoso es hoy considerado una violación al debido proceso. El tratamiento dado a teólogos acusados de disenso por la Congregación para la Doctrina de la Fe es causa de escándalo. El potencial para ese tipo de escándalos se mantendrá mientras esta Congregación continúe actuando como policía, fiscal, juez y jurado. Un jurado independiente, quizás formado por obispos retirados, podría corregir adecuadamente el problema.
5.- MODIFICAR LA ELECCIÓN DE OBISPOS. La designación de obispos por el Papa es una innovación moderna que sigue un modelo corporativo, donde el Pontífice actúa como poder central y los obispos como gerentes de las ramas. Este modelo corporativo es altamente centralizado. Modelos políticos exitosos nos enseñan que los líderes locales deben ser elegidos por los ciudadanos del lugar. Hoy puede ser posible, y aconsejable, volver al sistema sancionado por el papa León I. De esta manera, cada obispo sería elegido por el clero local, aceptado por la gente de su diócesis y consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica.
6.- FORTALECER LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES HACIENDO DE ELLAS CONCILIOS. No todo puede o debe ser decidido por un gobierno central. La doctrina social católica habla de la importancia de la subsidiariedad en las estructuras políticas y en política: lo que se puede hacer localmente debiera hacerse localmente. En los tiempos antiguos, los concilios locales y regionales de obispos jugaron un papel importante en la determinación de la doctrina y disciplina de la Iglesia. Las conferencias episcopales deberían convertirse en concilios episcopales recuperando su independencia en el establecimiento de las políticas eclesiales. No es necesario que cada decisión y documento sea revisado y ratificado por el Vaticano. Se puede confiar en que los obispos saben lo que es mejor para su iglesia local”.

POSIBLES REFORMAS EN EL VATICANO: EL PAPADO DE ROMA. SEGUNDA PARTE.

POSIBLES REFORMAS EN EL VATICANO: EL PAPADO DE ROMA. SEGUNDA PARTE.
Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Thomas J. Reese, SJ, hermano de Eduardo A. Reese, SJ, es un católico norteamericano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.
Nos propone pensar a partir de preguntas centrales y desde la historia. Hay sectores de la Iglesia que sienten que esta reforma del Vaticano es urgente. Otros no. Pero, lo que tiene que ser un principio común y esencial, es el diálogo, el respeto, tolerancia y amor profundo a la Verdad y a la Iglesia, como misterio esencial del cristianismo católico.
“El papado contemporáneo gobierna la Iglesia con poderes que serían envidiados por cualquier monarca absoluto: el Papa tiene la suprema autoridad legislativa, ejecutiva y judicial con pocos controles de su poder. Esto es especialmente evidente en el nombramiento de obispos. En los primeros siglos de la Iglesia, el obispo local era elegido por y desde el pueblo. Idealmente, la gente se reunía en la catedral donde, después de rezar reunida, seleccionaba a un hombre santo y talentoso para que la condujera. En la práctica, las facciones que apoyaban a candidatos opuestos a menudo se enfrentaban, a veces violentamente, dividiendo a la comunidad. Los fieles no hablaban siempre con una sola voz. A medida que el tiempo fue pasando, el proceso de selección fue evolucionando para incluir, no sólo al pueblo, sino también al clero local y a los obispos provinciales en un sistema de controles y equilibrios. El Papa León I (440-461) describió el ideal diciendo que nadie puede ser obispo a menos que sea elegido por el clero, aceptado por su pueblo, y consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica. El clero conocía a los candidatos mejor que la población y era menos propenso a resolver sus disputas recurriendo a la violencia. De todos modos, como líder de la comunidad, el obispo debía ser aceptado por la gente. El clero, entonces, le presentaba un candidato a la gente, la que normalmente indicaba su aprobación aclamándolo. Si era abucheado, el clero debía intentar con otro. Para llegar a ser obispo, el candidato debía ser consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica bajo la presidencia del arzobispo metropolitano. Si era inaceptable por herejía o inmoralidad o alguna otra falta, los obispos podían negarse a ordenarlo. El problema con este proceso era que nobles y reyes poderosos, sin ningún respeto por la democracia, podían simplemente imponer sus deseos a la Iglesia por la fuerza o amenazas de violencia. Como escribió san Fulberto de Chartres en 1016: ¿Cómo se puede hablar de elección cuando una persona es impuesta por el príncipe, de manera que ni el clero ni la gente, y menos aún los obispos, pueden considerar a ningún otro candidato? La designación de obispos por reyes y nobles llevó a la corrupción del episcopado debido a que elegían a bastardos de la familia real y a favoritos políticos.
SIGLO XIX: UN CAMBIO IMPORTANTE
Los papas reformadores, desde Gregorio VII, jugaron un rol importante al luchar contra las influencias políticas en la selección de obispos. Pero se debe recordar que también nobles y reyes fueron algunas veces reformadores de la Iglesia. En el siglo XI el emperador alemán Enrique III depuso tres “papas” y después se inició una larga lista de papas reformados. Y otro rey alemán, el emperador Segismundo, fue quien logró poner fin al gran Cisma de Occidente.

Todo esto cambió en el siglo XIX, luego de que las revoluciones barrieran con la mayoría de los monarcas en Europa. Los papas, en lugar de devolver la selección de obispos a la iglesia local, la convirtieron en prerrogativa propia. Obviamente, esto llevó al nombramiento de obispos leales a Roma que apoyarían su preeminencia en la Iglesia. Pero el nombramiento de obispos no es el único ejemplo de la consolidación del poder del Papa. En los primeros siglos de la Iglesia, los concilios de obispos regionales o nacionales ayudaron a definir la doctrina, favorecieron una política eclesial coordinada e incluso constituyeron un foro para juzgar obispos. El obispo de Roma actuó como una corte de apelaciones cuando obispos y concilios discrepaban. Las conferencias nacionales de obispos son las verdaderas sucesoras de estos concilios, pero el Vaticano no les ha otorgado la independencia para actuar que tenían los antiguos concilios. De un modo similar, hubo un tiempo en que los Concilios Ecuménicos tuvieron mayor independencia. De acuerdo a algunos teólogos, los concilios incluso tuvieron autoridad para destituir papas. La centralización del poder en el Vaticano fue a menudo una respuesta legítima a la interferencia política de reyes y nobles en la vida de la iglesia local. Los papas podían plantarse mejor ante los reyes que la iglesia local. Pero ahora, cuando pocos reyes o nobles están en posición de inmiscuirse con la Iglesia, uno podría discutir si tal centralización es todavía necesaria y si no es de hecho contraproducente.”
Hoy se ven caer los autoritarismos y la humanidad siente la necesidad de una autoridad moral basada en el amor, respeto y tolerancia. La participación supone valorar a las personas como agentes activos que aportan al bien común. La obediencia no está en el centro de nuestra sociedad sino la responsabilidad o corresponsabilidad. La obediencia a Dios no justifica crear un sistema piramidal. Obedecer a Dios nunca será una anulación de la libertad. Pero, la Iglesia tiene que aportar con su “fraternidad interna” a la socialización de los hombres y mujeres del siglo XXI. Para esto la “comunidad de los fieles” tiene que ser realmente fraternal en el fondo y en la forma eclesial. En este sentido hay una crisis en la Iglesia actual: una crisis de autoridad y participación. Es curioso porque en el Vaticano II hay un camino que al “caminarlo” es radical. ¿Qué pasa entonces?

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY –SERVIDOR DEL UNIVERSO.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY –SERVIDOR DEL UNIVERSO.



DOMINGO 34 - Tiempo Ordinario - Ciclo "A -20 de Noviembre de 2011 - Hoy es el último domingo del Año Litúrgico, el cual finaliza celebrando a Cristo como Rey del Universo, fiesta solemne instaurada por el Papa Pío XI en 1925. Y ¿qué nos pide ese Rey-Servidor que es Cristo, este Pastor amoroso que nos presentan las Lecturas de hoy? El nos pide lo que más nos conviene a nosotros. Y lo que más nos conviene a nosotros es hacer la Voluntad del Padre. En eso consiste el Reinado de Cristo en cada uno de nosotros: en que hagamos la Voluntad de Dios. No en vano Jesucristo nos enseñó a decir en el Padre Nuestro: “Venga tu Reino” y seguidamente: “Hágase tu voluntad”. Es así, entonces, como el Reinado de Cristo comienza por nosotros mismos: cuando comenzamos a buscar hacer la Voluntad de Dios. Las Lecturas de este último domingo del Año -del Año Litúrgico- nos invitan a reflexionar sobre el establecimiento del Reinado de Cristo en el mundo.

La Primera Lectura del Profeta Ezequiel (Ez. 34, 11-12 y 15-17) nos habla del momento en que “se encuentren dispersas las ovejas” y de cómo Jesús, el Buen Pastor atenderá a cada una:“Buscaré a la perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré”. Y termina la lectura hablando del día del Juicio Final: “He aquí que voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos”. En este anuncio del Juicio Final que hace Jesucristo en el Evangelio de hoy (Mt. 25, 31-46), El comienza con esa profecía de Ezequiel: “Entonces serán congregadas ante El todas las naciones, y El apartará a los unos de los otros... a las ovejas de los machos cabríos”.

La profecía de Ezequiel también nos remite a otro Profeta del Antiguo Testamento: el Profeta Zacarías (Zc. 13, 7 y 14, 1-9) quien igualmente nos habla del día final, anunciando la dispersión del rebaño: “Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas... dos tercios serán exterminados y sólo se salvará un tercio. Echaré ese tercio al fuego, lo purificaré como se hace con la plata, lo pondré a prueba como se prueba el oro. El invocará mi Nombre y Yo lo escucharé. Entonces Yo diré: ¡Este es mi pueblo!, y él, a su vez dirá: ¡Yavé es mi Dios!”. El Salmo no podía ser otro que el 22, el del Buen Pastor. “El Señor es mi Pastor, nada me falta...”. Porque Jesús, antes del día del Juicio Universal, antes de venir a establecer su Reinado definitivo, cuida a cada una de sus ovejas, como nos dice la Primera Lectura y como nos indica este Salmo, favorito de muchos.

La Segunda Lectura (1 Cor. 15, 20-28) nos habla también del momento del establecimiento del Reino de Cristo. Nos habla de que su resurrección es primicia de la nuestra. Nos habla, también, de que en el momento de su venida, Cristo aniquilará todos los poderes del Mal, someterá a todos bajo sus pies, para luego entregar su Reino al Padre. Y así Dios será todo en todas las cosas. El Evangelio de hoy es el famoso pasaje sobre el Juicio Universal o Juicio Final: “tuve hambre y me diste de comer... tuve sed y me diste de beber...”. ¿Significa, entonces, que sólo seremos juzgados con relación a lo que hayamos hecho o dejado de hacer al prójimo? Para comentar el sentido completo del Juicio Universal, citamos al Teólogo Dominico, Antonio Royo Marín, quien en su libro “Teología de Salvación” nos dice lo siguiente acerca de esta cita evangélica: “A juzgar por la descripción del juicio final hecha por el mismo Jesucristo... pudiera pensarse que sólo se nos juzgará sobre el ejercicio de la caridad para con el prójimo... Pero todos los exegetas católicos están de acuerdo en que esas expresiones las usa el Señor únicamente por vía de ejemplo -y acaso también para recalcar la gran importancia de la caridad- pero sin que tengan sentido alguno exclusivista”. Cierto que el Señor nos ha dicho que al que mucho ama (cfr. Lc. 7, 47) mucho se le perdona, pero es bueno recalcar que seremos juzgados por todas nuestras acciones: en la Fe, en la Esperanza, en la Caridad, en la humildad, etc. Es decir: en todas las virtudes; también, en las acciones y en las omisiones, en lo pensado, en lo hablado y en lo actuado, en lo oculto y en lo conocido. En todo.

Veamos lo que nos dice la última frase del Libro del Eclesiastés sobre el Juicio: “Dios ha de juzgarlo todo, aun lo oculto, y toda acción, sea buena o sea mala” (Ecl. 12, 14). Esta idea también la menciona San Pablo: “Puesto que todos hemos de comparecer ante el Tribunal de Cristo, para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho, bueno o malo” (2 Cor. 5, 10).Una vez juzgados por Cristo justo Juez, cuando vuelva en la Parusía a resucitarnos como El resucitó y a separar a los salvados de los condenados, Cristo Rey del Universo establecerá su reinado definitivo. Entonces “Dios será todo en todos”. En el Prefacio de la Misa de Cristo Rey del Universo rezamos que el Reino de Cristo es un Reino de Verdad, de Vida, de Santidad, de Gracia, de Justicia, de Amor y de Paz. Así será el Reino de Cristo cuando El vuelva glorioso a establecerlo definitivamente para toda la eternidad.

Precisamente ese fue el propósito que tuvo el Papa Pío XI al establecer esta Fiesta: que el Reinado de Cristo -comenzando por cada uno de nosotros los Católicos- se extendiera de cada individuo a cada familia, de cada familia a la sociedad, de la sociedad a las naciones, de las naciones al mundo entero. Este es nuestro compromiso como súbditos libres de Cristo, Rey del Universo: construir junto a otros hombres y mujeres de buena voluntad una sociedad progresivamente más justa, libre, fraternal, tolerante, democrática y abierta a la trascendencia divina.

Posibles reformas en el Vaticano. Primera parte.

Posibles reformas en el Vaticano. Primera parte.

Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Thomas J. Reese, SJ, hermano de Eduardo A. Reese, SJ, es un católico americano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.

Nos propone pensar a partir de preguntas centrales y desde la historia. Hay sectores de la Iglesia que sienten que esta reforma del Vaticano es urgente. Otros no. Pero, lo que tiene que ser un principio común y esencial, es el diálogo, el respeto, tolerancia y amor profundo a la Verdad y a la Iglesia, como misterio esencial del cristianismo católico. ¿Qué puede aprender la Iglesia de otras instituciones? Cambiar la organización del Vaticano adoptando prácticas del mundo político contemporáneo estaría hoy en armonía con la larga tradición de la Iglesia. ¿Será posible esto?

“Cuando alguien propone la reforma de las estructuras de la Iglesia, con mucha frecuencia se critica al reformador por copiarlas del campo político civil, como si esto fuera algo necesariamente malo. Sin embargo, a través de la historia el Vaticano ha imitado a menudo la organización de instituciones políticas seculares. Hoy el gobierno de la Iglesia está más centralizado que en cualquier otro momento de su historia y, para hacer a la Iglesia más colegiada, el Vaticano debería adoptar de nuevo prácticas propias del mundo político secular. Cuando san Pedro llegó a Roma, no designó de inmediato a los cardenales ni instaló las oficinas que vemos hoy en el Vaticano. Él tenía solamente un secretario para ayudarle con su correspondencia. En los primeros siglos, el obispo de Roma contaba con ayudantes como los de cualquier otro obispo: sacerdotes para las iglesias (que funcionaban en casas), diáconos para la ayuda caritativa y la catequesis, y notarios o secretarios para la correspondencia y el mantenimiento de los archivos. Hacia el siglo IV, los notarios eran un elemento permanente en el papado, como lo eran en la corte imperial. Como parte del personal del Papa, estos hombres escribían cartas y guardaban archivos de la correspondencia y de otros documentos oficiales. Tomaron notas en el Concilio de Letrán del año 649 y prepararon sus actas. Debido a su formación y experiencia, fueron enviados a veces por los papas a misiones diplomáticas o a los Concilios Ecuménicos en Oriente.

Ya durante el siglo XIII la Cancillería Apostólica era una oficina importante y el canciller era el principal consejero y ayudante del Papa, tal como los cancilleres eran los principales consejeros de los monarcas europeos. Antes de convertirse en Papa, Juan XXII (1316-1344) había sido canciller del rey de Francia y luego usó su experiencia en la organización de ese ministerio francés para manejar los asuntos papales. Más adelante, la Cancillería fue eclipsada por la Dataría Apostólica, luego por la Oficina del Sello Privado y finalmente por la Secretaría de Estado. Todas ellas tenían sus paralelos en la sociedad civil. De igual modo, el colegio cardenalicio fue evolucionando. De ser un grupo formado por los principales sacerdotes y diáconos de Roma, pasó a constituirse en una corte papal que aconsejaba y elegía a los papas. Los cardenales se compararon a sí mismos a menudo con el antiguo Senado romano. A medida que el tiempo fue transcurriendo, los asuntos papales fueron creciendo y la práctica de consultar al colegio de cardenales en consistorio llegó a ser común. Al principio, éste se reunía mensualmente, pero ya a comienzos del siglo XIII lo hacía tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes. En muchos aspectos, el Papa y los cardenales funcionaron como una corte, de un modo similar a las cortes reales de Europa durante la Edad Media. Sin embargo, el hecho de que los cardenales eligieran al Papa le dio al colegio cardenalicio un tipo de poder del que no gozaba la nobleza en la mayoría de las naciones. Más adelante, el rol de los cardenales fue seriamente reducido por papas cada vez más poderosos, de la misma manera en que el poder de la nobleza se redujo con el ascenso de los monarcas “absolutos”. Es decir, la estructura de la curia romana ha cambiado a lo largo del tiempo y los papas han copiado o adaptado con frecuencia prácticas del gobierno civil. Es, por lo tanto, razonable concluir que modificar la organización del Vaticano adoptando prácticas del mundo político contemporáneo estaría hoy en armonía con la larga tradición de la iglesia”.

El Papa habla de democracia, los obispos hablan de democracia, son palabras, ¿dónde está el testimonio democrático? Necesitamos valores, modelos democráticos, una moral democrática. La Iglesia es una organización mundial que podría aportar al mundo contemporáneo un prototipo de sociedad fraternal, una referencia socio-ética que muestre como se vive el poder-servicio, con disciplina, sentido de autoridad y respeto a la persona como sujeto social autónomo e integrado a la comunidad. Participar en la vida parroquial podría ser una experiencia transformante socio-éticamente. No basta vivir solamente la obediencia al magisterio. Hay que hacer efectiva una educación de los laicos que los forme como fieles activos con derecho a voz y voto, prácticamente en todos los espacios internos de la Iglesia, fomentando el respeto y tolerancia. Actualmente hay demasiado clericalismo y miles de laicos están muy lejos de crecer como creyentes adultos en la fe y compromiso eclesial. Educar para la comunión y participación no es compatible con un paternalismo que hace muchas consultas a los laicos cercanos al clero, pero no representa a otros miles de laicos que no están integrados a la vida eclesial, porque en ellos se manifiesta un espíritu moderno anti-autoritario que acepta la autoridad religiosa, pero dentro de un contexto fraternal real que también los conecta con la fuente bíblica, especialmente del nuevo testamento, que presenta una Iglesia comunitaria muy lejana a una Iglesia monárquica. Lo jerárquico no es incompatible con un laicado con voz y voto que recupere la espiritualidad de la Iglesia primitiva dentro de la actual situación de la Iglesia.

(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

“PASTORES QUE GUIAN CON EL EJEMPLO Y CON LA VERDAD”

“PASTORES QUE GUIAN CON EL EJEMPLO Y CON LA VERDAD”



DOMINGO 31 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 30 de Octubre de 2011 - Las Lecturas de hoy se refieren muy especialmente a aquéllos que tienen responsabilidad dentro de la Iglesia, quienes con su ejemplo y su predicación deben guiar al pueblo de Dios.

La Primera Lectura del Profeta Malaquías (Ml. 1, 14; 2, 2,8-10) es una dura advertencia a los Sacerdotes de esa época por su mal comportamiento y por la predicación de falsas doctrinas: “Ustedes se han apartado del camino, han hecho tropezar a muchos en la ley; han anulado la alianza que hice con la tribu sacerdotal de Leví ... no han seguido mi camino y han aplicado la ley con parcialidad”. Luego en el Evangelio (Mt. 23, 1-12), Jesús hace algo parecido, criticando a un grupo religioso de su época, el de los Fariseos, cuyo objetivo era la práctica de la ley de Moisés en la forma más estricta y detallada. La crítica del Señor se basaba sobre todo en que ellos mismos no cumplían lo que exigían cumplir a otros, por lo que el Señor los llamó “hipócritas”. Es por ello que hoy día en el lenguaje coloquial religioso el término “fariseo” ha venido a ser considerado sinónimo de “hipócrita”. El Evangelio de hoy trae una frase que llama la atención, la cual es importante aclarar: “A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre Celestial”.

¿Por qué, entonces, los católicos llamamos “Padre” al Sacerdote? Es una pregunta y un ataque que formulan los enemigos de la Iglesia a nosotros los católicos. Y la respuesta es que llamamos así a los Sacerdotes por lo mismo que llamamos “maestro” al que enseña y por lo mismo que llamamos “guía” al que orienta o dirige. En realidad usamos esos nombres porque no tiene nada de malo hacerlo y porque Jesucristo realmente no prohibió que lo hiciéramos. Lo que sucede es que al aislar la frase y sacarla fuera de contexto parecería que no puede llamarse a nadie ni “padre”, ni “maestro”, ni “guía”. Si eso fuera cierto no pudiéramos llamar a nuestro progenitor “padre”. Ese es el sentido material de la palabra “padre”: progenitor. Cuando llamamos a los Sacerdotes, “Padre” el vocablo tiene un sentido espiritual. Y el mismo Jesús utiliza la palabra “padre” en ese sentido espiritual para referirse a alguien que no es Dios Padre. En la parábola del rico y el pobre Lázaro, Jesús pone en la boca del rico esta exclamación: “Padre Abraham, ten piedad de mí” (Lc. 16, 24). De allí que haya que ver todo el contexto de este trozo del Evangelio, para podernos dar cuenta que lo que quiere prohibir el Señor no es el uso de las palabras “Maestro”, “Padre” y “Guía”, sino la actitud de superioridad con relación al prójimo. Para poder entender lo que quiere decir este pasaje bíblico no hay que quedarse con lo que significan estas palabras, sino con el sentido de todo el pasaje, en el que lo más importante es el llamado a la humildad de parte de los que tienen esas funciones. A esta actitud de humildad que el Señor reclama, hay que añadir el amor y la entrega generosa por los demás de que nos habla San Pablo en la Segunda Lectura (1 Tes. 2, 7-9. 13). Aquí vemos cuál es el trato que el Apóstol ha dado a aquéllos a quienes sirve. Más allá del servicio, les habla de una ternura maternal y hasta de entregar la propia vida por ellos.

Sólo Dios es perfecto; sólo Jesús fue Maestro perfecto, pues era Dios. Todos los seres humanos podemos errar, por lo que los maestros humanos pueden ser imperfectos en sus enseñanzas y mucho más en sus obras. “Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover”. Los Fariseos ponían cargas pesadas e insoportables a los demás, y ellos mismos no las cumplían. No hagamos nosotros igual. Pero también al pensar en las cargas, recordemos lo que nos dice Jesús: “Mi yugo es suave y mi carga es llevadera” (Mt. 11, 30). Y es llevadera y dulce nuestra carga, pues Jesús la comparte con nosotros. Jesús nos ayuda a llevarla. El tuvo al Cireneo que le ayudó a llevar su cruz. Y ¡qué mejor Cireneo que el nuestro! Es Jesús mismo quien viene a ayudarnos, cuando le entregamos a El nuestras cargas. Por otro lado, ¡cuántas veces cargamos a nuestro prójimo con nuestras cargas, a veces reales, a veces inventadas por nosotros mismos! Pero debemos saber que Dios desea que nosotros no carguemos de peso a los demás, sino que más bien les ayudemos a llevar sus cargas.

“Todo lo hacen para que los vea la gente”. Cuando oímos hablar de los fariseos y recordamos cómo el Señor los acusó y los fustigó, nos parece que son personajes lejanos en el tiempo y que nada tienen que ver con nuestra manera de proceder. Hasta podríamos pensar: ¿para qué están en los Evangelios y para qué nos ponen en las Liturgia todos estos regaños que el Señor le da a los fariseos? La crítica del Señor se basaba sobre todo en que ellos mismos no cumplían lo que exigían cumplir a otros, por lo que Jesús los llamó “hipócritas”. Es por ello que hoy día en el lenguaje coloquial religioso el término “fariseo” ha venido a ser considerado sinónimo de “hipócrita”. Pero... ¿nos hemos puesto a pensar que también nosotros a veces somos como los fariseos? La hipocresía es uno de los defectos que nos permitimos a nosotros mismos, casi sin darnos cuenta. La hipocresía, la cual vemos tan repugnante, es doblez y falta de rectitud de intención. El doblez (¿o la doblez?), es decir, el tener dos caras, es más frecuente de lo que creemos o nos damos cuenta. ¿Nos hemos detenido a pensar que hipocresía es también hacer las cosas con intenciones escondidas o distintas a las que mostramos? ¿Nos damos cuenta que a veces somos hipócritas hasta con Dios? ¡Y esa actitud la consideramos como un derecho adquirido! Está tan arraigada a veces en nuestra manera de proceder que ya ni nos damos cuenta de que es un defecto, porque nos sale de manera demasiado espontánea. Pero esa actitud es totalmente contraria a la pureza de corazón, que Jesús nos pide: Bienaventurados los de corazón puro... (Mt. 5, 8) La advertencia de Jesús nuestro Señor es bien clara: “Si vuestra santidad no es mayor que la de los maestros de la Ley y los Fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 20).





(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

AMAR A DIOS Y AMAR AL PRÓJIMO: DOS VERTIENTES DE LA VERDAD SOBRE DIOS Y EL HOMBRE.

AMAR A DIOS Y AMAR AL PRÓJIMO: DOS VERTIENTES DE LA VERDAD SOBRE DIOS Y EL HOMBRE.



DOMINGO 30 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 23 de Octubre de 2011 - Las lecturas de este domingo nos hablan del amor en sus dos dimensiones: amar a Dios y amar al prójimo. En estos dos mandamientos se encierra la voluntad de Dios revelada en la Sagrada Escritura. Nuestra relación con Dios va en sentido vertical y nuestra relación con el prójimo va en sentido horizontal, como formando una cruz, en la cual uno y otro eje son indispensables. No puede separarse uno del otro.

Veamos el primero de los dos mandamientos: amar a Dios. Nos dice Jesús en el Evangelio que éste es “el más grande y el primero de los mandamientos” (Mt. 22, 34-40).Pero ¿en qué consiste?¿qué significa amar a Dios? El mismo Jesús nos lo dice: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos” (Jn. 14, 15). Amar a Dios, entonces, es complacer a Dios. Quien ama complace al ser amado. Amar a Dios es tratar de agradar a Dios en todo, en hacer su Voluntad, en cumplir sus mandamientos, en guardar su Palabra. Amar a Dios es también, amarlo a El primero que nadie y primero que todo. Y amarlo con todo el corazón y con toda el alma significa estar dispuestos a cumplir sus deseos y a entregarnos a El sin condiciones.

Es decir, amar a Dios es también servir a Dios, idea que nos plantea San Pablo en la Segunda Lectura: “Ustedes han aceptado la Palabra de Dios en tal forma que... se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo” (1 Tes. 1, 5-10). Sabemos también que Dios es la fuente de todo amor... y no sólo eso, sino que Dios es el Amor mismo (cfr. 1 Jn. 4, 8). Esto significa que no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos ama y con ese Amor con que Dios nos ama, podemos nosotros amar: amarle a El y amar también a los demás. Esto significa también que ambos mandamientos -el amor a Dios y el amor al prójimo- están unidos. Uno es consecuencia del otro. No podemos amar al prójimo sin amar a Dios. Y no podemos decir que amamos a Dios si no amamos al prójimo, pues el amor a Dios necesariamente se traduce en amor al prójimo. “La característica de la civilización cristiana es la Caridad: el Amor de Dios que se traduce en amor al prójimo… el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables” (Benedicto XVI, 19-10-2008).

El Señor nos manda en el Evangelio de hoy a “amar al prójimo como a nosotros mismos”. Y ¿qué es amarse a uno mismo? Vale la pena aquí detenerse un poquito, para revisar lo que se ha dado por llamar “auto-estima”, concepto que ha pretendido basarse en esta frase del Señor, en la que se dice que El nos manda a amarnos a nosotros mismos. Pero, viéndolo bien... ¿qué es amarse a uno mismo? ¿Significa amar a alguien estimar sus cualidades o, más bien, amarlo significa buscar su bien sin tener en cuenta cualidades y defectos? Asimismo, ¿significa amarse a uno mismo estimar las cualidades propias o, en cambio, significa buscar el propio bien y la propia complacencia? Apreciar las propias cualidades y el propio valer es estimarse a uno mismo. No significa esta estima amarse a uno mismo. Amarse a uno mismo es otra cosa: es buscar el propio bien y la propia complacencia. Y ésa fue la medida mínima que Dios nos puso para amar a los demás. ¿Qué nos quiere decir el Señor, entonces, cuando nos pide amar al prójimo como a uno mismo? Nos quiere decir que desea que tratemos a los demás como nos tratamos a nosotros mismos. Si nos fijamos bien, somos muy complacientes con nosotros mismos:¡cómo respetamos nuestra forma de ser y de pensar!¡cómo excusamos nuestros defectos! ¡Cómo defendemos nuestros derechos!¡cómo nos complacemos nosotros mismos, buscando lo que nos agrada y lo que necesitamos o creemos necesitar! El precepto del Señor de amar a los demás tiene esa medida: la medida de cómo nos respetamos y nos complacemos nosotros mismos. Dicho más simplemente: debemos tratar a los demás como nos tratamos a nosotros mismos, complacer a los demás como nos complacemos a nosotros mismos, ayudar a los demás como nos ayudamos a nosotros mismos, respetar a los demás como nos respetamos a nosotros mismos, excusar los defectos de los demás como excusamos los nuestros, etc, Amar al prójimo como a uno mismo no significa, por tanto, auto-estimarse, sino más bien seguir este otro consejo de Jesús: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes”(Lc. 6, 31. La Primera Lectura nos trae un grupo de leyes referentes a los deberes para con el prójimo necesitado, con el correspondiente castigo para sus transgresores (Ex. 22, 20-26). Pero una lista más completa la tenemos en las Obras de Misericordia, tanto espirituales, como corporales, que nos propone la Iglesia Católica. En esa lista vemos cómo amar al prójimo es estar atento a sus necesidades, que pueden ser espirituales (enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás, rogar a Dios por vivos y difuntos); o materiales (dar de comer al hambriento, dar techo al que no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y presos, enterrar a los muertos, redimir al cautivo, dar limosna a los pobres). Sin embargo, es fácil amar a quienes nos aman y hacer bien a quienes nos hacen bien, pero cosa difícil es amar a quienes no nos tratan bien o a quienes -voluntaria o involuntariamente- nos causan algún desagrado o algún daño. Pero recordemos que Jesús nos ha dicho:"Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos. El hace brillar el sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobre justos y pecadores” (Mt. 5, 43-45).Precepto difícil de cumplir, pero no imposible, pues Dios no puede pedirnos nada imposible. Amar a los enemigos significa perdonarlos, a pesar de lo que nos hagan, no desearles mal ni buscar la venganza y la retaliación, sino en cambio, desearles el bien y procurárselo cuando se presente la oportunidad. Para tomar la medida de nuestro amor al prójimo podemos revisar en San Pablo su descripción del amor fraterno: “El amor es paciente y servicial. No tiene envidia. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra del mal. El amor disculpa todo... todo lo soporta” (1 Cor. 13, 4-7). Decíamos que Jesús nos dio una medida mínima para nuestro amor al prójimo: amarlo como nos amamos a nosotros mismos. Pero también nos dio una medida máxima, que El nos mostró con su ejemplo: “Ámense unos a otros como Yo los he amado” (Jn. 15, 12). Y El nos amó mucho más que a sí mismo, dando su vida por nosotros. Esta es una verdad moral fundamental de la razón de ser de la vida humana en la tierra.

ESTA DECLARACIÓN MANTIENE SU VIGENCIA...

DECLARACIÓN DE PARÍS POR LA FILOSOFÍA. (1995).
Es pertinente plantearse el gran aporte que la Filosofía puede hacer, para el desarrollo de los niños y niñas, jóvenes y adultos en formación; aporte que permita desinstalar la idea de que ninguna transformación es posible, contrarrestar la “quietud” ciudadana y promover acciones tendientes a construir una sociedad donde el encuentro con el otro no sea una dificultad a superar.
“Una actividad filosófica libre debe ser garantizada en todas partes, bajo todas las formas y dentro de todos los lugares donde ella puede ejercerse a todos los individuos;… la enseñanza filosófica debe ser preservada o extendida donde existe, creada donde no existe aún, y nombrada explícitamente “filosofía”.”
Paris 15-16 de febrero 1995, Declaración de Paris por la Filosofía
El actual “estado de cosas”, el hoy del presente, nos muestra una comunidad que acrecienta, día a día, el desprestigio de la política, la falta de cultura democrática (que afecta negativamente el ejercicio de la tolerancia, la participación y la promoción de la diversidad), la dispersión de los principios éticos, sustituidos por una tecnocracia de pretendida “universalidad científica”, cuyo efecto es la ausencia de un compromiso consistente; una economía cuyo trato brutal con aquellos ajenos a sus anillos de poder, sigue basándose en la concentración, ahora global, del capital, dando como resultado mayores niveles de desigualdad y exclusión; la mercantilización de los derechos humanos, como la educación, la extrema fragilidad de la vida en común que promueve el desprecio por lo colectivo y la exacerbación del individualismo. Dadas así las cosas, es pertinente plantearse el gran aporte que la Filosofía puede hacer, para el desarrollo de los niños y niñas, jóvenes y adultos en formación; aporte que permita desinstalar la idea de que ninguna transformación es posible, contrarrestar la “quietud” ciudadana y promover acciones tendientes a construir una sociedad donde el encuentro con el otro no sea una dificultad a superar.
Se ha pretendido, en el diseño curricular de las reformas educacionales, abordar carencias en la formación de la convivencia, por medio de la inclusión de objetivos fundamentales transversales (O.F.T.). Tales objetivos intentan el desarrollo de habilidades cognitivas, afectivas y éticas en los alumnos y alumnas, en cada una de las materias y niveles del currículum. Esta intención se diluye en la indeterminación de la diversidad de contenidos, la falta de pertinencia, las metodologías particulares de cada asignatura y la poca claridad del sentido que cada uno de ellos ocupa en la generalidad del currículum. Es necesario decir, que los O.F.T. no alcanzan a reemplazar la función que la Filosofía cumple en el espacio escolar. Por intermedio de sus contenidos y metodologías propios, ella encarna, sin arrogancia o exclusividad, la intencionalidad que dichos objetivos no desarrollan consistentemente; incluso, podemos afirmar que el espacio que ella genera, permite el tratamiento reflexivo de cuestiones relevantes a la vida, desde sus perspectivas intelectual, afectiva y ética, de una manera conciente y explícita, irradiando mayor claridad en la comprensión humana. Esta posibilidad se ve sustentada en su tradición, su historia, su acerbo y ámbito de influencia en la construcción de la cultura desde su origen; se hace pertinente la propedéutica de la lógica, el debate epistemológico de las ciencias y los alcances éticos que tiene su desarrollo en la sobrevivencia de la humanidad, el intercambio de ideas acerca de los derechos, deberes y fines de la vida en sociedad, el análisis filosófico de las condicionantes comunes que posibilitan o inhiben la convivencia, aspecto relevante de la tolerancia y la diversidad; es del todo imprescindible el ejercicio lúcido de la generalización y la abstracción en sus diversas disciplinas. La Filosofía intenta hacerse cargo de estas cuestiones de una manera privilegiada sin un afán excluyente, ni con pretensiones mesiánicas. Es la Filosofía un aporte al proceso complejo de la educación, no un mecanismo técnico exclusivo de salvataje educativo-social. Es la oportunidad que nuestros alumnos y alumnas necesitan para enfrentar discusiones relativas al sentido de la vida, la comprensión del entorno, las decisiones en el actuar, la conciencia de la voluntad, la influencias que los determinan (sociales, económicas, individuales, políticas, mediáticas, estéticas, etc.)
El Ministerio de Educación quiere hacer aparecer la situación de la Filosofía en Chile, dentro del sistema escolar, como privilegiada en el mundo, aludiendo a que en otros países como el Reino Unido o Canadá la situación de la filosofía es mas precaria que acá, y además intentando convencer a los distintos actores del sistema, que el diseño curricular de la reforma tiene un carácter filosófico. Sin embargo, esto no deja de ser un juego argumentativo o silogístico. la UNESCO dentro de los principios y acciones que desea promover, manifiesta claramente que la Filosofía debe ser definida e instalada con ese nombre, bajo condiciones idóneas en cuanto a quienes la imparten y el diseño curricular en que está inserta.
Un país no puede argumentar la disminución de horas de Filosofía en su sistema escolar, por razones como: durante la dictadura habían menos horas, en otros países casi no existe, o simplemente, hemos diseñado un currículum que distribuye la discusión de valores en las diversas asignaturas. Tampoco es razonable, aplicar criterios de electividad a la Filosofía, en las condiciones en que estas se dan; esto significa, que los colegios, los directivos, profesores y los alumnos se ven determinados, coactados y condicionados por un sistema que pide resultados, el mercantilismo de la educación hace que pocos colegios ofrezcan los programas de Filosofía en todas sus posibilidades, por que existe “social” e institucionalmente, una valoración de otras asignaturas ligadas directamente con los sistemas de calificación para el ingreso a la universidad. En definitiva, instalar a la Filosofía en un sistema de electividad condicionado, hace que finalmente no exista una opción por ella. Un hecho que hace aún más patente y demuestra esta falta de preocupación ministerial por la Filosofía, es que los actuales contenidos de los programas implementados en la educación media (secundaria) tienen un trimestre menos de programación. Han pasado 4 años desde que los profesores de filosofía de Chile negociamos con el Estado más presencia de la Filosofía en el sistema escolar, y aún no se han modificado los programas ni la cantidad de contenidos que ellos tienen. En cuatro años de reforma educacional, las alumnas y alumnos han salido con medio año de formación filosófica menos a nivel oficial. Los profesores no estamos de acuerdo con la afirmación ministerial de que la Filosofía puede ser considerada como un contenido transversal. Además es posible hacer la pregunta: ¿Esta Chile en condiciones de hacer de la formación filosófica una cuestión optativa?, ¿Es Chile un país con una gran masa de ciudadanos comprometidos, concientes, libres, reflexivos, respetuosos de los derechos, tolerantes, promotores de la abolición de la desigualdad económica y gestores de un destino común, como para determinar que no necesitan compartir una formación de las características de la que entrega la Filosofía? No quisiera aparecer como alguno de los candidatos que por estos días intentar “cautivar” el voto de sus “clientes”, me agrada vivir en este país, me gusta su gente, sólo quiero que las condiciones de vida de las personas sean aún mejores; que la convivencia se base en valores importantes para todos y no sólo para algunos, que lo “otro” no sea visto como una amenaza, una sociedad donde no sea legítimo ni relevante pasar por sobre otro para ser feliz, donde se reconozca la legitimidad de la diversidad.
Los profesores de aula han intentado traducir las posibilidades de la Filosofía en experiencias concretas. En diversas regiones del país se organizan encuentros filosóficos de distinta índole, involucrando a docentes y alumnos en un esfuerzo intelectual común. Encuentros de Profesores de Filosofía, Cafés Filosóficos, jornadas de debate estudiantil, desarrollo de la Filosofía con Niños y Niñas, debates abiertos con diversos académicos, experiencias de capacitación autogeneradas, etc. En distintas regiones y localidades del país; San Antonio, Curicó, Santiago, Valparaíso, Antofagasta, etc. Todos estos espacios de discusión e intercambio forman parte las actividades propias de los docentes, es en la cotidianeidad del día a día donde miles de jóvenes conocen y se motivan por la reflexión filosófica; el diario acontecer del aula es el momento y el lugar donde nuestros alumnos y alumnas se contactan por primera vez al quehacer filosófico, su acerbo y su historia. Es ahí donde se instala una curiosidad disciplinada por el mundo y sus “cosas”, el cuestionamiento por el sentido, el análisis de las posibilidades, el acercamiento al otro a través del intercambio de ideas, perspectivas y complejidad de cada ser.
La experiencia de la Filosofía en el aula es la experiencia que permite una comprensión intelectual, reflexiva, afectiva y humana de nuestro entorno inmediato, proyectándolo a hacia un compromiso vital con la historia; es la posibilidad de la constitución de la ciudadanía en su sentido profundo. La aplicación de metodologías activas, de incorporación de contenidos atingentes a los contextos locales, el constante intercambio de experiencias y la construcción de actividades colectivas han sido posible, por que existen en Chile profesores de Filosofía a nivel secundario, que creen en lo que hacen, se comprometen con la formación de sus alumnos y alumnas, intentan acercarse a una mayor comprensión de su entorno, posibilitan el desarrollo de hombres y mujeres insertos en un mundo global, informático, instantáneo, devastado a nivel ecológico, transido por el poder y el deseo infinito del capital, día a día conviven con los elementos más fundamentales de la condición humana. Son ellos quienes han hecho posible que hoy yo esté aquí, son ellos quienes hablan e inquieren de todos nosotros una voluntad fuerte para defender lo que nos gusta hacer, lo que pensamos está mejor. Está aún vigente la necesidad de discutir la pertinencia de los planes y programas diseñados por la reforma, nos oponemos a su carácter utilitarista y terapéutico, insistimos en que la Filosofía no podemos reducirla a requerimientos sociales como la prevención del embarazo adolescente o el consumo de drogas, ni mucho menos al diseño de un ciudadano con meras capacidades adaptativas al sistema, poco crítico, sin conciencia social ni cultura democrática.
Por eso estamos ampliando el acceso a la Filosofía, incentivamos la apertura como antídoto al encapsulamiento academicista que nos aleja de la comunidad, nos integramos progresivamente a un espacio común, vivo y cultural, basado en un ser social activo. El aprendizaje filosófico, sus contenidos y metodologías, colaboran de una manera fundamental en la autoconstitución de una subjetividad a nivel político, psicológico, social, ecológico, trascendente, etc.
Frente al actual panorama es que pretendemos profundizar el vínculo entre el mundo académico universitario y los profesores de aula. Implementando proyectos de capacitación, trabajando en conjunto la construcción de un currículo universitario que recoja y albergue la experiencia concreta del ejercicio de la enseñanza de la Filosofía, desarrollando un a didáctica propia de la disciplina que incentive en los alumnos una comprensión mayor del fenómeno educativo, queremos crear instancias permanente de diálogo respecto a los planes y programas en vigencia, la implementación de programas de capacitación y actualización.
La consolidación y expansión de la red de profesores de filosofía de Chile como plataforma del conocimiento mutuo, fortalecimiento profesional, organización de actividades comunes, como referente autónomo y horizontal, de construcción democrática permanente, ha permitido promover nuestra disciplina en las aulas chilenas, de una manera consistente, compartiendo el mismo afán, resistiendo los embates institucionales de los últimos años, a veces desde el silencio a veces desde alguna tribuna. Hoy un saludo para las profesoras y profesores que hacen de la Filosofía algo propio.
Muchas gracias. En especial a Alejandra Pinto quien colaboró en la construcción de este texto.
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Eric Carafi Avalos
Prof. de Filosofía
Link:
http://www.filosofia.mx/index.php?/portal/archivos/experiencia_de_la_enseanza_de_la_filsoofia_en_las_aulas

Derechos y Deberes

LA GENTE TIENE DERECHO A PENSAR CON LIBERTAD,
TIENE DERECHO A DECIDIR CON QUIEN COMPARTE LA MESA,
TIENE DERECHO A INTENTAR CONFIAR EN UN POLÍTICO
O SER OPOSITOR A ESE POLÍTICO,
TIENE DERECHO A TENER UNA UTOPÍA QUE ORIENTE SU EXISTENCIA SOCIAL;
PERO, ESTA MISMA GENTE, TIENE EL DEBER DE RESPETAR A LA PERSONA QUE PIENSA DISTINTO,
TIENE EL DEBER DE RESPETAR A LOS AMIGOS DE SUS AMIGOS,
TIENE EL DEBER DE RESPETAR A LOS QUE SIGUEN A OTROS LÍDERES POLÍTICOS,
TIENE EL DEBER DE RECONOCER LA VIGENCIA DE LAS OTRAS UTOPÍAS QUE GUIAN A LAS DEMÁS PERSONAS.

EL “DEBER SER” DEL PROFESOR DE FILOSOFÍA.

EL “DEBER SER” DEL PROFESOR DE FILOSOFÍA.

por Mario Andrés Díaz Molina.

“La Filosofía puede aportar en la construcción de una Sociedad Chilena más ética, más democrática, más abierta a los valores y más tolerante”.

El Profesor de Filosofía de Tercero y Cuarto Medio tiene en el Chile de hoy una gran responsabilidad en la formación de un pensamiento crítico y ético. No parece necesario insistir que esta acción educativa está integrada a la labor de los demás educadores que desde los otros ramos aportan en la formación integral de los alumnos(as). Esta formación filosófica crítica y ética, supone un aspecto teórico y un aspecto práctico. El alumno(a) tiene que acceder a un ambiente de discusión y reflexión desde su experiencia personal que haga posible un auto-descubrimiento y una lectura crítica de su realidad interior (una mirada psicológica. Tercero Medio) y una lectura de su medio humano, social y natural (Cuarto Medio) desde una reflexión sistemática que le permita tener su propia visión de la vida y sociedad.

La metodología que se armoniza con la propuesta anterior, está basada en la participación activa de los estudiantes en los temas en discusión. El aporte esencial del profesor de filosofía es enseñar a usar un lenguaje preciso y una fundamentación consistente, además de la aplicación correcta de las nociones a la experiencia. El análisis de textos constituye una actividad central del programa. Resulta de particular importancia que el profesor se esfuerce por fomentar el uso de un lenguaje argumentativo formal, además de hacer leer los textos previamente a la clase de suerte de favorecer el diálogo y el debate respetuoso entre los alumnos y alumnas.

Si bien el profesor es la autoridad en el aula, como todo poder, no puede ser ejercido arbitrariamente. Las clases deben estar preparadas y ajustarse al tiempo en que los alumnos permanecerán en el aula. El docente debe brindar explicación cuando el alumno lo requiera, salvo que sea evidente que pregunte sólo para molestar. Debe tratar a sus discípulos de modo respetuoso y cordial, fomentando el diálogo y la motivación. Cuidar su lenguaje, sus modales, su aspecto personal y su puntualidad. Corregir las tareas de los alumnos en tiempo y forma y brindar explicaciones sobre las calificaciones asignadas a los alumnos. Mantener el orden en clases es otra obligación del docente, que muchas veces es difícil de cumplir. Motivar a los alumnos(as) problemáticos, supone tener una verdadera vocación docente. Encontrar a un/una joven con problemas de todo tipo en el aula es cada vez más recurrente y para ellos hay que estar preparados con actitud y afecto. Porque el aporte de un Profesor de filosofía en esta circunstancia es más valórica-afectiva que intelectual, es cercana a la amistad: hay que hacerse amigo de los alumnos(as), sin perder la necesaria autoridad moral frente a ellos. La democracia en la clase de filosofía significa que el maestro fundamente la finalidad de lo que enseña, de cómo lo enseña y también de cómo lo evalúa. Algunos profesores creen que no tienen que rendir cuentas a alumnos o a padres sobre su labor docente, y esto es lo que no es democrático. Si el profesor sabe por qué toma ciertas decisiones no tendrá ningún problema en explicarlas, y en escuchar consejos sobre la implementación de otras estrategias didácticas, que decidirá aplicar o no (por ejemplo los chicos pueden proponer “miremos una película sobre este tema” o “hagamos una representación teatral” y seguramente estas tareas por ellos sugeridas los motivarán). Otra característica de un Profesor de Filosofía democrático es que sabe escuchar y comprender. Los educandos son personas que pueden pasar por momentos difíciles y esto puede tener incidencia en sus estudios. Un maestro democrático es el que le da nuevas oportunidades cuando cree que las razones que el alumno expone lo justifican. Lo que debe quedar en claro es que la democracia también implica poner límites, y sancionar en caso de necesidad. Toda democracia, ya sea política, familiar, educativa, etcétera, se basa en normas claras, tanto para quienes mandan como para quienes deben obedecer. La democracia en el aula significa que las reglas se conversen y se establezcan por consenso, pero una vez aceptadas, deben ser cumplidas.

En resumen: el profesor de Filosofía estimula la participación activa y el espíritu crítico, no se burla de las opiniones ajenas, modera los debates para evitar agresiones, exige fundar las razones que se vierten, y es guía, consejero, líder, sin descuidar que se respete su autoridad, y protegiendo los derechos de todos. Por último: la labor de un Profesor católico de Religión y Filosofía, es más apasionante todavía: es construir el Reino con el don de Dios y dar razón de la Esperanza con un pensamiento iluminado que tiene una lectura inteligente de la realidad del mundo actual, permitiendo descubrir a Cristo en medio de la historia





(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

“LOS PUBLICANOS Y PROSTITUTAS SE LES HAN ADELANTADO EN EL CAMINO DEL REINO DE DIOS”

“LOS PUBLICANOS Y PROSTITUTAS SE LES HAN ADELANTADO EN EL CAMINO DEL REINO DE DIOS”

DOMINGO 26 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 25 de Septiembre de 2011 - En el Evangelio de hoy (Mt. 21, 28-32), nos cuenta Jesús que un padre envía a sus dos hijos a trabajar. Uno le contesta que sí va a trabajar... pero realmente se escapa de su obligación y no va. El otro le dice que no quiere ir, pero luego recapacita y va a hacer lo que el padre quiere.
Y Jesús, quien ha planteado esta historia imaginaria a aquéllos que se oponían a sus enseñanzas, les pregunta al final: “¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad del padre?”. Por supuesto, tuvieron que responderle de la única manera que podía responderse: “El segundo” fue quien hizo lo correcto. Luego pasa a acusar a sus interlocutores, diciéndoles que los pecadores, “los publicanos y prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios”. Y confirma su acusación, reclamándoles que no le hicieron caso a San Juan Bautista, cuando predicaba la conversión y el arrepentimiento. ¿Por qué esta fuerte reprensión del Señor? Porque ésos que se oponen a Jesús son miembros importantes del pueblo elegido por Dios, son los primeros llamados para recibir el mensaje de salvación que trae el Mesías esperado. Ellos habían dado el “sí”, como lo dio el primero de los hijos, pero luego no hacen lo que el Padre espera de ellos. Se sentían muy seguros de su “sabiduría” y de su “santidad”... Tan santos se consideraban, que creían que no necesitaban convertirse cuando el Bautista llamaba al arrepentimiento. Y tan sabios, que pretendían oponerse al Mesías enviado por Dios.
Uno de los hijos representa a los pecadores reformados, a aquéllos que inicialmente dicen que no, pero luego se arrepienten y terminan haciendo la voluntad del padre. Por eso Jesús les hacer ver a los allí presentes -y nos hace ver a nosotros hoy- que los pecadores, los despreciados por ellos, pueden estar más abiertos para seguir la Voluntad Divina y, por tanto, para recibir el Reino de Dios, que aquéllos que ya se consideran sabios y santos. La Primera Lectura (Ez. 18, 25-28) nos hace ver que aquéllos que han dicho sí inicialmente y se apartan del bien y del camino de la voluntad de Dios, no pueden culpar a Dios de su inconstancia -de su pecado- sino que tienen que buscar la culpa en ellos mismos. Eso nos lo dice el Señor por boca del Profeta Ezequiel, enseñanza que refuerza lo que Jesús ha planteado en la parábola de este Domingo. “Cuando el justo (el santo) se aparta de su justicia (de su santidad), comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá” (Ez. 18, 25-28).
Resumiendo: Mientras estemos vivos siempre hay oportunidad de recapacitar y de arrepentirse. Pero no por esto hay que esperar el último momento, porque no sabemos el día, ni la hora (cfr. Mt. 24, 26). Y no basta ser fiel por un tiempo. No basta decir sí una vez. El Sí que le damos al Señor debe ser constante y permanente. Hay que dar el sí de una vez por todas, y ese sí inicial hay que reiterarlo en cada oportunidad. Es decir, para vivir en la Voluntad de Dios se requiere constancia y perseverancia hasta el final. No basta ser fieles por un tiempo, sino todo el tiempo y hasta el final, pues nos dice el Señor: “El que se mantenga firme hasta el final, se salvará” (Mc. 13, 13).Tampoco hay que sentirse seguro: “El que crea estar en pie, cuide de no caer” (1Cor. 10, 12).
De este mundo materialista emergen día a día hombres y mujeres nuevos que hacen posible un mundo unido a Dios. La utopía cristiana tiene un “lugar” en la historia, real y mistérico a la vez: la encarnación del Verbo. En Cristo, lo divino, como Don necesario para nuestra redención, se hace un fundamento para construir una nueva sociedad fraternal. Sin opresión ni injusticia. Es la “nube luminosa” que nos guía en el desierto de la historia. Esta construcción del Reino, que primero es un Don que irrumpe en nuestras vidas, tiene nuestra impronta humana: errores, pecado y conversión permanente. La humildad es una actitud necesaria para volver a levantarse en el camino y seguir realizando la tarea del Reino.
Por último, estas lecturas constituyen un nuevo llamado a la humildad, a no creernos ya totalmente convertidos, ni demasiado “sabios”, a sabernos necesitados de conversión siempre... hasta el último momento. En la Primera Lectura San Pablo nos enseña hasta dónde llega la humildad de Jesús, que en todo debemos imitar: “El, a pesar de ser Dios, nunca hizo alarde de su condición de Dios, sino más bien se rebajó a sí mismo... se hizo semejante a los hombres ... se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”. (Flp. 2, 1-11).







(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule
Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

¡DIOS NOS ENCUENTRA EN EL TIEMPO Y NUESTRA HISTORIA SE HACE ETERNA!

¡DIOS NOS ENCUENTRA EN EL TIEMPO Y NUESTRA HISTORIA SE HACE ETERNA!

DOMINGO 25 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 18 de Septiembre de 2011 - El Evangelio de hoy nos trae uno de los planteamientos más controversiales que conseguimos en la Sagrada Escritura. Se trata de aquella parábola de los trabajadores contratados a diferentes horas del día, los cuales terminan todos recibiendo el mismo salario.
Hubo un grupo que comenzó a trabajar a primera hora de la mañana; otro, a media mañana; otro, al mediodía; otro grupo a media tarde, y un último grupo que sólo comenzó a trabajar al final de la tarde. Lo sorprendente de la historia -tanto para nosotros que la leemos u oímos, como para los protagonistas imaginarios que en ella actúan- es que todos recibieron la misma cantidad de dinero. (Mt. 20, 1-16) ¿Por qué esto? Jesucristo, quien es el dueño de la siembra y quien cuenta la parábola, no nos explica el por qué de esta aparentemente “injusticia”. Por ello, para analizar y comprender el mensaje escondido en este relato, debemos darnos cuenta de que el Señor no está pretendiendo darnos una lección de sociología sobre la moral del salario, sino que nos está dando a entender que El, Dueño de la viña -Dueño del mundo por El creado y Dueño también de nosotros- puede arreglar sus asuntos y sus “salarios” como El desea y como mejor le parezca. Así de simple: Dios es libérrimo para hacer con sus cosas lo que desee. Y no tenemos nosotros ningún derecho de cuestionarlo, ni de reclamarle. El mismo lo dice en esta parábola: “¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que Yo quiero”.
La parábola tampoco es para estimular a los flojos a que no trabajen o a los tibios a que dejen la conversión para última hora. Más bien nos indica que Dios puede llamar a cualquier hora: a primera hora del día, o a la última, o al mediodía... o cuando sea. Nos enseña, también, que al momento de ser llamados -sea la hora que fuere- debemos responder de inmediato, sin titubear y sin buscar excusas. Y el salario es el mismo porque Jesús nos está hablando de la salvación eterna, que es para todo el que quiera estar en la viña del Señor.
Esta actitud que debemos tener ante el llamado del Señor nos lo recuerda el Profeta Isaías en la Primera Lectura: “Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca. Que le malvado abandone su camino, y el criminal sus planes. Que regrese al Señor y El tendrá piedad.” (Is. 55, 6). La parábola también es una advertencia contra la envidia, que consiste en el deseo de querer que lo bueno de los demás no sea para ellos sino para nosotros. El Señor advierte a los trabajadores envidiosos que reclaman:¿Vas a tenerme rencor porque Yo soy bueno?” Dios no admite envidia o rivalidad entre sus hijos. Nada de codiciar lo de los demás. Más aún, Dios desea que nos gocemos del bien de los demás como si fuera nuestro propio bien. De no ser así, estamos pecando de envidia, ese pecado escondido, más frecuente de lo que creemos. Quizá hasta lo cometemos sin darnos cuenta, porque creemos que es un derecho pensar con envidia. Otro punto controversial es la frase final de esta parábola, la cual El Señor repite con bastante insistencia en el Evangelio y referida a diferentes situaciones: “Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”. (Mt. 19, 30 - Mt. 20, 16 - Mc. 10, 31 - Lc. 13-30).
¿Qué significado tiene esta sentencia del Señor? Notemos que no dice que los últimos son los únicos que van a llegar y que los primeros no llegarán. Simplemente invierte el orden de llegada. Así que el más importante significado es que todos -primeros y últimos- vamos a llegar. Significa que Dios ofrece la salvación a todos: recibe a los pecadores o incrédulos convertidos en la madurez de sus vidas, pero a la vez mantiene con sus gracias a aquéllos que desde su niñez o su juventud han vivido unidos a Él. Significa también que los que comenzaron su vida cristiana desde temprana edad no tienen derecho a un trato especial y no pueden reclamar mayores derechos o una mejor paga. Significa además, que los llamados posteriormente no deben dudar, ni desanimarse, pensando que llegan tarde.
Si acaso hay personas que han sido fieles al Señor desde la primera hora, deben alegrarse por los de las últimas horas. Y alegrarse también los de última hora, porque los tempraneros han tenido la oportunidad de servir al Señor casi toda o toda su vida. Todas éstas son enseñanzas que se pueden extraer de esta parábola. Pero la más importante de todas ellas, ya la hemos dicho: Dios es libérrimo para arreglar las cosas de su mundo como El desea. Y siempre las arregla para nuestro mayor bien... aunque a veces nos suceda como a los trabajadores envidiosos: que no estemos de acuerdo con sus planes.
La Primera Lectura del Profeta Isaías nos trae una de las más bellas y más útiles frases sobre este dilema: nuestra voluntad y la de Dios, nuestros planes y los de Dios, nuestra manera de pensar y la de Dios. En esta frase nos muestra el Señor cómo es de corta y deficiente la visión de nosotros los seres humanos y cómo es de alta y de grande la suya. Cuando nos cueste entender la Voluntad de Dios y las circunstancias que El permita para nuestras vidas, cuando osemos pensar que Dios es injusto, cuando tengamos la tentación de reclamarle, recordemos esta frase que nos dice el Señor por boca del Profeta Isaías: “Así como dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de sus caminos, mis pensamientos de sus pensamientos” (Is. 55, 9).Y recordemos también ésta del Salmo 144: “Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras”. La Segunda Lectura de San Pablo (Flp 1, 20-24.27) nos recuerda cómo es el verdadero seguidor de Cristo. No es como los jornaleros envidiosos, pendiente de lo que no es tan importante (momento de la llamada, servicios prestados, recompensa, etc.), sino que está pendiente de lo único verdaderamente importante: dar gloria a Cristo. Nos recuerda el Apóstol que no hay que temer la muerte, pues “la muerte es una ganancia”, y que no importa el momento de morir o cuánto nos toque vivir, si en todo momento buscamos la gloria de Cristo. No se dice que esto sea fácil, pero no es imposible cuando se vive en Dios.
(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule
Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

    Presentación

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