Posibles reformas en el Vaticano. Primera parte.

Posibles reformas en el Vaticano. Primera parte.

Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Thomas J. Reese, SJ, hermano de Eduardo A. Reese, SJ, es un católico americano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.

Nos propone pensar a partir de preguntas centrales y desde la historia. Hay sectores de la Iglesia que sienten que esta reforma del Vaticano es urgente. Otros no. Pero, lo que tiene que ser un principio común y esencial, es el diálogo, el respeto, tolerancia y amor profundo a la Verdad y a la Iglesia, como misterio esencial del cristianismo católico. ¿Qué puede aprender la Iglesia de otras instituciones? Cambiar la organización del Vaticano adoptando prácticas del mundo político contemporáneo estaría hoy en armonía con la larga tradición de la Iglesia. ¿Será posible esto?

“Cuando alguien propone la reforma de las estructuras de la Iglesia, con mucha frecuencia se critica al reformador por copiarlas del campo político civil, como si esto fuera algo necesariamente malo. Sin embargo, a través de la historia el Vaticano ha imitado a menudo la organización de instituciones políticas seculares. Hoy el gobierno de la Iglesia está más centralizado que en cualquier otro momento de su historia y, para hacer a la Iglesia más colegiada, el Vaticano debería adoptar de nuevo prácticas propias del mundo político secular. Cuando san Pedro llegó a Roma, no designó de inmediato a los cardenales ni instaló las oficinas que vemos hoy en el Vaticano. Él tenía solamente un secretario para ayudarle con su correspondencia. En los primeros siglos, el obispo de Roma contaba con ayudantes como los de cualquier otro obispo: sacerdotes para las iglesias (que funcionaban en casas), diáconos para la ayuda caritativa y la catequesis, y notarios o secretarios para la correspondencia y el mantenimiento de los archivos. Hacia el siglo IV, los notarios eran un elemento permanente en el papado, como lo eran en la corte imperial. Como parte del personal del Papa, estos hombres escribían cartas y guardaban archivos de la correspondencia y de otros documentos oficiales. Tomaron notas en el Concilio de Letrán del año 649 y prepararon sus actas. Debido a su formación y experiencia, fueron enviados a veces por los papas a misiones diplomáticas o a los Concilios Ecuménicos en Oriente.

Ya durante el siglo XIII la Cancillería Apostólica era una oficina importante y el canciller era el principal consejero y ayudante del Papa, tal como los cancilleres eran los principales consejeros de los monarcas europeos. Antes de convertirse en Papa, Juan XXII (1316-1344) había sido canciller del rey de Francia y luego usó su experiencia en la organización de ese ministerio francés para manejar los asuntos papales. Más adelante, la Cancillería fue eclipsada por la Dataría Apostólica, luego por la Oficina del Sello Privado y finalmente por la Secretaría de Estado. Todas ellas tenían sus paralelos en la sociedad civil. De igual modo, el colegio cardenalicio fue evolucionando. De ser un grupo formado por los principales sacerdotes y diáconos de Roma, pasó a constituirse en una corte papal que aconsejaba y elegía a los papas. Los cardenales se compararon a sí mismos a menudo con el antiguo Senado romano. A medida que el tiempo fue transcurriendo, los asuntos papales fueron creciendo y la práctica de consultar al colegio de cardenales en consistorio llegó a ser común. Al principio, éste se reunía mensualmente, pero ya a comienzos del siglo XIII lo hacía tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes. En muchos aspectos, el Papa y los cardenales funcionaron como una corte, de un modo similar a las cortes reales de Europa durante la Edad Media. Sin embargo, el hecho de que los cardenales eligieran al Papa le dio al colegio cardenalicio un tipo de poder del que no gozaba la nobleza en la mayoría de las naciones. Más adelante, el rol de los cardenales fue seriamente reducido por papas cada vez más poderosos, de la misma manera en que el poder de la nobleza se redujo con el ascenso de los monarcas “absolutos”. Es decir, la estructura de la curia romana ha cambiado a lo largo del tiempo y los papas han copiado o adaptado con frecuencia prácticas del gobierno civil. Es, por lo tanto, razonable concluir que modificar la organización del Vaticano adoptando prácticas del mundo político contemporáneo estaría hoy en armonía con la larga tradición de la iglesia”.

El Papa habla de democracia, los obispos hablan de democracia, son palabras, ¿dónde está el testimonio democrático? Necesitamos valores, modelos democráticos, una moral democrática. La Iglesia es una organización mundial que podría aportar al mundo contemporáneo un prototipo de sociedad fraternal, una referencia socio-ética que muestre como se vive el poder-servicio, con disciplina, sentido de autoridad y respeto a la persona como sujeto social autónomo e integrado a la comunidad. Participar en la vida parroquial podría ser una experiencia transformante socio-éticamente. No basta vivir solamente la obediencia al magisterio. Hay que hacer efectiva una educación de los laicos que los forme como fieles activos con derecho a voz y voto, prácticamente en todos los espacios internos de la Iglesia, fomentando el respeto y tolerancia. Actualmente hay demasiado clericalismo y miles de laicos están muy lejos de crecer como creyentes adultos en la fe y compromiso eclesial. Educar para la comunión y participación no es compatible con un paternalismo que hace muchas consultas a los laicos cercanos al clero, pero no representa a otros miles de laicos que no están integrados a la vida eclesial, porque en ellos se manifiesta un espíritu moderno anti-autoritario que acepta la autoridad religiosa, pero dentro de un contexto fraternal real que también los conecta con la fuente bíblica, especialmente del nuevo testamento, que presenta una Iglesia comunitaria muy lejana a una Iglesia monárquica. Lo jerárquico no es incompatible con un laicado con voz y voto que recupere la espiritualidad de la Iglesia primitiva dentro de la actual situación de la Iglesia.

(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.
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