¡HOY, TAMPOCO TENDREMOS OTRA SEÑAL SALVÍFICA QUE NO SEA LA PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO!

¡HOY, TAMPOCO TENDREMOS OTRA SEÑAL SALVÍFICA QUE NO SEA LA PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO!



DOMINGO 3 del Tiempo Ordinario - Ciclo "B" - 22 de Enero de 2012 - Cuando Dios escoge... escoge. Eso lo han sabido muchos santos. Pero nadie lo supo mejor que Jonás, ese interesante y pintoresco personaje del Antiguo Testamento que según nos cuenta el libro que lleva su nombre, pasó tres días dentro de un gran pez. ¿Podrá ser verdad esto? Cuesta pensar en algo así. Pero lo desconcertante es que el mismo Jesús se refiere a la estadía forzada de Jonás dentro de un gran pez para tratar algo tan trascendental como su futura Resurrección. ¿Iba el Hijo de Dios a citar un mito, y con el sentido y la precisión que lo hizo? ¿Por qué no? Estaba dentro de un contexto cultural muy distinto al nuestro y era una forma de enseñar rescatando una verdad de fondo. “Estos hombres de hoy son gente mala; piden una señal, pero no la tendrán. Solamente se les dará la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, así lo será el Hijo del Hombre para esta generación” (Lc 11, 29-30).

Sin embargo, de Jonás lo más importante no fue si realmente pasó o no tres días dentro de un gran pez, sino que no quería hacer lo que Dios le pedía. Dios lo escogió para que se convirtiera él y para que -por la elección que Dios hizo de él- muchos también se convirtieran.

El Señor escogió a Jonás y a este profeta no le valió de nada escapar en un barco para huir de Dios. El barco se vio metido dentro de una tormenta. Jonás es lanzado al agua al conocerse que la causa de la tormenta es la huída de Jonás. Y luego de ser tragado por un pez o ballena, es lanzado por el animal cerca de las costas de Asia Menor para que de allí fuera a la ciudad de Nínive a predicar lo que el Señor le pedía. El Señor buscaba que la gran ciudad de Nínive se convirtiera de sus vicios y pecados. (Para dar una idea del tamaño de esta ciudad, baste con el dato que nos da la Escritura: se requerían 3 días para recorrerla a pie). Aquí hay un lenguaje simbólico que tiene una intención teológica final: llamarnos a un cambio de vida y a recibir el Reino de Dios.

Jonás predicó lo que el Señor le indicó: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”. Sin embargo, sorprendentemente, los habitantes de Nínive se convirtieron y creyeron en Dios, e hicieron penitencia todos. Dios, entonces, no destruyó la ciudad.

Otros elegidos de Dios son más dóciles que Jonás. Tal es el caso de los primeros discípulos escogidos por Jesús. Nos cuenta el Evangelio de San Marcos (Mc. 1, 14-20) que cuando Jesús, viendo a Andrés y a su hermano Pedro echando las redes de pescar en el lago de Galilea, les llamó para hacerlos “pescadores de hombres,...y ellos dejaron las redes y lo siguieron.” Respuesta inmediata y obediente al llamado del Señor. Los escogidos de Dios son instrumentos suyos para la conversión que Dios desea realizar en medio de su pueblo, es decir, en cada uno de nosotros. Y la conversión siempre exige un cambio de vida: incluye, primero que todo, dejar el pecado. Pero no basta esto. Es necesario pasar a una segunda fase: “creer en el Evangelio”. Y creer en el Evangelio significa vivir según el Evangelio. No basta conocer la teoría del Evangelio: es necesario vivirlo en la práctica.

Es necesario cambiar la mentalidad negadora de lo trascendente que hoy nos vende el mundo consumista, esa mentalidad mercantil a la que estamos muy acostumbrados. ¿Cuál es la mentalidad del materialismo consumista? Aquélla que nos lleva a quedarnos en lo superficial y a olvidarnos de lo eterno que le da un sentido definitivo a las vivencias cotidianas, a preferir lo sensorial sin un sentido ético que lo integra a una plenitud vital, a conformarnos con lo humano mutilado y a descartar lo divino que lo desarrolla, a creer que los momentos de la vida se perderán en la nada y a olvidarnos del Evangelio, en definitiva, a consumir por consumir placeres sin un gozo espiritual que le da plenitud a lo material y orgánico..
Sin embargo, el Señor nos dice: “El Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Ciertamente el Reino de Dios está cerca, pero sólo será una realidad cuando, arrepentidos y convertidos, creamos y vivamos según el Evangelio. Será una realidad histórica cuando vivamos según la Voluntad Divina, cuando -como rezamos en el Salmo (#24)- el Señor “nos descubra sus caminos”. Y, una vez descubiertos los caminos del Señor, podamos seguirlos con docilidad. San Pablo nos recuerda en la Segunda Lectura (1 Cor. 7, 29-31) que “este mundo que vemos es pasajero”, y que “la vida es corta”. Y nos aconseja cómo conviene que vivamos desapegados de este mundo pasajero y de esta vida corta: “los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran como si no compraran; los casados, como si no lo estuvieran”. Es decir: “estar en el mundo sin ser del mundo” (cfr. Jn. 17, 14-15). Y cuando el Señor nos llame, no hay que seguir el ejemplo de Jonás: duro para responder. Hay que imitar a otros: a Pedro, Andrés, Santiago, Juan…. Ellos, sin pensarlo mucho, dijeron sí enseguida y siguieron al Señor.
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