Lógicas de Mercado y Universidades Católicas

Lógicas de Mercado y Universidades Católicas

Cristhian Almonacid Díaz

En muchos de los debates actuales sobre educación (pero también en otros debates del quehacer nacional) se repite constantemente la expresión “lógicas de mercado”. Entonces uno se pregunta ¿Qué quiere decir aquella expresión? ¿Cuál es esa lógica? ¿Cuáles son los juicios y prejuicios que nos ubican en el espectro de su significado y sentido? Y claro, nuestras respuestas de seguro tendrán un abanico suficientemente antagónico como para acordar su demonización por un lado, como para propugnar su alto beneficio, por otro. Lo que explica esta variopinta valoración es la comprensión que tengamos del mercado y su efecto en la configuración de la sociedad. Es decir, no existe una lógica de mercado (en singular), sino más bien “lógicas de mercado” (en plural).

En este sentido, si el mercado lo entendemos asociado exclusivamente a los conceptos de beneficio y ganancia, tendremos que la lógica de mercado se definirá como “la maximización de utilidades, en el menor tiempo y con la menor inversión de recursos posible”. Per se, dicha lógica no es negativa, pero se vuelve negativa cuando ella se superpone a otros principios con arraigo humanizador. En cambio, existirá otra lógica de mercado cuando aceptemos que sea susceptible de incubar otros principios que harían de la actividad económica un bien superior, como lo son: la honestidad productiva, la competencia leal y legal, el bien común, la justicia (en sus tres niveles: conmutativa, distributiva y social), el progreso humano y económico, entre otros. En definitiva, entre lógicas y lógicas, las distinguiremos según estén diferenciadas y determinadas por la valoración ética que supongan.

Esta posibilidad se debe a que el mercado es una actividad humana y en cuanto tal, susceptible exigencias éticas. Así es, la ética es el horizonte que otorga a la actividad económica la obligación de gestionar sus procesos respondiendo a determinadas estructuras morales. Estas exigencias, en la medida que se cumplen, permiten a la actividad económica tener una repercusión positiva en la sociedad, ratificando su rol en el camino del progreso social. Ella exige que la acción económica, más allá del cumplimiento de la ley, esté siempre en referencia a las personas involucradas, en la perspectiva última de su desarrollo humano. Es decir, aquellos que se dedican a una actividad económica requieren ser conscientes que sus acciones la realizan personas, que están al servicio de otras personas, para favorecer u obstaculizar la maximización de la excelencia humana.

En este orden de cosas, tenemos a la Universidad Católica, que como institución responde a una misión y una vocación educativa, que la erige como un agente de promoción de humanidad. “Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común” (Ex corde, 12). Por su vocación contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y otros servicios ofrecidos a la comunidad. En este sentido la Universidad no sólo presta un “servicio económico” con la capacitación de profesionales, sino que también es una institución que genera investigación y busca metódicamente la verdad, convirtiéndose por consecuencia en una institución formativa y humanizadora. Dicho servicio por tanto, no es meramente instrumental, sino que es una tarea esencial en la configuración de su ser y hacer.

Para realizar aquella misión se le exige como condición de supervivencia entrar en lógicas de mercado, pues de no ser así, la pura intencionalidad filantrópica y diaconal no permitiría su existencia y manutención institucional. En este sentido, mi tesis es que no sería posible la subsistencia de una entidad de servicio educativo sin los recursos económicos y estructuras financieras que le permitieran la concreción de su misión, con los estándares de calidad que el medio exige. La Universidad Católica se ubica entonces en un ámbito de acción en el que debe conjugar principios y valores científicos-educativos con reglas de mercado. Lo que significa, que es de suma relevancia que dicha institución sea responsable en la gestión de sus recursos y suficientemente hábil para mantener su equilibrio económico y sanidad financiera.

Entonces la pregunta clave es: ¿Debe la universidad católica organizarse según un modelo empresarial? Según mi punto de vista sí, pero con condiciones diferenciadoras. Veamos por qué. Según la RAE una empresa es una organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos. Es decir, el lucro dentro de márgenes de legalidad y justicia, es una motivación para la optimización de las estructuras organizativas, que funcionarán con mayor eficiencia según sean las metas que se esperan lograr. En este sentido, para una Universidad Católica el lucro no debe significar la pura utilidad por la utilidad, sino un beneficio económico necesario para la mantención de sus fines y la proyección de su servicio en lógica de calidad. Si tenemos entonces una universidad que es eficiente en la gestión de sus bienes, esta podrá reinvertir en su propio mejoramiento como institución educativa. Estamos, entonces, ante una “empresa educativa”, es decir, ante una tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo organizativo. Dicha tarea, le exigirá, por supuesto, conjugar coherentemente las estrategias financieras y los fines que persigue.

Como ejemplo descriptivo, para la promoción de la investigación académica existirán condiciones marco y requisitos esenciales:

a) Una mejor relación docentes-alumnos, es decir, a más estudiantes, una cantidad de docentes proporcionalmente adecuada.

b) Inversión en horas para la investigación y su consiguiente menor asignación horaria para la docencia, lo que redunda en un crecimiento en la experiencia y desarrollo del investigador.

c) Que la investigación realizada tenga un impacto positivo en la formación de los estudiantes y la preparación de sus competencias profesionales.

Y ¿Cuánto cuestan estos requisitos? Sin ser experto en economía ni en administración supongo que a mayor calidad del cuerpo docente (doctorados, experiencias investigativas, proyectos adjudicados), mayores serán los costos y mayores los esfuerzos para retención de los académicos de calidad, en la agresiva competencia del mercado laboral académico. ¿Será justo exigirle a un profesor de calidad, abandonarse a su pura vocación académica en desmedro de su sustento justo y retributivo? Parece que no.

Caben entonces dentro de las lógicas de mercado para nuestra Universidad Católica, ciertas estrategias económicas necesarias que le permite competir en igualdad de condiciones con otras instituciones universitarias privadas y que evidentemente poseen otros fines.

Perviven en la Universidad Católica lógicas que no se ajustan a formas de mercado, totalmente eficientes y rentables (datos entregados por el Vicerrector de Administración y Finanzas), que quisiera mencionar a modo de ejemplo:

1.- Las utilidades que la Universidad logra, no son retiradas por su propietario (la Iglesia) sino que se reinvierten en la misma Universidad.

2.- En sentido inverso, la autonomía institucional, no contempla que su propietario asuma eventuales pérdidas o desfinanciamientos.

3.- El financiamiento tiene como principal objetivo la optimización de un servicio educativo que responda a la mayor calidad posible.

4.- La Universidad sostiene carreras que pueden no rentabilizar ni autofinanciarse, por su relevancia al servicio de la sociedad y a la Iglesia (ej, PRyF).

5.- La Universidad financia todas las condiciones necesarias para permitir que sus estudiantes accedan a todos los beneficios estatales posibles (asistentes sociales y departamento de bienestar estudiantil).

6.- La Universidad otorga, Créditos Suplementarios, a la misma tasa del Crédito Solidario.

7.- El 75% de sus estudiantes pertenece a los primeros 3 quintiles socioeconómicos.

8.- El incremento de arancel se ajusta al IPC anual, y siempre dicho incremento es menor que los incrementos en los costos fijos.

Una Universidad Católica, tiene entonces una identificación educativa que traspasa el interés económico. Es una opción del ideario, propia de la entidad que ha estado presente en la historia, la organización y las orientaciones formativas que la institución posee. Habrá entonces que exigir en derecho que dicha opción no sea nominal y cosmética, sino una opción real y efectiva. Y para que lo sea, es de perogrullo que dicha opción sea de la comunidad universitaria en su conjunto. Las autoridades siendo responsables en el manejo y la gestión de los recursos, los administrativos, siendo diligentes en la concreción de sus tareas de atención a los académicos y estudiantes, los académicos, ofreciendo un servicio docente e investigativo de calidad y excelencia, ajustándose a sus exigencias contractuales y los estudiantes comprometidos con sus responsabilidades académicas y económicas con la Universidad de la que forman parte.

Sugerencias Bibliográficas:

1.- Höffe, Otfried, Ciudadano económico, ciudadano del estado, ciudadano del estado, ciudadano del mundo, Katz editores, Buenos Aires, 2007.

(Es un importante filósofo alemán en la actualidad, es profesor de filosofía en la Universidad St Gallen, Suiza. Tiene importantes trabajos en torno a Aristóteles y Kant y es reconocido intelectual en la filosofía política y en las reflexiones en torno a la cuestión de la ciudadanía en los contextos contemporáneos)

2.- Agustín Domingo Moratalla, Calidad Educativa y Justicia Social, PPC, Madrid

(Destacado profesor de Filosofía del Derecho, Moral y Política en la Universidad de Valencia. Muy comprometido con la reflexión y la formación ética en contextos educativos)

3.- Benedicto XVI, Carta encíclica “Caritas in Veritate”, 2009.
(Carta encíclica destinada a la reflexión sobre la necesidad de construcción de un nuevo orden social y económico, inspirado en la caridad y la verdad)
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