LA “VOZ DE SILENCIO SUTIL DE DIOS” NOS HABLA EN MEDIO DE LAS TORMENTAS DEL MUNDO.

LA “VOZ DE SILENCIO SUTIL DE DIOS” NOS HABLA EN MEDIO DE LAS TORMENTAS DEL MUNDO.

DOMINGO19 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 7 de Agosto de 2011 - El Evangelio de este Domingo nos trae el relato de cuando San Pedro comenzó a hacer una cosa imposible para nuestra naturaleza humana: caminar sobre el agua. ¿Cómo sucedió este milagro y por qué Pedro comenzó a hundirse? (Mt. 14, 22-33) Sucedió que, enseguida de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús ordenó a los discípulos que subieran a la barca y se trasladaran a la otra orilla del Lago de Genesaret. El Señor despidió a la gente y subió al monte para orar a solas. Mientras tanto, los apóstoles tenían dificultades en la travesía nocturna, pues las olas eran fuertes y había viento contrario.
Y el Señor se les aparece ya en la madrugada, pero de una forma peculiar: viene Jesús caminando sobre el agua. Ellos se asustan de tal manera, que daban gritos de terror. Nos dice el Evangelista Mateo, testigo presencial del hecho, que el susto venía porque creían que Cristo era un fantasma. Y El los calma diciéndoles: “Tranquilícense y no teman. Soy Yo”. San Pedro, como siempre intrépido e impulsivo, le dice: “Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti caminando sobre el agua”. Y el Señor le concede tan atrevida petición. Pero ¿qué sucede? Efectivamente, Pedro comienza a caminar sobre el agua, igual que Jesús, pero en un momento dado “al sentir la fuerza del viento, le entró miedo y comenzó a hundirse”. Dudó y se hundió. ¡Cómo nos parecemos nosotros a los Apóstoles! Nuestra vida espiritual está llena de pasajes como éste de Pedro. San Pedro duda y comienza a hundirse. Luego el Señor lo rescata dándole la mano. Hay que confiar plenamente, para no hundirse. La seguridad nos viene, no porque no haya tormentas ni turbulencias en nuestra vida, sino porque confiamos plenamente en que Dios no nos dejará hundir. No es la ausencia de tempestades lo que me da paz, sino la confianza plena de que -en tierra firme o sobre las aguas, en tormenta o en calma- el Señor está conmigo. La confianza no consiste en no tener tormentas alrededor, sino en saber que Dios está allí, tanto en la tormenta, como en la calma, tanto en la luz, como en la oscuridad.
La Primera Lectura: I Reyes 19, 9.11-13b, nos trae el pasaje del Profeta Elías en el Monte Horeb cuando Dios se le revela en el murmullo de una suave brisa. Estas son las palabras utilizadas en la mayoría de las actuales traducciones. Sin embargo, para entender mejor este suceso un poco misterioso, debemos recurrir a los más recientes estudios lingüísticos que nos dan una traducción un poco diferente: "la voz de silencio sutil”. Esta nueva expresión facilita la comprensión de este pasaje enigmático. Primero debemos ver qué fue a hacer Elías en esa larga peregrinación que lo llevó al Monte Horeb -que es el mismo Monte Sinaí. En realidad Elías estaba huyendo de la reina Jezabel que lo buscaba para matarlo. Pero ¿por qué se fue tan lejos? En el Monte Horeb, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se había revelado bajo el nombre de Yavé (Ex 3, 6); el Horeb había sido el monte de las instrucciones de Yavé a Moisés (Ex 33, 18-34,9); en el Horeb se había sellado la Antigua Alianza (Ex 19-24). Sabemos que Yavé se había revelado a Moisés y al Pueblo de Israel en medio de "truenos, relámpagos, densa nube sobre el monte y fuerte sonido de trompetas" (Ex 19,16). Así que, además de huir, Elías había ido específicamente al Horeb para encontrar a Dios como al principio lo había hecho el Pueblo de Israel. Pero allí en el Horeb Elías vivirá una experiencia desconcertante: no encuentra a Dios ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, que eran formas en que Dios se había manifestado antes. Nos dice el texto que luego vino una “voz de silencio sutil”. Y allí sí que estaba Dios. Elías aprendió, como debemos aprender nosotros, que Dios es imprevisible. Unas veces se manifiesta de ciertas maneras y otras veces de otra. El es libérrimo para manifestarse o no, y para escoger la manera de hacerlo. Muestra de esto es la manera como se apareció Jesús a los Apóstoles caminando en medio del lago en la mitad de la noche: imprevisible y libérrimo para escoger su modo de presentación. Dios siempre está.
En la Segunda Lectura (Rom 9, 1-5), San Pablo se lamenta con infinita tristeza y un dolor incesante que tortura su corazón de la actitud de mi raza y de mi sangre, los israelitas… descendientes de los Patriarcas; y de cuya raza, según la carne, nació Cristo. ¿Por qué se lamenta de esta manera tan dolorosa? Porque muchos de sus hermanos de raza, a quienes pertenecen la adopción, la gloria… y las promesas, no han querido acoger el mensaje de Cristo. Tal es su preocupación, que en esta carta a los Romanos San Pablo dedica dos capítulos completos a tratar este tema, para resolver el dilema en el Capítulo 11 anunciándonos un secreto: parte del pueblo de Israel quedará sin reconocer al Mesías. Pero al final Israel se salvará. A ustedes, que no son judíos, les digo: Si tú fuiste sacado del olivo silvestre que era tu misma especie, para ser injertado en el olivo bueno, que no era de tu especie, será mucho más fácil para ellos (los judíos), que son de la misma especie del olivo… Quiero, hermanos, que entiendan este misterio y no se sientan superiores. Una parte de Israel va a quedarse endurecida hasta que el conjunto de las naciones haya entrado; entonces todo Israel se salvará, según dice la Escritura: “De Sión saldrá el libertador que limpiará a los hijos de Jacob de todas sus faltas”… Y ésta es la alianza que Yo haré con ellos después de borrar todos sus pecados… Pues bien, ustedes, que no obedecían a Dios, fueron perdonados a través de la rebeldía de los judíos. Ellos, a su vez, serán perdonados después de la actual rebeldía que les ha traído el perdón a ustedes… Así Dios hizo pasar a todos por la desobediencia, a fin de mostrar a todos su misericordia. (Rom 11, 13 y 24-32)
(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule
Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.
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