SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY –SERVIDOR DEL UNIVERSO.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY –SERVIDOR DEL UNIVERSO.



DOMINGO 34 - Tiempo Ordinario - Ciclo "A -20 de Noviembre de 2011 - Hoy es el último domingo del Año Litúrgico, el cual finaliza celebrando a Cristo como Rey del Universo, fiesta solemne instaurada por el Papa Pío XI en 1925. Y ¿qué nos pide ese Rey-Servidor que es Cristo, este Pastor amoroso que nos presentan las Lecturas de hoy? El nos pide lo que más nos conviene a nosotros. Y lo que más nos conviene a nosotros es hacer la Voluntad del Padre. En eso consiste el Reinado de Cristo en cada uno de nosotros: en que hagamos la Voluntad de Dios. No en vano Jesucristo nos enseñó a decir en el Padre Nuestro: “Venga tu Reino” y seguidamente: “Hágase tu voluntad”. Es así, entonces, como el Reinado de Cristo comienza por nosotros mismos: cuando comenzamos a buscar hacer la Voluntad de Dios. Las Lecturas de este último domingo del Año -del Año Litúrgico- nos invitan a reflexionar sobre el establecimiento del Reinado de Cristo en el mundo.

La Primera Lectura del Profeta Ezequiel (Ez. 34, 11-12 y 15-17) nos habla del momento en que “se encuentren dispersas las ovejas” y de cómo Jesús, el Buen Pastor atenderá a cada una:“Buscaré a la perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré”. Y termina la lectura hablando del día del Juicio Final: “He aquí que voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos”. En este anuncio del Juicio Final que hace Jesucristo en el Evangelio de hoy (Mt. 25, 31-46), El comienza con esa profecía de Ezequiel: “Entonces serán congregadas ante El todas las naciones, y El apartará a los unos de los otros... a las ovejas de los machos cabríos”.

La profecía de Ezequiel también nos remite a otro Profeta del Antiguo Testamento: el Profeta Zacarías (Zc. 13, 7 y 14, 1-9) quien igualmente nos habla del día final, anunciando la dispersión del rebaño: “Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas... dos tercios serán exterminados y sólo se salvará un tercio. Echaré ese tercio al fuego, lo purificaré como se hace con la plata, lo pondré a prueba como se prueba el oro. El invocará mi Nombre y Yo lo escucharé. Entonces Yo diré: ¡Este es mi pueblo!, y él, a su vez dirá: ¡Yavé es mi Dios!”. El Salmo no podía ser otro que el 22, el del Buen Pastor. “El Señor es mi Pastor, nada me falta...”. Porque Jesús, antes del día del Juicio Universal, antes de venir a establecer su Reinado definitivo, cuida a cada una de sus ovejas, como nos dice la Primera Lectura y como nos indica este Salmo, favorito de muchos.

La Segunda Lectura (1 Cor. 15, 20-28) nos habla también del momento del establecimiento del Reino de Cristo. Nos habla de que su resurrección es primicia de la nuestra. Nos habla, también, de que en el momento de su venida, Cristo aniquilará todos los poderes del Mal, someterá a todos bajo sus pies, para luego entregar su Reino al Padre. Y así Dios será todo en todas las cosas. El Evangelio de hoy es el famoso pasaje sobre el Juicio Universal o Juicio Final: “tuve hambre y me diste de comer... tuve sed y me diste de beber...”. ¿Significa, entonces, que sólo seremos juzgados con relación a lo que hayamos hecho o dejado de hacer al prójimo? Para comentar el sentido completo del Juicio Universal, citamos al Teólogo Dominico, Antonio Royo Marín, quien en su libro “Teología de Salvación” nos dice lo siguiente acerca de esta cita evangélica: “A juzgar por la descripción del juicio final hecha por el mismo Jesucristo... pudiera pensarse que sólo se nos juzgará sobre el ejercicio de la caridad para con el prójimo... Pero todos los exegetas católicos están de acuerdo en que esas expresiones las usa el Señor únicamente por vía de ejemplo -y acaso también para recalcar la gran importancia de la caridad- pero sin que tengan sentido alguno exclusivista”. Cierto que el Señor nos ha dicho que al que mucho ama (cfr. Lc. 7, 47) mucho se le perdona, pero es bueno recalcar que seremos juzgados por todas nuestras acciones: en la Fe, en la Esperanza, en la Caridad, en la humildad, etc. Es decir: en todas las virtudes; también, en las acciones y en las omisiones, en lo pensado, en lo hablado y en lo actuado, en lo oculto y en lo conocido. En todo.

Veamos lo que nos dice la última frase del Libro del Eclesiastés sobre el Juicio: “Dios ha de juzgarlo todo, aun lo oculto, y toda acción, sea buena o sea mala” (Ecl. 12, 14). Esta idea también la menciona San Pablo: “Puesto que todos hemos de comparecer ante el Tribunal de Cristo, para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho, bueno o malo” (2 Cor. 5, 10).Una vez juzgados por Cristo justo Juez, cuando vuelva en la Parusía a resucitarnos como El resucitó y a separar a los salvados de los condenados, Cristo Rey del Universo establecerá su reinado definitivo. Entonces “Dios será todo en todos”. En el Prefacio de la Misa de Cristo Rey del Universo rezamos que el Reino de Cristo es un Reino de Verdad, de Vida, de Santidad, de Gracia, de Justicia, de Amor y de Paz. Así será el Reino de Cristo cuando El vuelva glorioso a establecerlo definitivamente para toda la eternidad.

Precisamente ese fue el propósito que tuvo el Papa Pío XI al establecer esta Fiesta: que el Reinado de Cristo -comenzando por cada uno de nosotros los Católicos- se extendiera de cada individuo a cada familia, de cada familia a la sociedad, de la sociedad a las naciones, de las naciones al mundo entero. Este es nuestro compromiso como súbditos libres de Cristo, Rey del Universo: construir junto a otros hombres y mujeres de buena voluntad una sociedad progresivamente más justa, libre, fraternal, tolerante, democrática y abierta a la trascendencia divina.
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