FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

DOMINGO 2 del Tiempo de Pascua. Ciclo "A". 1º de mayo de 2011. Cada domingo posterior al Domingo de la Resurrección del Señor conmemoramos la Fiesta de la Divina Misericordia. Es una Fiesta nueva en la Iglesia, que tiene la particularidad de haber sido solicitada por el mismo Jesucristo a través de Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca del siglo XX, quien murió en 1938 a los 33 años de edad.
Sor Faustina fue canonizada por el Papa Juan Pablo II, precisamente en la Fiesta de la Divina Misericordia del año 2000. Nos dijo el Papa que esta compatriota suya, Sor Faustina, recibió gracias místicas especialísimas a través de la oración contemplativa, para comunicar al mundo el conmovedor misterio de la Divina Misericordia del Señor. “Dios habló a nosotros a través de Sor Faustina Kowalska... invitándonos al abandono total en El”, nos dijo el Papa. “Habla al mundo de mi Misericordia, para que toda la humanidad conozca la infinita Misericordia mía. Es la señal de los últimos tiempos. Después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo... Antes de venir como Juez justo, abro de par en par las puertas de mi Misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de mi Misericordia, deberá pasar por la puerta de mi Justicia”, Jesucristo nos dice a través de Santa Faustina.
Hoy en el Evangelio (Jn. 20, 19-31) hemos leído el momento y las palabras con que Jesucristo instituyó el Sacramento de la Confesión, del Perdón. "Reciban al Espíritu Santo, a los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. Es el Sacramento de su Misericordia. En el Evangelio de hoy también hemos visto cuán importante es la Fe. “Bienaventurados los que, sin ver, creen”, dijo Jesucristo a Santo Tomás Apóstol, quien no quería creer que Cristo había resucitado, porque no lo había visto. La Fe es la virtud sobre la cual se funda la Esperanza. De la Fe brota la confianza y ésta nos lleva a la Esperanza.
De Fe, confianza y Esperanza nos habla San Pedro en la Segunda Lectura (1 Pe. 1, 3-9). Nos habla de la esperanza de una vida nueva, de la fe necesaria para la salvación que nos tiene preparada el Señor y que será revelada plenamente al final de los tiempos. Este trozo de la Primera Carta de San Pedro nos refiere el conocido símil del sufrimiento como el fuego que purifica el oro: “Alégrense aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de toda clase, a fin de que su fe sea sometida a prueba... la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola en el fuego”.
La Primera Lectura (Hch. 2, 42-47) nos narra el espíritu en que vivían los cristianos al comienzo de la Iglesia: “acudían asiduamente a escuchar las enseñanzas de los Apóstoles, vivían en comunión fraterna y se congregaban para orar en común y celebrar la fracción del pan ... vivían unidos y tenían todo en común ... diariamente se reunían en el Templo”. El misterio de la Divina Misericordia hace posible la vida fraternal de los cristianos. Una sociedad más justa en la tierra no es un mero producto ideológico. El mal en la Iglesia no puede anular la fuerza de la Resurrección de Cristo, que siempre la rescata del dominio del mal. De sus fuentes más auténticas nacieron los derechos humanos, los valores democráticos, etc. y después de la actual crisis que está sufriendo, surgirá una nueva Iglesia, siempre renovada por el Espíritu, que sabrá reconocer y promover el legítimo protagonismo de los fieles laicos. La democracia que propone a la sociedad civil, tiene que hacerla real en su seno, armonizando lo jerárquico con un laicado dignificado, con voz y capacidad de decisión en temas vitales para la Iglesia y Humanidad.
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    Presentación

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