MUERTE DE UNA PROSTITUTA

La noche se estremeció al verla caída...
Su roja sábana se perdió
en un indiferente rincón...
El ruido de los clientes despertó los silencios,
la fría pasión recobró su nocturno afán,
sin duelo, el prostíbulo, se olvidó de su ausencia...
La encontraron moribunda,
la tristeza trató de cantar con ella,
el himno de la vida no quiso nacer...
Lloró, rió, sonrió su cansancio;
a un ídolo de inconsciencia quiso invocar.
Los segundos finales fueron humanos,
un hijo olvidado lloró en sus senos secos
y una gastada caricia cerró sus ojos vacíos...
Era vieja, quizás demasiado;
los dioses carnales la devoraron,
su triste espíritu al fin pudo volar...
Ahora es como un inerte escombro humano,
los dioses del dinero tendrán un altar vacío...
Una piel muerta, olvidada...
Ella es mucho más,
más que un recuerdo...
Es un beso de amor,
en los labios de la misericordia increada...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

PLENITUD

No quedé cautivo en la lista negra...
Después de agonizar,
en los brazos del silencio
me levanté como sombra iluminada...
Bebí en la fuente de la vida
y me hice peregrino de lo intangible...
Años llevo en mi frente, luces y sombras...
Mi intimidad, guía mi nave cósmica,
en el vacío de la multitud...
Manos tibias y frías me tocan en mi esencia...
Multitudes ruidosas y anónimas,
pocos seres, muchas máscaras...
Sigo hacia adelante,
por sobre todos los exterminios...
Un segundo eterno es mi pequeña verdad...
Ahora mismo, soy todo:
ni antes ni después dejé, ni dejaré de ser.
Pasará mi sombra física, se olvidará,
más nunca morirá mi esencia...
Tuve un comienzo,
muchos finales,
nunca tendré una aniquilación...
Pasado, presente, futuro;
son ahora mismo en todo mi ser...
Voy por el tiempo y fuera de él...
Muero en la vejez resucito en la juventud,
me reencuentro en la infancia
vuelvo a crecer en la adolescencia...
Soy plenitud en el ser...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

MI PADRE MUERTO

Se quedó en mi vacío tu tumba de pena.
La noche indiferente ocultó mi soledad.
Los llantos se fueron, no se pudo ir la tristeza.
Amanecí en los brazos de un sol fantasmal...

Tu recuerdo me apretó las manos.
Tus palabras no se fueron por la noche sideral,
eran tu sutil tesoro que mi corazón guardó.
Tus ojos cerraron el día y miraron la eternidad...

La luz de tu mirada volverá a encenderse,
las flores de tu jardín volverán a florecer...
Estás en la profundidad del ser...
Te encontraré en el fresco oasis de tu dicha...

Eras como un peregrino, inquieto como el mar...
Eras un pájaro azul, de plañideros gemidos...
Eras el silencio solitario del atardecer...
Tu mirada tenía un dejo de melancolía...

Recuerdo tus manos obreras muertas,
ásperas, sencillas, dolorosas, ausentes...
Caminé muchos días por el vacío y la nada.
Me envolvió tu soledad como tumba fría...

Las claridades eternas se me oscurecieron...
Mi pena se me perdió, la tuve que ir a buscar,
la encontré callada, resignada, en los brazos de mi madre;
en la tristeza alada de mi hermana menor...

Tus lágrimas silentes ya se marcharon,
tu cuerpo descendió al silencio de la tierra,
tu voz habla en el secreto de mi alma...
Me dejaste tu muerte como un puente hacia la eternidad...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

LOS DIOSES DE LA GUERRA.

Duros como el odio, fuertes como el hierro;
aplastan las auroras de los días sacros.
Sus pasiones, pensamientos son blasfemias.
Sus manos inmundas acarician las conciencias
metalizadas de sus adoradores,
y los inocentes niños son sacrificados sobre sus altares cloacales.
Hacen de sus fétidas excreciones un maná,
y de sus ventosidades un incienso.
Dioses con ojos de plomo, con cuerpos para la fornicación;
manosean las inocencias, las pobrezas y las inseguridades.
Dominan, regulan las lágrimas y temores;
ocultan las huellas de sus maldiciones,
bajo las profundidades de desiertos, valles, montañas...
Dioses de la venganza y guerra permanente,
guardianes impíos de osamentas sagradas,
ocultan en las conciencias nocturnas de sus adoradores,
las justificaciones de lo injustificable.
Falsifican la historia para celebrar sus gestas fatídicas.
Queman el cielo en sus templos de tinieblas
y congregan a los obscuros delincuentes del silencio...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

EL ÚLTIMO QUIJOTE...

Quijote sin mancha ni escudero,
engordando en el hambre de la utopía,
luchando contra los molinos de la nada...
Caballero sin una dama,
armado entre las ruinas profanadas del último templo,
invocando a un olvidado dios,
que algunos dicen que murió aplastado,
por el podrido cadáver del último humano...
Último enamorado de un amor eterno,
que no tiene precio ni se vende en el mercado.
Abandonado por los trovadores de los amoríos
desechables de la post-humanidad...
Acariciador solitario y cálido,
de las muchedumbres anónimas,
que perdieron su piel...
Último cruzado que nos trae en el corazón,
la batalla final del ideal...
Último poeta de una nueva tierra épica...
Último hijo de mujer que acaricia entre sus brazos,
a una recién nacida humanidad...
Último profeta de un nuevo juicio de Dios...
Último testigo de las eternas bodas del único Esposo…

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

EL ESLABÓN QUE NOS UNE... EN EL CAMINO

No tenemos piel, nuestros ojos se evaporaron;
nuestro cansancio se desangró... se hizo un peregrino etéreo.
Todo está casi perdido... se quemó casi toda la historia;
se llenó el espacio de excrementos de dioses caídos.
La muerte no quiso tener memoria y dejó de creer...
La utopía fue refutada por la dialéctica del odio...
Murió la trascendencia, la diosa razón se enloqueció.
Quedan las cenizas de un ave inmortal...
La post-humanidad sueña en ser humanidad,
es lo que queda... es el camino del último sol.
Somos el último resto, la resistencia final.
Somos humanos, subversivos;
peregrinos del absoluto,
nos llama la urgencia de su rostro eterno...
Nuestras bocas están llenas de sal, polvo y barro amargo.
Nuestras lenguas se pelan al saborear el fruto del camino.
Nuestros pies reventados, agotan las huellas...
Nos ahoga el mal olor de la atmósfera impía.
Están podridos nuestros sudores y el camino no termina...
Nuestros músculos son como piedras molidas.
Nuestros nervios se agitan como tempestades agónicas.
Nuestros corazones se mueren como especies en extinción...
El cadáver de nuestra esperanza es inmortal:
sabemos que por el camino nos viene a encontrar el último más allá.
Vemos en todas las miradas el resplandor del último horizonte,
el silencio nos mira en el alma, empezamos a caminar;
nos une un eslabón... el cardio-resplandor de un Hombre-Dios...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

DESPEDIDA...

Mi silencio, se despidió;
la miré y ella se fue con mi mirada.
Se quedó mi presente sin ella.
Una tarde triste se quedó conmigo.
Esperé que regresara el futuro,
y después, me fui con mis ojos perdidos...
Volví a mi origen,
cerré mi última puerta,
cultivé mi jardín interior,
escuché la canción liviana del viento,
sentí la alegría suave de la brisa,
contemplé la danza ligera de las nubes...
Solté mi blanca paloma para que volara libre,
la vi volar hacia el azul infinito,
al atardecer regresó a mi corazón...
Caminé sobre el silencio cósmico,
escribí con mis pasos matutinos versos de esperanza,
versos verdes, azules, rojos...
busqué a los vientos del atardecer,
les recité mis versos azules,
ellos los llevaron por toda la tierra,
al final, cansados, se cayeron al mar,
se transformaron en lágrimas saladas,
que se disolvieron en la nada...
Aprendí a cultivar estrellas y arenillas;
volví a reír con el trigo, el vino y el agua.
Mi silencio y mi despedida regresaron...
Tal vez mi pasado la mire al pasar...
Me transfiguré en palabra,
regresé al mundanal ruido,
abrí mi puerta y continúo buscando el último sol...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

Contemplación. (Trilogía)

Espíritu humano.

Contemplación de la visión elevada.
Suaves miradas de luz.
Infinitos caminos de la vida.
Peregrinación del largo día de la creación.
Absoluto escondido en los suspiros de la existencia.
Momentos eternos de elevación hacia la calma.
Misterios ocultos de las alegrías terrestres:
Vitales como el oxígeno, agua, pan...
Deseados como la fecundidad, inmortalidad, felicidad...
Valiosos como el trabajo, conocimiento, progreso...
Profundos como la amistad, amor, verdad...

Mística.

Contemplación infusa de lo inenarrable Divino.
Tiempo iluminado por la eternidad.
Místicos grados de la elevación universal.
Rostro eterno que resplandece en la historia.
Segundos devotos de los hijos del Mundo Nuevo.
Polvos nostálgicos del camino original.
Polos opuestos de las desgracias.
Búsqueda afanosa, encontrada por la verdad.
Ideales que borran las visiones extintas del absurdo.
Inmaculadas alegrías del Reino que viene,
a encontrarse con la Nueva Humanidad...

Momento efímero.

Contemplación efímera del momento.
Sombras encadenadas en los anhelos.
Estrellas fugases, hojas caídas del deleite.
Ensueños dopados que apenas existen.
Energía fría de los besos que se agotan.
Abundancia ciega del dolor sin sentido.
Hartazgo hambriento del sexo sin alma.
Vida abortada de la tierra contaminada.
Libertad caduca de la marginalidad.
Ascensión abismal del hombre mediático.
Praxis vacía que no conoce la complacencia del ser...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

ASUNCIÓN INTERIOR EN LA ASCENSIÓN

Soy polvo y barro,
la muerte se hizo mi sombra peregrina.
Mi final me espera sentado en la eternidad.
El tiempo me habla de mi finitud.
El dolor me acaricia en el límite de mi ser...
Soy espíritu inmortal, encarnado.
Mi finitud tiene anhelos de trascendencia.
Mi final no tiene como límite la nada.
La eternidad está en el origen-final de mi tiempo.
Estoy agradecido de mi cruz, siempre me vuelve a levantar...
No soy maestro ascendido ni lo seré,
siempre seré menos que mi único maestro.
Soy uno de los hijos en el Hijo,
de la única Madre Inmaculada...
Fui asumido por el absoluto,
sin dejar de ser...
En mí contempló la luz,
se inundó mi interior de esplendores.
La consolación divina llenó mi efímero cuerpo.
Me sentí religado al rostro sereno del misterio.
Me iluminó una visión de la vida pura...
Soy caído en la caída original.
No subí, fui subido,
se me dio de beber del agua viva de la plenitud.
No regresé al Edén, se me regresó;
se me dio de comer del fruto de la vida.
Mi ser de atardecer, fue amanecido...
Descendí del monte eterno,
volví al polvo con mi transfiguración de barro.
Mi espíritu encarnado fue asumido,
por los valles, bosques, desiertos, cordilleras...
Por los ríos, lagos, mares tormentosos...
Por las islas, continentes, polos...
Soy imagen y semejanza de una eterna primavera...

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

SOY...

Soy un aeroplano autodidacta,
que aprendió a volar volando...
Conocí el cielo en la punta de un beso borroso,
en el ángulo de una sonrisa rota,
en el fuego de una boca prostituida...
Soy un volador de luces,
detrás de mi corazón se esconde la soledad,
detrás de mi cerebro,
se oculta la noche de mi cansancio,
detrás de mi fuente de agua,
se oculta la impureza de mis manos en la cena,
detrás de mi altar interior,
se oculta la oración de mi fe agonizante-perseverante...
Soy un hombre espacial,
que busca el camino del último sol,
que navega en las aguas cósmicas de sus propios ojos,
que se cae en la mirada de una mujer anónima,
que se ríe con pena de la luna desnuda
bañándose en un charco infectado...
Soy el último sobreviviente de mi exterminio,
de mi caza de brujas,
de mi inquisición,
de mi lista negra,
de mi guerra sucia.
Soy el verbo depurado
de mi purificación lingüística,
de mis educadores bien intencionados,
de mis amigos muy queridos,
de mis enemigos misericordiosos.
Soy el feliz cumplimiento,
de mi última profecía.

Autor:
Mario Andrés Díaz Molina
Estudiante Pedagogía en Religión y Filosofía
Universidad Católica del Maule

    Presentación

    En nuestro país, el grupo Edwards y COPESA son los conglomerados con mayor cantidad de medios de comunicación. La información que recibimos día a día a través de la televisión, los periódicos y las principales revistas forman nuestra manera de ver e interpretar el mundo que nos rodea desde con marcados elementos ideológicos, de los cuales ni siquiera nos damos cuenta.

    Desde esta perspectiva, generar espacios para compartir aquello que nos des-alinea y nos des-aliena de la cultura y la ideología oficial, constituye una necesidad para aquellos que aspiramos a construir una "realidad" diferente, basada en valores humanistas, centrados en la solidaridad y que acogen la potencialidad creativa que existe en cada uno de nosotros.

    El objetivo de esta página web es, precisamente, constituirse como un medio de comunicación y de expresión generado por personas comunes y corrientes, pero que buscan conectarse con lo grande que hay dentro de ellas mismas y entregarlo a los demás a través de la palabra escrita.