SEIS POSIBLES REFORMAS DEL VATICANO, MIRANDO A LA SOCIEDAD CIVIL. TERCERA PARTE.

SEIS POSIBLES REFORMAS DEL VATICANO, MIRANDO A LA SOCIEDAD CIVIL. TERCERA PARTE.
Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Es un católico norteamericano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.
”La historia nos muestra que la Iglesia siempre ha copiado ideas y estructuras de la sociedad civil. La pregunta que surge entonces es: ¿Cuáles son hoy algunas de las mejores prácticas en la sociedad civil que podrían ayudar a la Iglesia? A lo largo de los dos últimos siglos la sociedad civil ha aprendido que el buen gobierno pasa por: la eliminación de una nobleza poderosa, la adhesión al principio de subsidiariedad y la creación de un sistema de controles y evaluaciones. Propondré a continuación seis reformas que pienso reflejan prácticas que han probado ser exitosas en la sociedad civil.
1.- HACER DEL VATICANO UNA BUROCRACIA, NO UNA CORTE. La mayoría de los países ha descubierto que una corte compuesta por un rey y sus nobles no constituye un buen modo de gobernar. El Vaticano tiene aún tanto de corte como de burocracia. De hecho, a los cardenales se les llama “príncipes de la Iglesia” y algunos obispos actúan como nobles. Podría ser recomendable que ningún miembro de la burocracia vaticana sea designado obispo o cardenal. Uno de los problemas que tienen tanto nobles como obispos, si son incompetentes o hay un cambio de administración, es que es difícil removerlos de su puesto. Una reforma de este tipo permitiría que la burocracia vaticana no olvidara que no es en sí misma parte del magisterio y que está al servicio del Papa y del colegio de obispos.
2.- REFORZAR LOS CUERPOS LEGISLATIVOS EN LA IGLESIA. Al mismo tiempo que en la sociedad civil declinaba el rol de la nobleza en el gobierno, el papel de las legislaturas independientes iba creciendo. Ninguna filosofía política moderna aconsejaría una práctica que dependiera sólo de la sabiduría del Ejecutivo. Hay un reconocimiento universal de que el sínodo de obispos creado por Pablo VI no ha estado a la altura de las expectativas. Sería recomendable que ningún miembro de la burocracia vaticana fuera miembro de él: podría asistir como experto y funcionario, pero sin derecho a voto. Todos los miembros del sínodo deberían ser elegidos por las conferencias episcopales, ninguno debería ser designado. El sínodo debería reunirse de un modo regular -es decir, cada cinco años- y, por supuesto, necesitaría comisiones para preparar agendas y documentos entre tales reuniones. También debería haber un Concilio Ecuménico al menos una vez por cada generación.
3.- CONVERTIR LAS CONGREGACIONES EN COMISIONES SINODALES ELEGIDAS. Las congregaciones vaticanas y consejos son comisiones de cardenales y obispos designados por el Papa. Cada cual es responsable de un dominio especial dentro de la Iglesia como la liturgia, el ecumenismo, la evangelización y el derecho canónico. Los cardenales vaticanos son los miembros más influyentes de dichos consejos. El presidente de cada uno de ellos (llamado prefecto de una congregación y presidente del consejo) es también la cabeza de una oficina del mismo nombre. Estas oficinas aconsejan al Papa e implementan las políticas de la Iglesia. Una función importante de cualquier cuerpo legislativo es la fiscalización de la burocracia. Los miembros de las congregaciones del Vaticano y consejos deberían, por tanto, ser elegidos por sínodos o conferencias episcopales. De este modo, los sínodos y conferencias pueden actuar como creadores de políticas y cuerpos contralores de la burocracia vaticana. Los funcionarios del Vaticano no podrían ser también miembros de las congregaciones, aunque podrían asistir a las reuniones como expertos o miembros del staff.
4.- CREAR UNA JUDICATURA INDEPENDIENTE. Uno de los más importantes elementos en un gobierno que opera bajo la ley es una judicatura independiente. Permitir al Ejecutivo acusar, perseguir, juzgar y sentenciar a un sospechoso es hoy considerado una violación al debido proceso. El tratamiento dado a teólogos acusados de disenso por la Congregación para la Doctrina de la Fe es causa de escándalo. El potencial para ese tipo de escándalos se mantendrá mientras esta Congregación continúe actuando como policía, fiscal, juez y jurado. Un jurado independiente, quizás formado por obispos retirados, podría corregir adecuadamente el problema.
5.- MODIFICAR LA ELECCIÓN DE OBISPOS. La designación de obispos por el Papa es una innovación moderna que sigue un modelo corporativo, donde el Pontífice actúa como poder central y los obispos como gerentes de las ramas. Este modelo corporativo es altamente centralizado. Modelos políticos exitosos nos enseñan que los líderes locales deben ser elegidos por los ciudadanos del lugar. Hoy puede ser posible, y aconsejable, volver al sistema sancionado por el papa León I. De esta manera, cada obispo sería elegido por el clero local, aceptado por la gente de su diócesis y consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica.
6.- FORTALECER LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES HACIENDO DE ELLAS CONCILIOS. No todo puede o debe ser decidido por un gobierno central. La doctrina social católica habla de la importancia de la subsidiariedad en las estructuras políticas y en política: lo que se puede hacer localmente debiera hacerse localmente. En los tiempos antiguos, los concilios locales y regionales de obispos jugaron un papel importante en la determinación de la doctrina y disciplina de la Iglesia. Las conferencias episcopales deberían convertirse en concilios episcopales recuperando su independencia en el establecimiento de las políticas eclesiales. No es necesario que cada decisión y documento sea revisado y ratificado por el Vaticano. Se puede confiar en que los obispos saben lo que es mejor para su iglesia local”.
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