SIN EL PERDÓN DE CRISTO NO HAY SALVACIÓN NI UNA NUEVA SOCIEDAD.

SIN EL PERDÓN DE CRISTO NO HAY SALVACIÓN NI UNA NUEVA SOCIEDAD.

DOMINGO 7 del Tiempo Ordinario - Ciclo "B" - 19 de Febrero de 2012 - “Voy a realizar algo nuevo”. Eso nos promete el Señor por boca del Profeta Isaías en la Primera Lectura de este Domingo (Is. 43, 18-25). Se refiere a su obra salvadora. Versículos antes se lee: “Yo soy Yahvé y Yo soy el único Salvador” (Is. 43, 11). Ese “algo nuevo” lo efectúa el Señor realizando su obra de salvación en cada uno de nosotros. Nos dice por boca del Profeta que ese “algo nuevo ya está brotando. Y pregunta: “¿No lo notan? Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en tierra árida”. El desierto y la tierra árida somos nosotros mismos que, sin Dios, sin aceptar su salvación, sin buscar su perdón por nuestras faltas, somos así: como tierra reseca y árida, donde no pueden crecer los frutos de la salvación que Cristo realizó con su vida, pasión, muerte y resurrección. Estos frutos son históricos y trascendentales a la vez. Los vemos en el diario vivir y traspasan la muerte. Nos llevan al Reino definitivo.

Y cabe preguntar ¿existe salvación fuera de Cristo, existe salvación fuera de la Iglesia fundada por Jesucristo? Este tema es siempre de actualidad y el Papa Juan Pablo II quiso tratarlo con gran claridad y precisión. Y nos dijo que toca este importante tema, para enfrentar “ideas y opiniones erróneas y confusas, presentes en la discusión teológica y entre grupos y asociaciones eclesiales”, ideas que tienden a desconocer a Cristo como Salvador único y universal, y a disminuir la necesidad de la Iglesia de Cristo para la salvación. Tal es el caso, comentaba el Papa, de algunos que piensan y predican un supuesto “carácter limitado de la revelación de Cristo, que encontraría un complemento en las demás religiones”, como si la verdad sobre Dios no pudiera ser captada y manifestada en su totalidad por ninguna religión, ni tampoco por Jesucristo mismo. Nos dice que es erróneo considerar a la Iglesia como un camino más de salvación, junto con otras religiones que serían complementarias a la Iglesia. Pide que se excluya una cierta mentalidad que piensa que “una religión vale por otra”. O -dicho en otros términos- “da lo mismo cualquier religión”. El Papa nos asegura la “unicidad y universalidad salvífica de Cristo y de la Iglesia que El fundó. En efecto, el Señor Jesús constituyó su Iglesia como realidad salvífica: como su Cuerpo, mediante el cual El mismo actúa en la historia de la salvación... El Concilio Vaticano II dice al respecto: ‘El santo Concilio, basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación’ (LG, 14)”. El Papa Benedicto XVI ha profundizado estos argumentos, especialmente en un Documento del año 2007, del que se extraen estos conceptos: Cristo «ha constituido en la tierra» una sola Iglesia y la ha instituido desde su origen como «comunidad visible y espiritual». Ella continuará existiendo en el curso de la historia y solamente en ella han permanecido y permanecerán todos los elementos instituidos por Cristo mismo. «Esta es la única Iglesia de Cristo». Sobre las Comunidades cristianas nacidas de la Reforma, éstas «no han conservado la sucesión apostólica ni la Eucaristía válida»; «no son Iglesia en sentido propio», sino "Comunidades eclesiales", como dice la enseñanza conciliar y post-conciliar». De todas formas, «en cuanto tales, dichas Comunidades poseen realmente muchos elementos de santificación y verdad, por lo que, sin duda, tienen un carácter eclesial y un consiguiente valor salvífico», reitera. (Del Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 29 de junio de 2007, solemnidad de los Stos. Apóstoles Pedro y Pablo). Como vemos, el Papa Benedicto reitera el valor salvífico que puedan tener esas “comunidades eclesiales”. Eso también lo ha resaltado el Concilio Vaticano II y lo recordaba Juan Pablo II respecto –inclusive- de grupos no-cristianos: “los no cristianos pueden ‘conseguir’ la salvación eterna ‘con la ayuda de la gracia’ si ‘buscan a Dios con sincero corazón’ (LG, 16). Pero en su búsqueda sincera de la verdad de Dios están de hecho ‘ordenados’ a Cristo y a su Cuerpo, la Iglesia. Y, de todos modos, se encuentran en una situación deficitaria si se compara con la de los que en la Iglesia tienen la plenitud de los medios salvíficos” (JP II, 28-1-2000).

La salvación ya fue realizada por Jesucristo. Todos nosotros debemos acogernos a la salvación que El nos ha regalado. ¿Cómo? Sabiéndonos y sintiéndonos necesitados de esa salvación. Todos somos pecadores... sin excepción. Todos necesitamos del perdón que nos trae Cristo con su obra salvadora. Veamos el caso del paralítico de Cafarnaúm, del cual leemos en el Evangelio de hoy, quien no pudiendo hacerlo entrar por la puerta del sitio donde se encontraba Jesús, lo bajaron en su camilla por un agujero que abrieron en el techo y lograron colocarlo frente al Señor. ¿Qué es lo primero que le dice Jesús al paralítico? “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. Luego, para demostrar el poder de Dios de perdonar los pecados, le dijo “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Y así fue. “¡Nunca habían visto una cosa igual!” (Mc. 2, 1-12).Cristo nos quiere perdonar. Sólo nos pide el “sí” de que nos habla San Pablo en la Segunda Lectura (2 Cor.1, 18-22). Cristo dio su “sí” incondicional y definitivo. El espera que nosotros también le demos nuestro “sí”, nuestro “amén”, nuestro “así sea”. Y, como nos recuerda San Pablo, que no estemos dando contramarchas: que no sea primero “sí” y después “no”, sino que digamos sí y mantengamos nuestro “sí”. Este sí no se queda en lo más oculto de la conciencia. Se vive en medio de la sociedad. Se refleja en sus estructuras de producción y poder o no se refleja. Desde la perspectiva cristiana un primer paso a un cambio de vida, es el arrepentimiento de una existencia de egoísmos y construir el reino de Dios en medio de las dificultades de este mundo. Un fruto colectivo de esta conversión es una nueva sociedad, más humana y más cristiana.
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